Yasmín Esquivel y el plagio confirmado que destruyó su carrera en el momento más alto

Yasmín Esquivel. (Animal Político)
Yasmín Esquivel. (Animal Político)

El plagio de la ministra Yasmín Esquivel se ha confirmado, otra vez, a nivel institucional. Ya la UNAM había dicho en un comunicado, el 31 de diciembre, que era evidente la existencia de un plagio en relación con la tesis sustentada por Edgar Ulises Báez. Pero en esta ocasión ha sido la Facultad de Estudios Superiores Aragón (FES), plantel en el que Esquivel obtuvo su título de licenciada en Derecho, la que ha comunicado la existencia del plagio "sustancial".

Así lo establecieron a través de un comunicado: “Este Comité valoró los elementos de constitución, desarrollo, estilo, contenido, temporalidad, congruencia y manejo de la información de ambas tesis, así como el análisis de los archivos físicos y digitales institucionales. A partir de ello, el Comité informa que la tesis elaborada en 1987 es copia sustancial de la original presentada en 1986”.

El Comité de Integridad Académica y Científica fue el ente encargado de analizar los dos trabajos y extraer conclusiones definitivas: “se analizó y documentó respecto a su posible falta en el cumplimiento de los principios éticos universitarios y el apego a la normatividad institucional”. La FES dijo que siempre será mejor evitar casos tan "penosos" y que se han tomado medidas para evitar la proliferación de plagios en el futuro.

También ha establecido que no pueden quitarle el título de licenciada en Derecho a la hoy ministra de la Suprema Corte y que el caso será remitido a la Secretaría de Educación Pública, que fue la institución encargada de expedir la cédula profesional a Esquivel. También se informó que Martha Rodríguez, la asesora de tesis de Esquivel, afrontará un proceso de investigación.

El caso ha paralizado a la opinión pública en el último mes, desde que el académico Guillermo Sheridan reveló las evidencias del plagio en un artículo publicado en Latinus. Después de ser propuesta para ocupar la presidencia de la Suprema Corte de Justicia, Esquivel se mantuvo en la mira pública entre su convicción de no haber plagiado y un respaldo oficialista que, a todas luces, contradijo la válida indignación de 2016, cuando se supo, gracias a una investigación del equipo de Carmen Aristegui, que el entonces presidente, Enrique Peña Nieto, había plagiado su tesis de licenciatura.

La votación de los ministros no le favoreció, en la sesión de la semana pasada, y así Esquivel quedó fuera de la carrera para ocupar el máximo cargo del Poder Judicial. A pesar de esa resolución, quedará para siempre la mancha del plagio, una falta que no puede minimizarse, justo como lo hizo el presidente Andrés Manuel López, al aducir, como siempre, que hay otras personas que "hicieron cosas peores". ¿Se dijo lo mismo hace siete años cuando se supo del plagio de Peña Nieto? ¿Se fue condescendiente con el expresidente? No, porque no había que serlo, porque una trampa sigue siéndolo aunque hayan pasado más de treinta años.

Más todavía: ¿cómo puede justificarse que un plagiador haya ocupado tantos cargos públicos relevantes en la vida del país? Y eso aplica en ambos casos, el de Peña Nieto y el de Esquivel. Una vergüenza no quita ni matiza la otra. Y tampoco acabará esto con la carrera de Yasmín Esquivel. Le quedan once años en la Suprema Corte como ministra y ha quedado claro que goza de la venia presidencial, porque su plagio, con todo lo que eso implica, fue interpretado como una falla menor, como una mentira piadosa que a nadie afecta. Y mientras ese siga siendo el veredicto desde el púlpito presidencial, no se puede hablar de que su carrera ha terminado. Su ascenso, quizá sí, pero da lo mismo: ya llegó demasiado lejos con una mentira como sustento.

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