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WIDER IMAGE-Peleas de gallos en Cuba: entre sitios clandestinos y vallas estatales

Por Sarah Marsh y Alexandre Meneghini CIEGO DE ÁVILA, Cuba (Reuters) - El agricultor cubano Pascual Ferrel dice que su gallo de pelea favorito era un "fuera de serie", y que por eso lo disecó tras su muerte y ahora lo mantiene sobre un mantel al lado del televisor. "Peleó seis veces y fue invencible", recordó el hombre de 64 años, subiendo la voz para que se lo escuchara por encima del cacareo de 60 gallos en su corral en la provincia de Ciego de Ávila, en la región central de Cuba. Aunque las peleas de gallos están prohibidas en muchas partes del mundo, son comunes en todo el Caribe. Y en Cuba, su popularidad crece. Ciego de Ávila inauguró el año pasado su primera valla oficial de gallos con 1.000 asientos, la más grande del país, para consternación de activistas que lo ven como un retroceso en la lucha por los derechos de los animales. Las sangrientas peleas de gallos fueron prohibidas tras la Revolución de 1959, como parte de su política para impedir el juego y las apuestas. Pero luego de varios años esa medida se ha flexibilizado. Se abrieron arenas oficiales, y las vallas clandestinas se toleran siempre y cuando no existan riñas. "La gente dice: si el Gobierno permite peleas de gallos, ¿por qué nosotros no?", sostuvo Nora García Pérez, presidenta de la Asociación Cubana para la Protección de Animales y Plantas (Aniplant). Los simpatizantes argumentan que las peleas de gallos son una tradición centenaria. Los críticos dicen que es cruel y culpan de su popularidad a la falta de opciones de entretenimiento, una educación deficiente en el cuidado de animales y a su potencial para hacer dinero. VALLAS CLANDESTINAS En Ciego de Ávila existe una valla clandestina para cada día de la semana, algunas escondidas entre la maleza del marabú o en campos sembrados de caña de azúcar en caminos sin señalizaciones. Las personas trasladan los gallos en pequeñas maletas, fundas pequeñas o en sus brazos, y viajan a las vallas en carruaje tirados por caballos y autos clásicos estadounidenses. Las vallas de madera y hojas de palmas funcionan como recintos feriales. La música ranchera sale de los parlantes, se vende cerdo asado y ron, y en las mesas también hay juegos de dados y cartas. "Ya verás lo divertido que es esto", dijo Yaidelín Rodríguez, de 32 años, mientras anotaba las apuestas en un cuaderno. Cuba también exporta gallos, y los criadores sostienen que los animales con coraje probado podrían venderse en hasta 1.000 dólares. "Tienes que entrenar a los gallos como si fueran boxeadores, así están preparados", dice Basilio González. Las apuestas están prohibidas en Cuba, pero el dinero en efectivo pasa de mano en mano. En la mayoría de las vallas, las personas usan gorras de béisbol en las cuales puede leerse: "Los gallos me dan dinero, las mujeres me lo quitan". En la valla oficial de Ciego de Ávila, los extranjeros pagan 60 dólares por un asiento de primera fila. En las clandestinas, el costo para los locales oscila entre 2 y 8 dólares, una gran suma ya que el salario promedio mensual del Estado es de 25 dólares. "Podemos ganar cerca de 600 dólares diarios con las entradas y la venta de asientos", dice Reinol, quien prefirió reservarse su apellido y comentó que, pese a que divide los ingresos a la mitad con su socio, todavía gana más que son su trabajo de carnicero. (Editado en español por Nelson Acosta y Javier Leira)