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El presidente del Cabildo de La Gomera sugiere bombardear el volcán de La Palma para frenar la lava: ¿tiene sentido? No sería la primera vez

La erupción del volcán Cumbre Vieja de La Palma no da síntomas de agotamiento, ya hay ocho bocas abiertas y los días pasan sin que la destrucción se frene. Ante una situación así, no dejan de sucederse ideas o posibles soluciones para paliar los efectos de las coladas y salvar lo posible. En ese contexto, en unas declaraciones recogidas por la Cadena Ser, el presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo, sugería bombardear el volcán. Puede sonar a locura, pero lo cierto es que ya se hizo, hace décadas, con un volcán en Hawái.

El antecedente de bombardear un volcán está en el Mauna Loa en 1936. (Foto: Reuters/  GM1EA6Q0OX301/File Photo)
El antecedente de bombardear un volcán está en el Mauna Loa en 1936. (Foto: Reuters/ GM1EA6Q0OX301/File Photo)

“¿No hay un avión que vuela y que pueda hacer caer? Llegar y hacer caer ¡blum! y yo, oriento la lava en una dirección. Igual lo que yo digo es un disparate. A mí me da la impresión que desde el punto de vista tecnológico hay que probarlo”, ha sugerido Curbelo. Una idea lanzada tras un mes de erupción que ya se le ocurrió a alguien en los años treinta y que fue ejecutada ni más ni menos que por el general Patton.

Ocurrió en diciembre de 1935. El volcán Mauna Loa, en Hawái, que está considerado como el más grande, entró en erupción poniendo en peligro la ciudad de Hilo, que, entonces, como recordaba Nius, contaba con unos 20.000 habitantes. Intentando dar con una solución al problema y con la lava avanzando a una velocidad de 1,6 kilómetros por días, a Thomas Jaggar, director del Observatorio Hawaiano del Volcán, se le ocurrió que podían probar a bombardear los tubos volcánicos.

La teoría explica que estos se forman cuando la capa exterior se enfría y endurece convirtiéndose en una suerte de tuberías por las que circula la lava. Lo que pretendía Jaggar al bombardearlo era agujerearlo para que, al entrar aire en esos tubos, la lava de su interior se endureciese y frenase su velocidad.

Con el plan trazado, pidieron ayuda a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos para ejecutarlo. El 27 de diciembre, desde la base Ford, despegaban diez aviones Keystone B-3 y B-4 cargados de bombas para dejarlas caer sobre la zona de acción del volcán. Al mando de la operación, el teniente coronel George S. Patton. En total desplegaron 20 bombas cargadas con 272 kilos de TNT cada una.

La pregunta es si la operación tuvo éxito. Ahí es donde no hay acuerdo. Ni siquiera las crónicas del momento, como señala Nius, se pusieron de acuerdo en cuántos de los proyectiles lanzados acertaron en el objetivo. Hay quien dice que solo cinco y otros, que 12. Sobre si las que dieron en la diana llegaron a cumplir su misión, tampoco hay consenso.

Según un reportaje de la BBC, en la práctica, se llegaron a hacer cráteres en los tubos, pero sirvió de poco porque la lava los inundó de nuevo rápido y siguió fluyendo. Jaggar, ideólogo del plan, lo valoró positivamente y en declaraciones a The New York Times aseguró que “el experimento no ha podido ser más exitoso, hemos obtenido los resultados esperados”.

La historia dice que la lava dejó de discurrir el 2 de enero. Sin embargo, más que a la acción de Patton, muchos lo atribuyen a pura casualidad, a una coincidencia. Al menos, así lo defendió en sus memorias Harold Stearns, del Servicio Geológico de Estados Unidos, que voló en uno de aquellos aviones y nunca estuvo convencido del éxito de aquella misión.

Lo que sí funcionó en 1973 y en Islandia fue la idea de bombardear agua del mar para enfriar la lava del volcán Eldfell, en la isla de Heimaey. Lograron su objetivo y, además, salvaron de la destrucción su puerto por solo unos pocos metros.