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Una viróloga del laboratorio en Wuhan al centro de la pandemia, en entrevista

Un cartel de propaganda desaconsejando el consumo de animales salvajes en Wuhan en enero. (Gilles Sabrié para The New York Times)
Un cartel de propaganda desaconsejando el consumo de animales salvajes en Wuhan en enero. (Gilles Sabrié para The New York Times)

Shi Zhengli, una reconocida científica, dijo en una inusual conversación que las especulaciones sobre su laboratorio eran infundadas. Pero el secretismo de China hace que sus afirmaciones sean difíciles de validar.

Para un coro cada vez más numeroso de políticos y científicos estadounidenses, ella es la clave para que el mundo sepa si el virus que está detrás de la devastadora pandemia de COVID-19 se escapó de un laboratorio chino. Para el gobierno y la población de China, es una heroína del éxito del país en la contención de la epidemia y una víctima de maliciosas teorías de la conspiración.

Shi Zhengli, una de las mejores virólogas chinas, vuelve a estar en el centro de los relatos enfrentados sobre su investigación de los coronavirus en un laboratorio estatal de Wuhan, la ciudad donde surgió la pandemia.

La idea de que el virus pudiera haberse escapado de un laboratorio había sido durante mucho tiempo descartada por los científicos como inverosímil y rechazada por otros por su conexión con el expresidente Donald Trump. Pero la nueva investigación del gobierno de Joe Biden y las peticiones por parte de destacados científicos a una mayor transparencia han vuelto a poner la teoría en primer plano.

En general, los científicos están de acuerdo en que todavía no hay pruebas directas que apoyen la teoría de la filtración del laboratorio. Pero ahora son más los que dicen que la hipótesis se descartó de manera precipitada, sin una pesquisa exhaustiva, y señalan una serie de cuestiones inquietantes.

Algunos científicos dicen que Shi realizó experimentos arriesgados con coronavirus de murciélagos en laboratorios que no eran lo suficientemente seguros. Otros quieren que se aclaren los informes, que citan a la inteligencia estadounidense, que sugieren que hubo infecciones tempranas de COVID-19 entre varios empleados del Instituto de Virología de Wuhan.

Shi ha negado estas acusaciones y ahora se encuentra defendiendo la reputación de su laboratorio y, por extensión, la de su país. Cuando se la llamó a su celular la semana pasada, al principio Shi dijo que prefería no hablar directamente con periodistas, alegando la política de su instituto. Sin embargo, apenas podía contener su frustración.

La doctora Shi, tercera por la izquierda en la primera fila, con su compañero virólogo Wang Linfa, cuarto por la izquierda, y sus colegas del Instituto de Virología de Wuhan en un restaurante de Wuhan el 15 de enero de 2020. El brote acababa de surgir y el equipo se esforzaba por comprender el nuevo virus. (Cortesía of Wang Linfa vía The New York Times)

“¿Cómo se supone que ofrezca evidencias de algo cuando no hay evidencias?”, dijo, con una voz que subió de tono, con enojo, durante la breve conversación no programada. “No sé cómo el mundo ha llegado a esto, a ensuciar constantemente a una científica inocente”, escribió en un mensaje de texto.

En una rara entrevista por correo electrónico, denunció que las sospechas eran infundadas, incluidas las acusaciones de que varios de sus colegas podrían haber estado enfermos antes de que surgiera el brote.

Las especulaciones se reducen a una pregunta central: ¿tenía el laboratorio de Shi alguna fuente del nuevo coronavirus antes de que estallara la pandemia? La respuesta de Shi es un rotundo no.

Pero la negativa de China a permitir una investigación independiente en su laboratorio, o a compartir los datos de su investigación, dificulta confirmar las afirmaciones de Shi y solo ha alimentado las persistentes sospechas sobre cómo pudo la pandemia haberse afianzado en la misma ciudad que alberga un instituto conocido por sus trabajos sobre los coronavirus de los murciélagos.

Los partidarios de la hipótesis de los orígenes naturales, sin embargo, han señalado el papel de Wuhan como un importante centro de transporte, así como un estudio reciente que mostró que justo antes de que la pandemia golpeara, los mercados de la ciudad vendían muchas especies de animales capaces de albergar patógenos peligrosos que podrían saltar a los seres humanos.

El gobierno chino no ha dado la impresión de sospechar de Shi. A pesar del escrutinio internacional, parece que ha podido continuar con sus investigaciones y dar conferencias en China.

Lo que está en juego en este debate se extiende a la forma en que los científicos estudian las enfermedades infecciosas. Algunos científicos han citado el caso de la fuga en el laboratorio para presionar por un mayor escrutinio de los experimentos de “ganancia de función” que, en sentido amplio, pretenden hacer más potentes a los patógenos para comprender mejor su comportamiento y sus riesgos.

Muchos científicos dicen que quieren que la búsqueda de los orígenes del virus trascienda la política, las fronteras y los logros científicos individuales.

“Esto no tiene nada que ver con la culpa o el remordimiento”, dijo David Relman, microbiólogo de la Universidad de Stanford y coautor de una reciente carta en la revista Science, firmada por 18 científicos, que pedía una investigación transparente de todos los escenarios viables, incluyendo una fuga de laboratorio. La carta instaba a los laboratorios y agencias sanitarias a abrir sus registros al público.

“Es algo que va más allá de un científico, un instituto o un país. Cualquiera que tenga datos de este tipo debe publicarlos”, dijo Relman.

‘La transparencia es importante’

Muchos virólogos sostienen que lo más probable es que el coronavirus haya saltado de un animal a un humano en un entorno ajeno al laboratorio. Pero sin pruebas directas de un contagio natural, más científicos y políticos han pedido una investigación completa sobre la teoría de la fuga en el laboratorio.

Los defensores de la investigación en el laboratorio afirman que los investigadores del instituto de Shi podrían haber recolectado —o contraído— el nuevo coronavirus en la naturaleza; por ejemplo, en una cueva de murciélagos. O los científicos podrían haberlo creado, por accidente o por diseño. En cualquier caso, el virus podría haberse filtrado desde el laboratorio, quizás al infectar a un trabajador.

China ha tratado de influir en las investigaciones sobre el origen del virus, al tiempo que ha promovido sus propias acusaciones no probadas.

Pekín aceptó que un equipo de expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) visitara China, pero limitó su acceso. Cuando el equipo de la OMS dijo en un informe en marzo que era muy improbable que hubiese una fuga en el laboratorio, su conclusión se consideró precipitada. Incluso el jefe de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo: “No creo que esta evaluación haya sido lo suficientemente amplia”.

El mes pasado, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ordenó a las agencias de inteligencia que investigasen la cuestión del origen, incluida la teoría del laboratorio. El domingo, los líderes de las grandes democracias más ricas del mundo, en la cumbre del Grupo de los 7, instaron a China a formar parte de una nueva investigación sobre los orígenes del coronavirus. Biden dijo a los periodistas que él y otros líderes habían discutido el acceso a los laboratorios de China.

“La transparencia es importante en todos los ámbitos”, dijo Biden.

‘Los científicos tienen patria’

En tiempos menos polarizados Shi era un símbolo del progreso científico de China, a la vanguardia de la investigación de los virus emergentes.

Dirigió expediciones a cuevas para recoger muestras de murciélagos y guano, para aprender cómo los virus saltan de los animales a los humanos. En 2019, fue una de los 109 científicas elegidas para formar parte de la Academia Estadounidense de Microbiología por sus contribuciones en este campo.

“Es una científica excepcional: extremadamente cuidadosa, con una rigurosa ética de trabajo”, dijo Robert C. Gallo, director del Instituto de Virología Humana de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland.

El Instituto de Virología de Wuhan emplea a casi 300 personas y alberga uno de los dos únicos laboratorios chinos que han recibido la máxima designación de seguridad, el Nivel 4 de Bioseguridad. Shi dirige el trabajo del instituto sobre enfermedades infecciosas emergentes y, a lo largo de los años, su grupo ha recogido más de 10.000 muestras de murciélagos de toda China.

Según el enfoque centralizado de la investigación científica en China, el instituto responde al Partido Comunista, que quiere que los científicos estén al servicio de los objetivos nacionales. “La ciencia no tiene fronteras, pero los científicos tienen patria”, dijo Xi Jinping, el líder del país, en un discurso dirigido a los científicos el año pasado.

Sin embargo, la propia Shi no pertenece al Partido Comunista, según informan los medios oficiales chinos, lo que no es habitual en empleados estatales de su categoría. Construyó su carrera en el instituto, donde empezó como asistente de investigación en 1990 y ascendió en el escalafón.

Shi, de 57 años, obtuvo su doctorado en 2000 en la Universidad de Montpellier, Francia, y comenzó a estudiar los murciélagos en 2004, tras el brote del síndrome respiratorio agudo severo (SARS, por su sigla en inglés), que mató a más de 700 personas en todo el mundo. En 2011, hizo un gran avance cuando encontró murciélagos en una cueva del suroeste de China que portaban coronavirus similares al virus que causa el SARS.

“En todo el trabajo que hacemos, si se puede prevenir aunque sea una vez el brote de una enfermedad, entonces lo que hemos hecho será muy significativo”, dijo a CCTV, la emisora estatal china, en 2017.

Pero algunos de sus descubrimientos más notables han suscitado desde entonces el mayor escrutinio. En los últimos años, Shi empezó a experimentar con coronavirus de murciélagos modificándolos genéticamente para ver cómo se comportan.

En 2017, ella y sus colegas del laboratorio de Wuhan publicaron un artículo sobre un experimento en el que crearon nuevos coronavirus de murciélago híbridos mezclando y combinando partes de varios existentes —incluyendo al menos uno que era casi transmisible a los humanos— para estudiar su capacidad de infectar y replicarse en células humanas.

Los defensores de este tipo de investigación dicen que ayuda a la sociedad a prepararse para futuros brotes. Los críticos afirman que los riesgos de crear nuevos patógenos peligrosos pueden superar los posibles beneficios.

El panorama se ha complicado con nuevas preguntas sobre si la financiación del gobierno estadounidense que se destinó al trabajo de Shi apoyó la controvertida investigación de ganancia de función. El instituto de Wuhan recibió alrededor de 600.000 dólares en subvenciones del gobierno de Estados Unidos, a través de una organización sin ánimo de lucro llamada EcoHealth Alliance. Los Institutos Nacionales de la Salud dijeron que no habían aprobado la financiación para que la organización sin ánimo de lucro llevara a cabo una investigación de ganancia de función sobre los coronavirus que los hubiera hecho más infecciosos o letales.

Shi, en una respuesta por correo electrónico a las preguntas, argumentó que sus experimentos difieren del trabajo de ganancia de función porque no se propuso hacer un virus más peligroso, sino entender cómo podría saltar a través de las especies.

“Mi laboratorio nunca ha llevado a cabo ni ha colaborado en la realización de experimentos de ganancia de función que aumenten la virulencia de los virus”, dijo.

‘Especulación basada en la más absoluta desconfianza’

La preocupación se ha centrado no solo en los experimentos que realizó Shi, sino también en las condiciones en las que los llevó a cabo.

Algunos de los experimentos de Shi sobre los virus de los murciélagos se realizaron en laboratorios de nivel de bioseguridad 2, donde la seguridad es menor que en otros laboratorios del instituto. Esto ha suscitado dudas sobre si un patógeno peligroso podría haberse escapado.

Ralph Baric, un destacado experto en coronavirus de la Universidad de Carolina del Norte que firmó la carta abierta en Science, dijo que, aunque era probable que el virus tuviera un origen natural, era partidario de que se revisara qué nivel de precauciones de bioseguridad se tomaba al estudiar los coronavirus de los murciélagos en el instituto de Wuhan. Baric llevó a cabo una investigación de ganancia de función aprobada por los Institutos Nacionales de la Salud en su laboratorio de la Universidad de Carolina del Norte, en la que usó información sobre las secuencias genéticas virales proporcionada por Shi.

Shi dijo que los virus de los murciélagos de China podían estudiarse en laboratorios BSL-2 porque no había pruebas de que infectaran directamente a los seres humanos, una opinión apoyada por algunos otros científicos.

También rechazó los informes recientes de que tres investigadores de su instituto habían buscado tratamiento en un hospital en noviembre de 2019 por síntomas similares a los de la gripe, antes de que se informaran los primeros casos de COVID-19.

“El Instituto de Virología de Wuhan no se ha encontrado con esos casos”, escribió. “Si es posible, ¿puedes proporcionar los nombres de los tres para ayudarnos a comprobarlo?”.

En cuanto a las muestras que tenía el laboratorio, Shi ha sostenido que el virus de murciélago más cercano que tenía en su laboratorio, que compartió públicamente, era solo un 96 por ciento idéntico al SARS-CoV-2, el virus que causa la COVID-19, una gran diferencia según los estándares genómicos. Rechaza las especulaciones de que su laboratorio haya trabajado con otros virus en secreto.

La investigación de Shi sobre un grupo de mineros de la provincia de Yunnan que sufrieron una grave enfermedad respiratoria en 2012 también ha suscitado dudas. Los mineros habían trabajado en la misma cueva en la que el equipo de Shi descubrió más tarde el virus del murciélago que es similar al SARS-CoV-2. Shi dijo que su laboratorio no detectó coronavirus similares al SARS de murciélagos en las muestras de los mineros y que publicaría pronto más detalles en una revista científica; sus críticos dicen que ha ocultado información.

“Este asunto es demasiado importante como para no dar a conocer todo lo que tiene y de forma oportuna y transparente”, dijo Alina Chan, investigadora postdoctoral del Instituto Broad del MIT y de Harvard, que también firmó la carta de Science.

Muchos científicos y funcionarios afirman que China debería compartir los historiales médicos de los empleados y los registros del laboratorio sobre sus experimentos y su base de datos de secuencias virales para evaluar las afirmaciones de Shi.

Shi dijo que ella y el instituto habían sido abiertos con la OMS y con la comunidad científica mundial.

“Esto ya no es una cuestión de ciencia”, dijo por teléfono. “Es una especulación basada en la más absoluta desconfianza”.

‘No tengo nada que temer’

La pandemia era un momento para el que Shi y su equipo se habían preparado durante mucho tiempo. Durante años, ella había advertido de los riesgos de un brote de coronavirus, acumulando una reserva de conocimientos sobre estos patógenos.

En enero del año pasado, mientras Shi y su equipo trabajaban frenéticamente, estaban agotados, pero también entusiasmados, dijo Wang Linfa, virólogo de la Facultad de Medicina Duke-Universidad Nacional de Singapur que estaba en Wuhan con Shi en ese momento.

“Toda la experiencia, los reactivos y las muestras de murciélagos que había en el congelador se usaban por fin de forma significativa a nivel mundial”, dijo Wang, colaborador y amigo de Shi desde hace 17 años.

Shi publicó algunos de los primeros trabajos más importantes sobre el SARS-CoV-2 y la COVID-19, en los que se han basado los científicos de todo el mundo.

Pero pronto se empezaron a escuchar especulaciones sobre Shi y su laboratorio. Shi, conocida entre sus amigos por su franqueza, estaba desconcertada y enfadada, y a veces lo dejaba ver.

En una entrevista con la revista Science el pasado mes de julio, dijo que Trump le debía una disculpa por afirmar que el virus procedía de su laboratorio. En las redes sociales, dijo que la gente que planteaba cuestiones similares debería “cerrar sus apestosas bocas”.

Shi dijo que lo que consideraba la politización de la cuestión le había quitado todo el entusiasmo por investigar los orígenes del virus. En su lugar, se ha centrado en las vacunas para la covid y en las características del nuevo virus, y con el tiempo, dijo, se ha calmado.

“Estoy segura de que no hice nada malo”, escribió. “Así que no tengo nada que temer”.

James Gorman, Amy Chang Chien y Liu Yi colaboraron con reportería e investigación.

Amy Qin es una corresponsal internacional que cubre la intersección de cultura, política y sociedad en China. @amyyqin

Chris Buckley es el corresponsal jefe para China y ha vivido la mayor parte de los últimos 30 años en China después de haberse criado en Sídney, Australia. Antes de unirse al Times en 2012 fue corresponsal en Pekín para Reuters. @ChuBailiang

James Gorman, Amy Chang Chien y Liu Yi colaboraron con reportería e investigación.

This article originally appeared in The New York Times.

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