Villa Gesell: una multitud recordó a Fernando Báez Sosa frente a la escena del crimen

VILLA GESELL.- El primer nombre que quebró el silencio, lanzado al aire y a grito vivo, fue el de Enzo Comelli. "Asesino", respondió la multitud. Así se repitió enseguida, apenas se terminó de mencionar también a Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Lucas Pertossi, Luciano Pertossi, Blas Cinallli, Ayrton Viollaz, Matías Benicelli, Juan Pedro Guarino y Alejo Milanessi. Y finalizada la lista otros dos reclamos a coro, con cada sílaba bien marcada en la entonación al ritmo de palmas batientes: "Jus-ti-cia" primero. Y, enseguida, "Per-pe-tua".

Frente al local bailable Le Brique y en torno a la escena del crimen, ahora convertido en un literal santuario lleno de imágenes de Fernando Báez Sosa, geselinos y turistas cubrieron ese tramo de la Avenida 3 entre oraciones, lágrimas, recuerdos de otros homicidios impunes y también severos cuestionamientos a las autoridades locales y provinciales.

Llora Tatiana Caro, la exrelaciones públicas de Le Brique que se convirtió en testigo fundamental ante la justicia para aportar datos que hacen al esclarecimiento de este caso. "Me amenazaron, claro que tuve miedo, pero sirvió, ahora veo que valió la pena", dice a LA NACION y señala a la multitud que por primera vez ganas las calles del balneario para exigir que paguen los culpables de este brutal homicidio.

Solo la misa que celebró el obispo de la Diócesis de Mar del Plata, monseñor Gabriel Mestre, aplacó un momento de tensión entre más de 1500 manifestantes. En medio del recuerdo del primer mes de este asesinato que conmovió a esta ciudad y el país cruzaban acusaciones y mezclaban responsables.

"Dónde estaba la policía", se escuchaba desde la vereda del local bailable, con escalinatas copadas por los participantes del acto. "Basta de boliches en Villa Gesell", exigió otro, también a puro grito, desde un costado del palco donde se celebraría el oficio religioso.

"Que den la cara los funcionarios", se escucha fuerte y lo escucha el intendente local, Gustavo Barrera, escondido detrás de una doble línea de miembros de su gabinete y concejales afines, desapercibido para quienes reclamaban su presencia y respuestas por lo acontecido. El temor desbordaba le desbordaba el rostro. Le temblaba el mentón y los ojos, rojos y en mirada perdida, se le cargaban de lágrimas que nunca rebalsaron hacia las mejillas. Se fue en silencio, siempre bien flanqueado por sus cercanos, cuando Mestre cerraba la misa con un único pedido: "Verdad y justicia por Fernando".

Fue la primera y contundente manifestación de esta comunidad tras este crimen cometido el pasado 18 de enero. Un caso que cargó de tragedia una temporada que apuntaba a ser histórica por cantidad de visitantes y movimiento turístico. Enero se vivía casi a capacidad completa, con restaurantes a pleno, un verdadero boom de consumo y locales nocturnos saturados de jóvenes, por miles y dueños exclusivos de madrugadas y amaneceres de flacos controles.

"Desde el crimen de Fernando todos están más tranquilos, beben menos y hay menos violencia, como debió ser desde el primer día de este verano", resalta Tatiana, conmovida y sin parar de llorar. "Yo vi lo que le hicieron, no me lo voy a olvidar jamás", remarca una de las testigos del crimen.

La concentración de público comenzó poco antes de las 18. Llegaban imágenes de Báez Sosa con la frase "Justicia por Fernando". También carteles. "Que la plata no sea poder", se leía en uno. "Rosario presente", decía otro. "No falleció, lo mataron. No fue una pelea, lo emboscaron. No fue una desgracia, fue un crimen", estampó otra manifestante.

La presencia turística en el balneario, importante en número para este momento de febrero, quedó reflejada a los gritos. Santa Fe, Reconquista, Mendoza, San Juan, Córdoba, Tandil.. También Paraguay, de dónde son oriundos los padres de Fernando. A la mención de cada ciudad respondieron con un "presente" contundente.

Además se sumaron familiares y amigos de otras víctimas de la violencia en este distrito. Estaban los que pedían justicia por Joaquín Piñeiro, asesinado a la salida de Puerto Límite, golpeado y asfixiado en la arena. También los de Luli Mosteiro, Cinthya Fillipone y Lorena Arana, entre otros casos fatales que son parte de la trágica historia de estas playas.

"Lo que quiero es pedir justicia", explica Gabriel Rippo, de 10 años y turista de Lanús, que armó un cartel en cartulina Blanca con un pedido por Fernando, el esclarecimiento del caso y condena a los culpables. "Cárcel común, nada de privilegios", se escucha desde el corazón de la concentración, y la multitud aplaude.

Aunque algunos vecinos preferían una marcha a la misa, Mestre asomó una vez que en Capital Federal terminaron de hablar los padres de Fernando. Para ellos leyó una carta que le envió el Papa Francisco para esta fecha tan especial. "Celebraré la Eucaristía por Fernando y sus padres", dijo el Santo Padre.

El obispo pidió "verdad y justicia por Fernando y todas las víctimas de la violencia" y remarcó el pedido de comprometerse "desde los corazones a ser artesanos de la paz". "Justicia y no violencia son las palabras que nos deja el corazón dolido de la madre de Fernando", recordó.

El aplauso final estremeció a todos. Duró casi dos minutos y fue conmovedor. Mestre cerró el acto con la bendición del cantero contra el que asesinaron a Fernando Báez Sosa. Sobre esa tierra y el árbol que allí luce firme se multiplican fotos de la víctima, cartas que le escribieron, estampitas de vírgenes y santos, rosarios, flores y hasta remeras. Cientos pasan y se persignan frente a esa suerte de santuario. Una señora apoya su mano sobre una de las fotos, besa su mano e invita al resto a repetir el gesto. "Pidan por él, por Fernandito: nos tiene que ayudar a un milagro, el de la paz para nuestros hijos", reclama y suelta el llanto.