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Zapateros artesanales de Nicaragua sufren en silencio el impacto de la pandemia

Masaya (Nicaragua), 4 sep (EFE).- Mientras la industria de cuero y calzado de Nicaragua espera crecer en un dígito en 2020, principalmente gracias a las exportaciones, existen pequeños zapateros artesanales que sufren en silencio el impacto de la pandemia del coronavirus, algunos de los cuales han visto caer sus ventas hasta en un 70 %.

El fluido del comercio internacional, que no se ha visto interrumpido por la COVID-19, oculta la situación de los zapateros artesanales, cuyos talleres ya habían sido golpeados con la crisis sociopolítica que estalló en abril de 2018, el alza de impuestos de 2019 y que fueron rematados ahora con la pandemia.

La mayoría de productores de zapatos artesanales que han sido golpeados por la pandemia en Nicaragua están en la ciudad de Masaya (sureste), donde ya habían desaparecido más de 300 talleres en los últimos dos años.

"Es la peor crisis. Nunca habíamos pasado esta crisis. Jamás. Hasta ahora que estamos con esta nueva experiencia", lamentó ante Efe Roberto Gamboa, dueño de Calzado Gamboa.

Gamboa es uno de los comerciantes cuyo taller está trabajando al 30 % de su capacidad, según dijo, porque de tres tiendas que antes abastecía, ahora solamente se quedó con una.

La situación es similar para Zapatería Cano, también en Masaya. Su dueña, Francisca Vásquez, señaló que la reducción de los pedidos es notable desde que la pandemia alcanzó Nicaragua, en marzo pasado.

"Nos ha afectado económicamente, porque a raíz de esta pandemia los negocios se han venido para abajo. Antes se producían unos 400 pares, ahora se producen 200 por día", sostuvo Vásquez.

La propietaria recuerda que previo a la pandemia su taller hacía turnos nocturnos para mantener la producción, pero ahora eso no es necesario.

Otros talleres han tenido que seguir adelante aunque un integrante importante haya fallecido en el contexto de la pandemia, que ha cobrado la vida de 141 personas o 2.680, depende si lo dice el Ministerio de Salud o el Observatorio Ciudadano COVID-19, que cuenta con el aval del gremio médico.

OBREROS AFECTADOS

Gamboa y Vásquez indicaron que, como dueños, ellos pueden sortear los efectos percibiendo menos ganancias o ajustando con ahorros, pero sus trabajadores han sufrido algunos efectos ineludibles.

En el caso de Calzado Gamboa, su dueño dijo que debió despedir a dos empleados, sin contar a su viejo amigo Ramón Caldera, un hombre mayor, quien ya se había visto obligado a estar cuatro meses desempleado.

"Estuve cuatro meses sin trabajar. La familia me ayudó. Con el apoyo de mis hijos me mantuve", explicó Caldera, quien con suerte logrará ganar el equivalente al salario mínimo de los zapateros, equivalente a 167 dólares el mes, algo más de un tercio de lo que cuesta la canasta básica.

Zapatería Cano, para evitar despidos, optó por dividir a sus 32 empleados en dos bloques, mientras uno descansa el otro trabaja, ganan la mitad, pero al menos conservan su trabajo.

"Yo no tengo hijos, pero ayudo a mi mamá y a mis cuatro hermanas. Nos ha tocado ir a descanso, pero gracias a Dios ella (Vásquez) se mueve (busca clientes) y nos mantiene el trabajo", dijo el trabajador Elvis Flores, de 25 años.

ESTRATEGIAS PARA SOBREVIVIR

El "moverse" hacia nuevos mercados es lo que ha permitido a Vásquez seguir a flote y conservar las plazas en su taller.

"Vendo en el Mercado Oriental (Managua). Ya vendía en Matagalpa (norte), pero ahora me he metido más adentro, en zonas más alejadas, y así nos estamos manteniendo, esperando que diciembre sea, como siempre, un mes bueno", explicó Vásquez.

Los estilos de zapatos también son importantes. Cuando Zapatería Cano detecta que un diseño está de moda, no solamente lo ofrece en el mercado que ya conoce, sino que lo introduce a los que va "descubriendo" en el camino, sin descuidar los de temporada, como la escolar, la de fin de año o la de fiestas patrias, ahora en septiembre.

En Calzado Gamboa, donde hay experiencia con exportaciones, la estrategia es diferente.

"Se está produciendo lo que encargan. Son clientes personales. Ahorita voy a enviar un producto a Costa Rica, y de Costa Rica lo sacan para España. Son muestras que estoy haciendo, porque he trabajado con mercados fuera de Nicaragua. He entregado a España, a Canadá, a los Estados Unidos", sostuvo Gamboa.

Impedidos de elevar los precios para recuperar sus ganancias, los dueños de ambos talleres coincidieron en que la clave también está en superar la calidad de forma constante, para no perder los clientes que quedan y los nuevos, en un país que puede producir más de 8 millones de pares de zapatos en un año.

Y mientras lo hacen, los zapateros artesanales continúan cortando el cuero y dando el acabado con sus propias manos, a la espera de que pase la peor crisis en 40 años.

(c) Agencia EFE