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A la playa con PCR, la tímida apertura al turismo local en Filipinas

Boracay (Filipinas), 2 oct (EFE).- Los filipinos, que han debido soportar una de las cuarentenas más largas del mundo, tienen ahora la oportunidad de escapar a la playa, con la apertura de la paradisiaca isla de Boracay al turismo local, aunque han de cumplir rigurosos requisitos que incluyen una prueba PCR negativa.

"Creo que el requisito de la PCR va a ser un elemento disuasorio para muchos turistas, pero a la vez tenemos que garantizar la seguridad de nuestros huéspedes", señala a Efe Roland Galano, director del Belmont, uno de los hoteles más exclusivos de la isla, célebre por sus playas de arena blanca, palmeras y agua cristalina.

También se han extremado las medidas de higiene y seguridad: reserva QR para evitar tener que rellenar formularios, dispensadores de alcohol automáticos en los accesos, desinfección de las habitaciones con radiación ultravioleta y uso obligatorio de mascarilla.

UNA PRIORIDAD DEL GOBIERNO

La pandemia de COVID-19 ha hecho mella en Boracay, la isla poblada más pequeña del país y donde casi todos sus negocios y habitantes dependen de los más de 2 millones de turistas que reciben anualmente. Una cuarta parte de los 8,2 millones de visitantes extranjeros que recibió Filipinas en 2018 fueron a Boracay.

Por ello, reabrir la isla al turismo interno -donde se estima que unas 15.000 personas perdieron su trabajo por la pandemia- ha sido una de las prioridades del Gobierno filipino. Boracay es desde octubre el único destino que admite visitantes de todas las regiones, incluida Manila, principal foco de COVID-19 en el país.

"Reabrir Boracay es un primer paso crucial para revivir nuestra industria, de forma segura y gradual", indicó en rueda de prensa la secretaria de Turismo, Bernadette Romulo-Puyat, quien urgió a los visitantes a ser "turistas responsables".

Estos deben enviar antes de viajar sus datos personales, la reserva del alojamiento y la confirmación de vuelo a las autoridades locales para obtener un código QR personal que funciona como un salvoconducto para poder entrar y moverse libremente por la isla.

UN COSTOSO REQUISITO

Pero la prueba PCR 48 horas antes de viajar a la isla ha sido lo más cuestionado en Filipinas, por su elevado precio -entre 90 y 200 dólares dependiendo del laboratorio- y por la sobrecarga de trabajo que puede suponer en un país con más de 300.000 casos de COVID-19 y la curva aún en ascenso.

Tanto la secretaria como las autoridades locales son conscientes de que la exigencia de PCR puede ser un factor disuasorio, pero es algo "temporal".

"Sabemos que es una condición difícil de cumplir, pero no queremos una avalancha inmediata de turistas. Es una manera de mantener las visitas bajo control", explicó el gobernador de Boracay, Florencio Miraflores.

ATRAER TURISTAS

Para compensar el gasto de la PCR, muchos hoteles se han comprometido a reducir sus tarifas de forma transitoria, como el hotel Belmont, donde el precio medio por habitación ha descendido de 100 a 50 dólares.

"Hemos pasado de estar llenos en enero, antes de la pandemia, a tener solo dos o tres habitaciones estos últimos meses", indicó Galano, ya que Boracay abrió en julio solo a visitantes de las islas vecinas, un flujo muy limitado e insuficiente para mantener el turismo a flote.

De momento, 204 alojamientos que suman 4.475 habitaciones cumplen los requisitos sanitarios para la reapertura y operarán al 50 % de su capacidad, mientras que el límite de visitantes diarios en la isla se ha puesto en 2.000, cifra que en los primeros días parece improbable de alcanzar.

El jueves 1 de octubre, primer día oficial de apertura de Boracay, solo un vuelo con 26 pasajeros llegó a la isla, siete de ellos procedentes de Manila, la capital que lleva más de medio año cerrada a cal y canto.

"Confiamos en que poco a poco vengan más. Es normal que la gente esté reticente al principio. Pero para el fin de semana esperamos más visitantes y nos costa que los hoteles ya tienen reservas para las próximas semanas", indicó el gobernador.

TURISMO EXTRANJERO

Sin embargo, empresarios y trabajadores del sector turístico admiten que el negocio no se recuperará del todo hasta que no se permita la entrada a turistas extranjeros.

"Para nuestro negocio son fundamentales, nuestros principales clientes, sobre todo chinos y coreanos, les encanta la barbacoa", señala a Efe Malou Sitao, encargada del restaurante "Backyard BBQ" que pasó de tener más de 15 empleados antes de la pandemia a reabrir con 5.

Corea del Sur, China y Taiwán son los mayores mercados de turistas para Boracay, donde muchos negocios tienen sus menús y carteles en sus idiomas.

Conscientes de su importancia, las autoridades de la isla confían en que la apertura doméstica tenga éxito para plantearse "burbujas turísticas" en diciembre con países de la región con la pandemia bajo control.

Esos tres países "podrían ser los primeros, ya que hay vuelos directos con ellos desde el aeropuerto internacional de Kalibo, uno de los puertos de entrada a Boracay", dijo el gobernador, que no quiso comprometer fechas.

Sara Gómez Armas

(c) Agencia EFE