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Un Molenbeek movilizado contra la yihad, cinco años después de Bataclan

Bruselas, 13 nov (EFE).- En alerta y movilizado contra la radicalización, el barrio belga de Molenbeek lucha por dejar atrás la imagen de aparente "nido de la yihad" a la que se le asocia por ser el lugar donde vivieron los terroristas que hace cinco años protagonizaron el tiroteo en la sala de conciertos Bataclan y otros ataques en París.

"Antes de esa tragedia, los padres tocaban desesperados diferentes puertas pidiendo ayuda para alejar el peligro de sus calles, porque sabíamos años antes que había extremismo en el barrio, pero todos les cerraban la puerta en la cara: la policía, los jueces, la política. Hizo falta una masacre para que se movilizaran", explica a Efe el exdiputado belga Ahmed El Khannouss, regidor de Molenbeek entre 2006 y 2018.

Su entonces jefa, la alcaldesa Françoise Schepmans, reconoció en 2015 que los proyectos para combatir la radicalización en su municipio "comenzaron demasiado tarde, y con muy poco dinero".

Bashir Mrabet, trabajador social del distrito con la ONG Foyer, confirma a Efe que los padres "están un poco menos preocupados y mucho más atentos y mejor informados sobre los riesgos, pero los propios jóvenes también son menos ingenuos" en este tema.

"Lamentablemente, la reputación de Molenbeek no era muy buena tampoco antes de los ataques. Pero después de todas esas tragedias que vivimos hace cinco años, la imagen de nuestro municipio está por los suelos y no es fácil de gestionar", añade Mrabet.

Los vecinos sabían que "la radicalización se había colado en mezquitas y escuelas" del distrito, pero no fue hasta los ataques de 2015 en París y 2016 en Bruselas cuando "se tomó la decisión radical de coger el toro por los cuernos" para combatir "una secta que tentaba a jóvenes a cometer atentados aprovechando su vulnerabilidad".

El municipio de Sint-Jans-Molenbeek, en el oeste de la región de Bruselas, tiene 96.000 habitantes. Pasó en el siglo XIX de distrito agrícola a suburbio industrial y hoy es un barrio de población inmigrante, en gran parte de ascendencia marroquí y muy joven, con un alto desempleo y una renta media que no llega a los 17.000 euros al año.

LA SOMBRA DE AQUELLA PESADILLA

Mrabet reconoce que la situación "es más serena en este momento" en lo relativo a la radicalización, aunque lamenta que "aún hay problemas sociales, no necesariamente relacionados con el aspecto religioso" ni con el radicalismo.

Asociaciones como Foyer "han hecho un gran trabajo de sensibilización, otros imparten educación sobre redes sociales, porque muchos jóvenes habían sido contactados por este medio", agrega.

Aun así, dice El Khannouss, a los vecinos se les siguen poniendo los pelos de punta cada vez que aparece una noticia sobre un atentado cometido en nombre del islam, como la reciente decapitación del profesor francés Samuel Paty, o el tiroteo de la semana pasada en Viena, que dejó cuatro muertos.

Lamenta que "se responsabilizara de forma generalizada a los musulmanes y al vecindario" de lo ocurrido en París la noche del 13 de noviembre de 2015, así como de los atentados contra el aeropuerto y el metro de Bruselas unos meses después.

"Los políticos empezaron a mezclar todo, el ministro del Interior (Jan Jambon) calificó el barrio de 'nido de la yihad', cuando sabemos que los salafistas y los movimientos islamistas radicales son los únicos culpables. Son una secta, saben cómo comerles la cabeza a los chavales", explica.

"Esos criminales han dejado a sus familias destrozadas, algunos tienen problemas mentales, otros se han ido del barrio o ya no se hablan", añade el exdiputado, en referencia a familiares de Abdesalam y su hermano Brahim, que se han marchado en busca del anonimato tras "una masacre contra tantos ciudadanos inocentes".

En Molenbeek también vivió Hassan El Haski, implicado en los atentados de Madrid en 2004; Mehdi Nemmouche, el autor del tiroteo contra el Museo Judío de Bruselas en 2014; y Ayoub El Khazzani, excombatiente en Siria, que había residido con su hermana en el barrio antes de disparar a los pasajeros de un tren entre Amsterdam y París.

RESPIRAN CALMADOS, PERO SIN BAJAR LA GUARDIA

En los últimos cinco años no se ha abierto ningún caso por presunto terrorismo a alguien del barrio, asegura El Khannous, pero "tampoco hay que dormirse en los laureles: la ideología yihadista sigue viva, al igual que siguen existiendo jóvenes que se siente excluidos por la sociedad, el colegio, sus propios padres, y los extremistas siempre estarán ahí para responder a sus dudas existenciales llenándoles la cabeza de basura".

"Y si no, ¿de dónde saca un joven la idea de degollar a un profesor? Son chavales que abren sus oídos a esta propaganda. De un día a otro, le pegan gritos a su madre por ser mala musulmana, obligan a sus hermanas a usar el hiyab, les prohíben ver la tele o escuchar música. Ahora los padres pueden pedir ayuda si se huelen algo, antes nadie les hacía caso", alerta.

Imane Rachidi

(c) Agencia EFE