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Itaewon, refugio de diversidad en un Seúl atizado por la pandemia

Seúl, 2 jun (EFE).- Las enérgicas calles de Itaewon, el barrio más multiétnico de Seúl y uno de los pocos refugios para la comunidad LGTBI surcoreana, lucen hoy solitarias tras un reciente brote de COVID-19, el enésimo estigma con el que carga el vecindario y los negocios que le dan vida.

Es la hora del almuerzo de un sábado radiante de mayo y Buddha's Belly apenas suma seis comensales.

El local es una institución en la zona y sus mesas están entre las más codiciadas gracias a sus especialidades tailandesas y a su terraza con vistas.

La enorme popularidad del drama televisivo surcoreano "Itaewon class" -el local que opera el protagonista en la ficción queda apenas a 50 metros- arrastraba aún más público si cabe en los últimos meses.

Hoy, sin embargo, todos los restaurantes del lugar lucen igual de vacíos.

DURO GOLPE TRAS EL BROTE

"Estamos embolsando el 10 % de lo que habitualmente facturamos desde el brote", cuenta a Efe Choi Won, uno de los encargados de Buddha's Belly, en referencia al foco detectado en una callejuela de bares del barrio a principios de mayo.

El brote, al que hay ligados 270 infecciones, se identificó tras un eufórico fin de semana al que se le juntaron varios festivos y en el que, tras meses de distanciamiento social y entre noticias de que el contagio local amainaba, miles de personas llenaron hasta la madrugada los famosos bares y clubes de Itaewon.

Desde entonces, el coronavirus se ha convertido en el último de una larga serie de prejuicios que pesan sobre este vecindario, cuya evolución resume bien los alocados vaivenes históricos en el extremo sur de la península coreana durante el último siglo.

PASADO MILITAR, MALA REPUTACIÓN

Itaewon no puede entenderse sin el cercano cuartel de Yongsan, enorme complejo de dos kilómetros cuadrados levantado por las tropas imperiales niponas durante el periodo colonial (1910-1945) que las fuerzas estadounidenses desplegadas en Corea del Sur (USFK) adoptaron después como sede.

A partir de ahí, y durante décadas, Itaewon fue un hervidero de locales de prostitución y bares para el personal militar y, en un país caracterizado por la homogeneidad racial, desarrolló una imagen -que aún perdura- de "lugar peligroso lleno de extranjeros".

En 1976 se construyó su imponente mezquita, algo que, por un lado, contribuyó a cimentar la idea de "gueto extranjero" y, por otro, atrajo a una numerosa comunidad musulmana que es hoy uno de los engranajes fundamentales del barrio.

Con sus restaurantes -hoy también vacíos- y comercios, este colectivo ayudó a modificar el rostro de Itaewon con el cambio de siglo, lapso en el que el creciente desarrollo económico y aperturismo surcoreanos y la progresiva reestructuración de las tropas en Corea del Sur hicieron el resto.

NUEVOS AIRES

Durante ese periodo abrieron aquí locales como Route 66, que tiene al estadounidense Ryan Burda al frente y es famoso por sus alitas de pollo y su amplia selección de cervezas.

"El impacto ha sido brutal en esta zona. El negocio ha sufrido bastante", cuenta Burda mientras cae la noche en Itaewon y la música de aquellos establecimientos que no han optado por cerrar resuena en unas calles casi desiertas.

Burda y otros hosteleros creen que las autoridades no han lanzado ningún mensaje ni iniciativa de apoyo para el barrio y que con ello contribuyen a extender la idea de que la infección campa a sus anchas por aquí.

"Van a dejar morir esta zona y eso está dañando a un montón de empresarios", añade Burda.

El barrio ya venía sufriendo por el progresivo traslado de los residentes de la base de Yongsan -donde vivían más de 25.000 personas- a Pyeongtaek (60 kilómetros al sur de Seúl), donde USFK estableció su nuevo cuartel general en 2018.

Después llegó la desaparición del turismo con la propagación del coronavirus, un turismo que, como recuerda Willy Watson, propietario del bar irlandés Shenanigans, los hosteleros, olvidados ahora, "han contribuido a nutrir".

LA COLINA: REFUGIO LGTBI

Unas cuadras más al este queda "La colina" -sobrenombre de la empinada callejuela donde se apretujan los locales LGTBI que fueron el epicentro del brote -y aquí el silencio es directamente plomizo.

Hace un par de décadas, los primeros bares para clientela gay comenzaron a abrir en esta loma aprovechando el cierre paulatino de burdeles, convirtiendo el lugar en refugio para una comunidad muy discriminada y a la que ahora el virus, con la ayuda de algunos medios de comunicación locales, ha golpeado con dureza.

"Hay miembros del colectivo con mucha ansiedad y miedo por el hecho de que se revele su sexualidad en sus puestos de trabajo, centros de estudio o a sus familias", explica Jong Geol Lee, director general de Chingusai, grupo que defiende los derechos de hombres gay en Corea del Sur.

Chingusai participa en una línea telefónica de apoyo que esta asesorando a miembros del colectivo que han sido despedidos o discriminados tras darse a conocer que estuvieron en estos locales.

Más adelante, dice Jong, tocará escuchar a los empresarios "que operan clubs, bares y karaokes en Itaewon o Jogno (otra zona "LGTBI friendly")" que hayan resultado perjudicados por el brote.

Por ahora, todos los bares de "La colina", cuyas fachadas lucen carteles con la palabra "desinfectado", han quedado cerrados y en silencio, al igual que una clientela a la que se ha empujado de nuevo a la clandestinidad.

Andrés Sánchez Braun

(c) Agencia EFE