La escuela de la nueva normalidad, enfocada en el servicio y la solidaridad

Buenos Aires, 27 ago (EFE).- La nueva normalidad pospandemia traerá no solo una "nueva escuela" sino una "mejor escuela", en la que la capacidad de ser solidario y el hacer algo para solucionar los problemas será una de las competencias fundamentales, afirma la pedagoga Nieves Tapia, fundadora y directora del Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario (CLAYSS).

"Si algo nos enseñó la pandemia es que cualquier conducta individual tiene consecuencias sociales y que si no enseñamos a nuestros niños desde pequeños a cómo cuidarse y cuidar a los otros, no tenemos futuro", asegura a Efe la profesora de Historia que desde hace décadas difunde esta pedagogía.

Y esto no se aprende leyendo un libro o viendo un vídeo, "esas cosas se aprenden haciéndolas y por eso me parece que va a ser indispensable el aprendizaje y servicio en la nueva normalidad", sostiene.

¿QUÉ ES EL APRENDIZAJE Y SERVICIO SOLIDARIO?

"Aprender sirve, servir enseña", es el lema de CLAYSS, que promueve una metodología que a través de experiencias, proyectos o programas institucionales de servicio solidario protagonizado de forma activa por estudiantes genera aprendizajes significativos.

Esta filosofía pedagógica se puede aplicar desde el jardín de infantes hasta la universidad y, según Tapia, lo que la diferencia del voluntariado es que son proyectos que están planificados no solo para atender una necesidad de la comunidad sino también como un camino de aprendizaje formal.

"Y entonces hay un doble objetivo, por un lado transformar la realidad, contribuir a la resolución de problemas sociales o ambientales, pero hacerlo aplicando y desarrollando nuevos conocimientos", sostiene la profesora.

En el taller de la escuela técnica se pueden hacer maquetas o se pueden armar sillas de ruedas para discapacitados o generadores eólicos para comunidades rurales aisladas; se puede estudiar historia para el examen o para armar el primer museo local; se puede pintar un dibujo para obtener una buena nota o para contribuir a mejorar el ambiente de una sala del hospital de la ciudad, ejemplifica.

Así, niños de jardín ayudan a reforestar el bosque quemado en la pequeña localidad patagónica de Futalaufquen con los plantines que cultivan en clase y estudiantes de arquitectura de la Universidad Católica de la provincia argentina de Córdoba contribuyen con los planos para que un barrio reciba un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Los ejemplos se extienden a diversos rincones del mundo y eso explica el enorme interés en el 23 Seminario Internacional de Aprendizaje y Servicio Solidario que se realiza hasta el 28 de agosto en Buenos Aires, por primera vez en forma virtual, con un récord de casi 3.000 inscritos.

Asisten al evento docentes, directivos y estudiantes de todos los niveles educativos, e integrantes de organizaciones comunitarias y de la sociedad civil de 59 países.

ESPAÑA, ALBANIA O AMÉRICA LATINA, LOS PROYECTOS CAMBIAN SEGÚN LA NECESIDAD

La pedagogía del aprendizaje y servicio solidario se aplica sin importar el lugar o el estrato social, afirma Tapia, quien lleva largos años recorriendo diversos países asesorando a maestros y alumnos.

Y así como alumnos universitarios salen al mundo real y entienden cómo funciona su profesión, los niños más vulnerables se pasan del lugar de "beneficiarios" para ser "protagonistas".

Tapia recuerda el caso de una escuela rural de la región andina de Argentina, una zona muy árida, que recuperó las tradiciones de los pueblos originarios y capacitó a la población para armar una red de invernaderos que les permitió consumir verdura y cultivar árboles, en una iniciativa que le valió años atrás el Premio Presidencial 'Escuelas Solidarias'.

Este sistema pedagógico también tiene amplia difusión en España, donde "los proyectos están mucho más claramente enfocados en la educación para la ciudadanía y los objetivos de desarrollo sostenible, mientras que en algunos países latinoamericanos hay otras urgencias", señala la experta.

La pedagoga apunta en tanto que "en Europa del Este, una región con una enorme diversidad cultural, religiosa, de idiomas, con un historial de conflictos muy fuerte, países que hasta hace 20 años estuvieron en guerra ahora están colaborando y trabajando juntos para mejorar su educación".

Allí el tejido social "aún es muy débil" y "es muy interesante ver cómo las organizaciones sociales que están involucradas en la red, las escuelas y las universidades están contribuyendo a crear esta generación de ciudadanos activos", celebra.

Y como ejemplo, Tapia destaca el proyecto llevado a cabo en la ciudad de Lezhe, Albania, donde los alumnos fueron a entrevistar a personas ancianas de su comunidad que habían estado presas, o fueron torturadas o perseguidas por sus ideas para crear un estudio histórico del estilo del libro "Nunca más" que recopiló las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura militar en Argentina.

LA PANDEMIA NO FRENA LOS PROYECTOS

La experta estima que este contexto atraerá más interesados al sistema de aprendizaje y servicio solidario porque "la pandemia no solo deja cuestiones sanitarias sino que va a dejar en evidencia una serie de desigualdades, de problemáticas sociales y económicas muy grandes, entonces me parece que se va a sentir la necesidad".

El distanciamiento social no frena sin embargo los proyectos, afirma Tapia, al señalar que los que antes hacían la huerta comunitaria ahora reparten las semillas para que haya huertas familiares, o quienes visitaban ancianos en los asilos ahora les mandan vídeos y cartas.

También surgieron nuevos proyectos para atender las urgencias que plantea la COVID-19, como el diseño y desarrollo de máscaras de seguridad por parte de los alumnos de una escuela de la pequeña localidad de Metán, en la norteña provincia argentina de Salta, que fueron producidas por una de sus profesoras en una impresora 3D de la institución.

El aprendizaje y servicio solidario puede ser además un atractivo especial para estrechar el vínculo entre el alumno y la escuela y evitar deserciones a causa de la interrupción de las clases por la pandemia, destaca la experta.

"Impacta en la autoestima, los chicos empiezan a sentirse orgullosos de lo que están haciendo y de su escuela, eso les permite también pensar en su proyecto como estudiante de otra manera y los ayuda a seguir. Creo que, sobre todo en este tiempo que se viene, va a ser muy importante poder difundir todavía más estos proyectos y ofrecerles a los chicos la alternativa de no quedarse encerrados en sus propios problemas", concluye. Cecilia Caminos

(c) Agencia EFE