El papa Francisco preside su segundo Vía Crucis al frente del Vaticano.

Segundo vía crucis que preside el papa Francisco en el Coliseo romano ante más de 40.000 fieles y de nuevo imágenes cargadas de simbolismo. Desde lo anecdótico, como ver al pontífice cerrar la puerta del vehículo sencillo y sin cristales tintados con el que llega a la colina del Palatino, hasta la misma cruz, portada en esta ocasión por un empresario y un obrero durante la lectura de la segunda estación del vía crucis. Meditaciones escritas por el obispo de Campobasso, al sur de Italia, que han unido, al sufrimiento de Jesucristo, las injusticias provocadas por la crisis económica, la especulación financiera, la corrupción y la usura, entre otros males de nuestro tiempo. También ha habido alusiones a la violencia de género y en especial al abuso de menores, al reconocer en el Jesús desnudo y torturado la dignidad violada de todos los inocentes. Catorce estaciones que han concluido con algo que no entraba este año en el guión. Al menos según la oficina del Vaticano. Un breve discurso, de apenas 4 minutos, del pontífice. Francisco se ha acordado de los enfermos y de las personas abandonadas, para que encuentren bajo la cruz la fuerza de la esperanza. Era el punto y final a un viernes santo marcado por el silencio absoluto del papa en cada uno de sus gestos. Como en su rezo tendido en el suelo de la basílica de San Pedro.