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Cuando la vida privada se convierte en el tema de un libro, ¿es todo válido? | Opinión

Gina Montaner

Mezclar realidad y ficción puede resultar explosivo. Sobre todo, en lo que concierne a los personajes de carne y hueso que desfilan en una obra que colinda entre lo que es real y ficticio.

Incluso cuando los protagonistas llevan nombres inventados, las personas en las que se inspiró el autor se descubren entre las páginas y llegan a sentir que el ámbito privado de su existencia ha sido vulnerado. En ese momento, hasta las relaciones que fueron más sólidas se agrietan en la disputa sobre los límites, si es que los hay, de la literatura.

Recientemente leí De vidas ajenas, una obra de (no) ficción de Emmanuel Carrère. La primera parte se centra en la experiencia traumática que vivió cuando en 2004 el tsunami arrasó en Sri Lanka. En ese entonces su pareja era la periodista Hélène Devynck. En el libro, cuya segunda parte narra detalladamente la agonía de la hermana de Hélène, quien murió víctima de un cáncer, el reconocido autor francés describe una relación amorosa que está a punto de colapsar pero las adversidades acaban por reforzar la unión. En ese periodo todo lo que le acontecía junto a su compañera sentimental le servía de material en obras en las que la ficción y la realidad son una misma cosa.

En 2020 Carrère publicó otra (no) novela, Yoga, en la que narra una crisis mental que lo llevó a internarse en un psiquiátrico y someterse a tratamientos de electroshock. Dos años antes su matrimonio había naufragado y su ya ex mujer se oponía a formar parte de las tramas del escritor. Una de las condiciones del divorcio estipulaba que Devynck tenía el derecho de veto sobre las partes del libro en las que pudieran aparecer ella o la hija que tienen en común. El propio Carrère admitió que le fue difícil abordar una obra tan íntima evitando mencionar a quien fue su pareja durante 15 años.

La publicación de Yoga estuvo rodeada de animosidad por parte de ambos. Devynck aseguró que el libro estaba lleno de falsedades y exageraciones que no obedecían a una crónica supuestamente apegada a experiencias personales. Una vez más, se sentía vampirizada por un hombre al que considera un “narcisista” dispuesto, según ella, a distorsionar los hechos en beneficio de sus intereses literarios.

Antes de esta disputa que acaparó la chismografía de la intelectualidad francesa, en Estados Unidos otra famosa pareja, el periodista Carl Bernstein y la autora Nora Ephron, pasó por algo similar. La también periodista y guionista (fallecida en 2012) escribió Se acabó el pastel, una novela en clave inspirada en la infidelidad de Bernstein con la esposa de un diplomático en Washington. Esa aventura extra marital dio al traste con el matrimonio y Ephron creó unos personajes de ficción que eran versiones muy parecidas de ella y su ex pareja.

Bernstein, que ya era un afamado periodista por su investigación junto a Bob Woodward de Watergate para el Washington Post, fue muy crítico de una obra que, a su juicio, ponía en evidencia los asuntos más íntimos de su matrimonio.

Cuando unos años después el director Mike Nichols adaptó la novela al cine, Bernstein intentó impedir la filmación. No lo logró, pero sí acordó con Paramount, Nichols y su ex mujer que podía leer el guión y evaluar el contenido del filme. Contrariado, el reportero llegó a decir que su expareja “continuaba la explotación de mal gusto y el circo público” de la relación que habían tenido. El motto de Ephron era “Everything is copy”. Es decir, todo lo que a uno le sucede es material válido para la escritura.

Pensemos en La tía Julia y el escribidor, esa deliciosa novela autobiográfica que Mario Vargas Llosa escribió sobre su historia de amor con su tía política, Julia Urquidi, y su posterior ruptura cuando se enamoró de su prima, Patricia Llosa, con quien tuvo un largo matrimonio. La obra fue fuente de disgusto para su primera esposa, quien no se sintió debidamente retratada y consideró que su apoyo en los inicios literarios del Premio Nobel de Literatura fue minimizado en el libro. A su vez, Urquidi publicó Lo que no dijo Varguitas a modo de réplica. Dos versiones muy distintas de vivencias compartidas que de algún modo completan el rompecabezas de un recuerdo que habita entre lo real y lo inventado.

Seguiremos siendo testigos de estos desencuentros sobre vidas propias y ajenas. El amor puede apagarse, pero el lema de Norah Ephron pervive entre las tapas de los libros.

Siga a Gina Montaner en Twitter: @ginamontaner. ©FIRMAS PRESS