La vida en la oficina. Ya nada será igual

"Luego de años en la empresa me jubilé. Volví al tiempo a ver a mis antiguos colegas. La sensación que tuve fue de melancolía. Ver mi escritorio ocupado por otra persona me generó una mezcla de violencia y pena. Violencia porque lo quería sacar a patadas de mi lugar, pena por mí mismo. Tenía que empezar a disfrutar de la vida y no sabía cómo". Esta cita es de un ejecutivo que se jubiló de una multinacional hace cinco años y añoraba aún trabajo. Consultado sobre por qué extrañaba su vida en la oficina cuando la gente estaba queriendo escapar de ella, su respuesta fue tajante "En la oficina tenía responsabilidades, tenía poder. Ojo, poder en el buen sentido, poder hacer y poder mandar. Hoy no tengo nada de eso, solo tengo que despertarme cuando quiero y ver qué hago el resto del día". Cuando escuché esta historia no sabía si tener pena o agradecer que los subordinados de este directivo workaholic ya no torturaba más a sus colaboradores (subordinados, en su propio lenguaje). Para este directivo su vida en la oficina era todo.

Hacer carrera requirió por mucho tiempo tener una oficina donde poder ejercer el poder. Fue en el siglo XIX cuando el Bank of Scotland comenzó con la idea de escalar en la carrera, una idea de los militares que, básicamente, implicaba ser promocionado. ¡Maravilloso! Aunque las corporaciones con el tiempo empezaron a decir que preferían a las personas que pensaban "fuera de la caja", la caja era la oficina y quien respetaba la línea de mando terminaba siendo promocionado. Es que la promoción terminó convirtiéndose en el mejor método de control: si querías ser ascendido, mejor que te comportaras bien. Para ser promocionado en el Bank of Scotland en el siglo XIX la creatividad no era nada importante. Las competencias que miraban eran la cortesía, la paciencia y la modestia. Nada de estimular cosas raras, léase toma de riesgo. Eso vendría después.

El futuro del trabajo. Muerte y resurrección de la oficina

Los romanos tenían acueductos, los egipcios pirámides, la Inglaterra victoriana trenes. Nuestra sociedad tiene oficinas: edificios gigantes, con formas increíbles, llenos de vidrio que reflejan sol y tormentas. Recuerdo un viaje a Chicago, donde hice un tour para entender la arquitectura de las torres corporativas. Las oficinas cambiaron la forma de vivir, trabajar, fueron la fuerza motora de los cambios tecnológicos y la fuerza impulsora de la profesionalización de la mujer.

Nuevos hábitos

La oficina que esperaba a los empleados de otras épocas no era especialmente tentadora para los millennials de hoy que buscan un lugar relajado y divertido para trabajar: marcar tarjeta, un reloj en la pared, filas de empleados que trabajaban bajo la atenta mirada de un supervisor ubicado en un lugar estratégico para poder ver todo lo que pasaba a su alrededor. Una oficina donde la confianza era muy valorada (es sarcasmo).

Una vez tuve la oportunidad de ser invitado a lasoficinas de Google en Londres. No lo podía creer: en la entrada un bus de dos pisos rojo como el que se ve en las calles de Londres, que se usaba como sala de reunión. Un living tropical estaba ubicado en el medio de la planta donde muchos googlers saboreaban cafés de distintas partes del mundo con primorosas máquinas Nespresso. Una sala que funcionaba como taller me llamó la atención. Ante mi pregunta de qué era, me comentaron que allí los empleados podían hacer reparaciones generales, impresiones 3D, cosas que la gente necesita en sus casas. Entonces, ¿dónde trabaja la gente? Mi interlocutor en Google me miró y con una mueca sarcástica me dijo "en sus casas".

En las oficinas mandamos mails, vamos al gimnasio, compramos comida, nos cortan el pelo, dormimos la siesta. En casa trabajamos, escribimos reportes y tenemos ideas. ¿Cuál es el punto de tener una oficina entonces?

La razón por la cual nuestros hogares se convirtieron en oficinas es por culpa de internet. Los mails, por otra parte, democratizaron la vida de las oficinas: todos podían mandar correos a cualquiera. Incluso podíamos mandarnos alguna macana reenviando al jefe un mail en el que se hablaba mal de él o ella.

El correo también cerró el gap entre el hogar y el trabajo. Antes del mail, en la época del fax y de los contestadores automáticos, la vida era más apacible, ya que todo se podía dejar para el día siguiente.

Pero el correo nos empezó a enloquecer, teníamos la oficina en el maldito teléfono celular, otro adminículo que hizo de nuestra vida profesional y laboral un infierno. Con el celular y los mails empezamos a llevar el trabajo a todos lados. Y luego vino el WhatsApp. La vida ya nunca fue igual.

Conceptos como casual fridays o after office empezaron a cambiar la forma de vestirnos y de socializar. El horario de oficina empezó a estirarse incluso en el horario en el que tendríamos que estar con nuestros amigos. Ahora nuestros amigos eran los colegas de la oficina, muchos de ellos enemigos acérrimos por la lucha por el poder. Pero nada que tres chops de cerveza no arreglen.

Alvin Toffler, el autor del libro El shock del futuro, hablaba de que en el futuro iban a existir las "electronic cottages", oficinas desde casa, donde trabajaríamos menos horas y podríamos ver a nuestros hijos más tiempo. Parecía una locura futurística. Lo que Toffler proponía en la década del 80 no tuvo muchos adeptos en la vida corporativa por mucho tiempo. Recordemos a Marisa Myers, la ex-CEO de Yahoo!, que prohibió en 2013 la posibilidad de trabajar desde casa. Incluso se armó la guardería para sus hijos al lado de su oficina. Si hoy Toffler viviera se daría cuenta de que la oficina desde casa en cuarentena es lo más parecido al infierno: trabajamos mucho más, estamos empachados de ver a nuestros hijos y no vemos la hora de salir.

Idas y venidas sobre este tema. ¿Es mejor la gente en casa? ¿Es mejor en la oficina? Por supuesto que ninguna de las empresas que se hacían estas preguntas tuvo una pandemia por delante. Google y otras empresas tecnológicas armaron oficinas tan acogedoras que todos querían ir a trabajar allí. Adiós vida privada, bienvenida la simbiosis entre la vida personal y profesional. Cocinas, heladeras llenas de cosas riquísimas y sanísimas ayudaban a atraer a las nuevas generaciones que no sabían qué querían. Mejor tentarlas con fruta, barritas de cereal, comida vegana y hamburguesas de soja.

La oficina en sí misma va a sobrevivir, pero seguramente de una forma muy diferente. Muchas cosas han cambiado a lo largo del tiempo a nivel laboral: la tecnología, el rol de la mujer, la ropa, el tiempo que se trabaja. Algunas cosas no cambian: el trabajo es aburrido y algunos jefes, insoportables. Si producto de la pandemia el trabajo migra más al home office, ¿cómo dejaremos la oficina y el trabajo detrás? Bienvenidos a una nueva era donde el living será tu oficina y tu trabajo se instala en tu sillón.