"Qué vergüenza siento": la confesión de una exfumadora y lo que más agradece tras dejar el cigarrillo

No sé exactamente cuándo aprendí a fumar. Como muchos adolescentes, era un símbolo de estatus dentro del grupo de amigos -los más tontos que nos creíamos los más listos-; era una señal de que éramos grandes y al poco tiempo de compartir las primeras probadas, ya estabas comprando tu propia cajetilla.

Luego, en los días universitarios, los problemas de adultos, los de verdad, comienzan a aparecer en la cotidianidad, haciendo que cada vez sea más fácil justificar el consumo de cigarrillos por la ansiedad. Las dietas y las fiestas también influían en mantener el mal hábito.

Con la maternidad llegó el momento de dejarlo. Pasaron unos cuantos meses antes de que dejase de pensar en “la hora del cigarrillo” en la oficina; se invirtieron fondos en comprar chicles y chucherías que estuviesen listos para sustituirlo cada vez que fuese necesario, y llegaron algunos kilos extra, pero ningún costo es alto cuando se hace consciencia de la libertad de no depender de un cigarrillo para sentirse bien.

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La reflexión llega siempre que me encuentro a alguien fumando mientras camina, o percibo el ataque del olor desde una mesa contigua, o cuando veo a alguien en la entrada de un aeropuerto fumando desesperado, como si fuese el último día del mundo. Recuerdo las veces en que estuve en la misma situación.

Nunca le diré un sermón a alguien para motivarlo a dejar de fumar porque además de chocante, es un proceso que cada quien asume individualmente, pero para el que está del otro lado, ¡qué terrible sentir ese humo ajeno impregnar nuestra ropa y acercarse a nuestro rostro, más en tiempos en que vamos armados con mascarillas y tapabocas! Qué vergüenza siento de las veces que hice lo mismo. No es solamente una cuestión de convivencia, sino de auténtico riesgo.

Según la Organización Mundial de la Salud, en el humo de tabaco hay unos 4000 productos químicos conocidos, de los cuales, por lo menos, 250 son nocivos, y más de 50 cancerígenos para el ser humano. Si esto lo saben los fumadores, quizás consideren dejar de fumar, pero debería hacerse necesario -por no decir obligatorio- que de alguna manera piensen en que quienes los rodean no necesitan estar expuestos a este vicio.

“El tabaquismo pasivo es causa de graves enfermedades cardiovasculares y respiratorias, entre ellas la cardiopatía coronaria y el cáncer de pulmón, en el adulto; de síndrome de muerte súbita en el lactante, y de bajo peso al nacer en el feto”, refieren en la web de la OMS, donde agregan que en 2012, 700 millones de niños, casi la mitad de los niños del mundo, respiraban aire contaminado por humo de tabaco.

Para los fumadores pasivos, de acuerdo a la Asociación Española Contra el Cáncer, el riesgo de padecer cáncer broncopulmonar se incrementa en un 35%, y se suma el riesgo de padecer enfermedades respiratorias y cardiopulmonares.

El respeto por el otro puede que sea un factor estimulante para que los fumadores se animen a dejar de dejar este mal hábito, pues dar a los demás es realmente enriquecedor. Yo lo hice por mi hijo, quien de niño sufría de constantes alergias y congestiones respiratorias y he encontrado muchas otras ventajas.

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La libertad de no depender

Además de esa primera ventaja, quizás no tan obvia, hay muchos otros beneficios de dejar el cigarrillo que pueden ir de lo más simple, como oler bien, tener buen aliento, disfrutar de nuestros espacios más limpios, evitar peligros fumando en los lugares permitidos como entradas de locales, escaleras, y la famosa zona de fumadores de un aeropuerto; y ahorrar dinero, hasta el valioso cuidado de nuestro cuerpo.

La Sociedad Española de Otorrinolaringología publica que al dejar de fumar se recuperan paulatinamente los sentidos del gusto y el olfato, que se ven afectados por los químicos que debilitan las papilas gustativas y los receptores olfatorios. Además, la Oficina de Tobacco Free Florida del Departamento de Salud de Florida, asegura que el cuerpo comienza a sanar pocas horas después de dejar de fumar.

En las primeras semanas el riesgo de sufrir un ataque al corazón comienza a bajar y mejora la función pulmonar. A partir del primer mes, disminuye la tos y la sensación de que nos falta el aire. También mejora la piel luciendo más luminosa e hidratada.

Entre dos y cinco años de dejar el cigarrillo, el riesgo de sufrir un derrame cerebral es el mismo de un no fumador. A partir de los cinco años de haber dejado el cigarrillo, la posibilidades de padecer cáncer bucal, garganta, esófago, entre otros, se reduce a la mitad; mientras que en diez años la probabilidad de sufrir de cáncer de pulmón es casi la mitad de la de un fumador, y en quince años, el riesgo de sufrir enfermedades coronarias es igual al de una persona que nunca fumó.

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El primer paso

Desde mi experiencia comprendo y comparto que dejar el cigarrillo es una decisión absolutamente única e individual, pero lograrlo es muy posible y no es tan complicado como parece. Hoy en día existen tratamientos que puede recomendar el médico, pero también -para los más audaces- existe la fuerza de voluntad para hacerlo sin ayuda.

En cualquiera de los dos casos, estar en contacto con la naturaleza ayuda enormemente. Un estudio publicado por la revista Social Science & Medicine, demostró que quienes viven cerca de la naturaleza cuentan con mayores probabilidades de dejar el hábito.

El estudio, realizado a partir de la Encuesta de Salud para Inglaterra (HSE), consultó a más de ocho mil personas sobre sus hábitos de salud y estilo de vida y encontraron que 19% de los entrevistados eran fumadores, mientras que 45% había dejado el cigarrillo.

Esta análisis, dirigido por psicólogos de las universidades de Plymouth y de Exeter en el Reino Unido, y la Universidad de Viena en Austria, es el primero en demostrar que el acceso a áreas verdes está relacionado con menor incidencia de tabaquismo así como también con mayor disposición a dejar de fumar.

Aunque vivir cerca de espacios verdes no se asocia con haber fumado alguna vez, sí se encontró que quienes tienen acceso a estos espacios tienen 12% más posibilidades de dejar de fumar con éxito.

Se sabe que incorporar una rutina de disfrute de la naturaleza puede ser enriquecedor para nuestra mente y para nuestra salud, ahora sabemos que, además, acercarnos a estos espacios formará parte de la batalla para alcanzar una meta personal que también beneficiará a quienes nos rodean.

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