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Vehículos usados de Occidente tienen una segunda vida en el frente ucraniano

Leópolis (Ucrania), 12 ene (EFE).- Voluntarios civiles se apresuran a conseguir miles de coches en el extranjero para los soldados ucranianos en el frente, donde la movilidad es con frecuencia clave para su supervivencia y éxito militar.

Una fila de coches abollados y quemados ocupa parte de una de las plazas céntricas de Leópolis. Están aquí para mostrar la cruel realidad a la que los soldados ucranianos, muchos de los cuales caminaban por estas calles como civiles solo hace unos meses, se enfrentan al repeler ataques rusos cerca de Bajmut y otras partes del frente.

Yuriy Rykhlyk es uno de las decenas de civiles que han dedicado gran parte de su tiempo y sus dotes organizativas a apoyar al Ejército ucraniano. Ayuda a reemplazar esos vehículos dañados que se exhiben ahora en la ciudad como ejemplo de lo que se necesita hacer para ayudar a los soldados ucranianos.

"El estado aporta armas y equipo pesado pero nosotros, los voluntarios, todavía necesitamos ayuda con otras cosas importantes", afirma.

Presentador de radio y periodista sobre automoción, Rykhlyk se ha centrado en ayudar a los soldados a hacerse con camionetas adecuadas. Desde el comienzo de la guerra ha conseguido 40 vehículos del extranjero con ayuda de fondos facilitados por sus seguidores en redes sociales y conocidos desde que empezó su voluntariado.

"Una camioneta tiene que ser rápida y capaz de circular por terreno difícil", explica a EFE mientras muestra uno de los vehículos que pronto serán enviados al frente.

Las camionetas son indispensables porque se emplean en tareas variadas, desde trasladar a soldados y llevar munición a sus posiciones en las trincheras, hasta evacuar heridos y facilitar la movilidad a operadores de drones y a todo el que necesita moverse rápido para evitar ser objetivo de la artillería enemiga.

Los vehículos a menudo se equipan con metralletas y otras armas para participar directamente en el combate.

Con Rusia apoyándose en su superioridad en artillería y con la línea del frente sembrada de minas, muchos vehículos solo sirven durante un tiempo breve. Solo unos quince de los cuarenta que suministró se siguen usando.

"En un caso un vehículo, que lleva semanas comprar, reparar y entregar, solo funcionó unas tres o cuatro horas antes de ser destruido", cuenta Rykhlyk.

Le han llovido peticiones de soldados y sus familias, que sienten que sus vidas dependen de su trabajo.

Después de haber conseguido la mayoría en Polonia y Alemania, Rykhlyk está buscando ahora vehículos en el Reino Unido, donde le ayudan voluntarios locales.

Para emplear el dinero de manera más eficiente los que compra son usados, a menudo con pequeños defectos que no afectan a su uso pero permiten adquirirlos más baratos. Los vehículos los traen a Ucrania normalmente mujeres voluntarias ya que la mayoría de los hombres no pueden dejar el país durante la guerra.

A medida que la invasión se prolonga y con la economía seriamente afectada, caen los donativos. La disposición a ayudar está ahí, sin embargo, y mucha gente de diferentes procedencias responde a sus llamamientos.

"Puede que nos estemos quedando sin dinero pero me basta para colgar un relato en Instagram para pedir a veinte personas que me ayuden al día siguiente y puedo estar seguro de que vendrán, a menudo sin preguntar si les necesito", agrega.

"Es algo que todavía me sorprende, esta incuestionable confianza mutua entre los ucranianos", revela Rykhlyk mientras relata varios casos en los que decenas de miles de euros cambiaron de manos entre gente que no se conocía entre sí para garantizar que los vehículos se compran y traen del extranjero a Ucrania de la manera más rápida.

Este voluntario afirma que la guerra está teniendo su coste psicológico pero que la determinación y resiliencia de los soldados y los residentes en zonas del frente con los que habla le han ayudado a seguir adelante.

Rykhlyk trabaja ahora en conseguir varios vehículos. Dice que hay la sensación general de que Rusia está preparando algo para febrero, cuando la invasión entrará en su segundo año.

"Mis amigos me cuentan lo que están viviendo cada día en Soledar y Bajmut y los civiles sentimos que tenemos que hacer más", subraya.

Rostyslav Averchuk

(c) Agencia EFE