Vecinos de La Villita critican a la ciudad por no reducir la afluencia de industrias: ‘Como si no mereciéramos aire limpio’

Una caminata por la 26th Street, la bulliciosa arteria principal de La Villita, en el Southwest Side de la ciudad, es una fiesta para los sentidos. Los vestidos de quinceañera brillan en los escaparates; la música sale de los altavoces de las taquerías. Los vendedores ambulantes sirven elotes y chicharrones y todo lo demás.

La gente, la cultura, los colores: estas son las cosas que adora Jazmine Torres de su vecindario.

“Visito México y es como si estuviera en casa”, dice esta residente de toda la vida de La Villita.

Los olores también son irresistibles, dice. Pero solo los fines de semana.

“Porque si te tocan los olores de los días entre semana, olerás a petróleo y a diésel”, dijo Torres, de 26 años. “Pero si vas caminando el fin de semana por la 26th Street, olerás a tamales, a champurrado, a birria, a pan, a los panes frescos, a la tortillería”.

El vecindario alberga más de dos docenas de complejos industriales que usan camiones diésel de servicio mediano o pesado, según un recuento de la Little Village Environmental Justice Organization del 2019. También delimita con docenas de otras instalaciones en vecindarios adyacentes.

El Departamento de Planificación y Desarrollo de la ciudad no respondió a la pregunta acerca de si mantiene datos con respecto al número de instalaciones industriales en el vecindario.

La Villita, donde los residentes han demandado durante años un aire más limpio y que ahora exigen una moratoria en el desarrollo de nuevos complejos, es una de las numerosas comunidades que está visitando el Tribune como parte de su serie sobre justicia ambiental.

Según un reporte de planificación de la ciudad de 2019, South Lawndale, la zona comunitaria que comparte casi los mismos límites que La Villita, soporta una mayor carga de contaminación atmosférica en relación con el resto de Illinois. El 95 por ciento de la población de Illinois experimenta una exposición igual o menor a las PM 2.5, que son las partículas nocivas causadas por contaminación de diésel. (La ciudad recolecta los datos de contaminación en función del área de la comunidad y no del vecindario).

Un reporte de la calidad del aire de la ciudad de 2020 estimó que el cinco por ciento de las muertes prematuras anuales en Chicago pueden atribuirse a la exposición a las PM 2.5.

Torres vive junto a la West 31st Street y a South Pulaski Road, a pocas cuadras de donde Target abrió un centro de distribución en julio. Sobre la 31st Street hay una lavandería, un puesto de hamburguesas y otros negocios, muy cerca de su casa; también es una de las vialidades de camiones más importante del vecindario.

“Durante el verano, es difícil tener las ventanas abiertas para poder oler la brisa o escuchar a los pájaros”, dijo Torres. Más bien, dice, solo escucha el paso de los grandes camiones: el sonido de las ruedas que caen en un bache y el olor a diésel.

Los residentes de La Villita, que llevan años batallando por un aire más limpio, tienen la sensación generalizada de que los funcionarios electos (la alcaldesa y la mayoría de los concejales) no se preocupan de la calidad del aire en La Villita.

Baltazar Enríquez, presidente del La Villita Community Council, ha vivido aquí toda su vida. Siempre ha habido contaminación en La Villita, dijo, pero ahora es peor porque hay más bodegas. Está frustrado no solo por la contaminación y los riesgos para la salud, sino por los problemas cotidianos que implica vivir junto a una vialidad saturada de camiones, y el tráfico vehicular.

“Nos causa estrés, pero también nos contamina los pulmones”, dijo. “Y a la alcaldesa le parece bien, porque no vive aquí”.

“Nunca se les ocurriría poner este tipo de fábricas en Wrigleyville. Nunca se les ocurriría poner estas fábricas, por ejemplo, en Gold Coast”, dijo Enríquez. “Entonces, ¿por qué las ponen en nuestro vecindario?”.

Una ‘cuna de orgullo’

Llamada a veces la “capital mexicana del Medio Oeste”, La Villita es un lugar donde las familias vienen y se quedan durante generaciones.

“La gente plantó las semillas en La Villita y las raíces ahora están muy arraigadas”, dijo Kim Wasserman, directora ejecutiva de la Little Village Environmental Justice Organization. “Es simplemente una cuna de orgullo, y de recuerdo de dónde venimos, y de compartir lo que hacemos como personas”.

Wasserman, que ahora vive en el vecino McKinley Park, dijo que tiene familia que viene de todo el país –del norte del estado de Nueva York y de Houston– para experimentar la cultura de La Villita.

“La realidad es que no hay muchos espacios para nosotros en este país, especialmente en el Medio Oeste”, dijo Wasserman. “Y creo que La Villita es como un tipo de bastión de nuestra cultura y nuestra comida”.

Los mexicanos empezaron a instalarse en La Villita a finales de los años 60 y70′s, una mezcla de inmigrantes y habitantes de Chicago que habían sido desplazados del Near West Side tras la construcción de la Universidad de Illinois en Chicago, dijo José Acosta-Córdova, quien además de su trabajo para la organización ambiental, es estudiante de segundo año de doctorado en historia del transporte de mercancías en Chicago en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign.

Antes de eso, el barrio era un bastión étnico blanco, donde residían principalmente inmigrantes checos, polacos y alemanes. La zona empezó a industrializarse en la década de 1920, en gran parte debido a la proximidad del terreno al Chicago Sanitary y Ship Canal, que permitía que las mercancías viajaran hacia y desde Chicago a través del río Mississippi, explicó Acosta-Córdova.

En los años 70 y 80′s, Chicago atravesó un periodo de desindustrialización y la mayor parte de su industria se mudó a los suburbios y a otras partes del país y del mundo, dijo Acosta-Córdova. Pero a principios de los 90, el alcalde Richard M. Daley creó oficialmente los 26 corredores

industriales de Chicago –incluido el Corredor Industrial de La Villita– con un programa llamado Local Industrial Retention Initiative.

“Para entonces, todos estos vecindarios en los que se encontraban los corredores industriales se habían convertido mayoritariamente afroamericanos y latinos”, añadió Acosta-Córdova, excepto algunos antiguos vecindarios étnicos blancos, como Brighton Park, que todavía estaban en transición demográfica.

En la actualidad, los corredores industriales de La Villita albergan plantas de asfalto, instalaciones de trituración de rocas y metales, instalaciones de petróleo y gas y, por supuesto, almacenes, destacó Acosta-Córdova.

A lo largo de la 31st Street y de partes de California Avenue, cerca del canal, los terrenos están delimitados por vallas de malla metálica, y sus complejos, achaparrados y sin ventanas, están divididos ocasionalmente por torres cilíndricas delgadas.

Al otro lado del puente, hay más instalaciones en la orilla sur del canal. Los árboles y arbustos, que crecen de forma desproporcionada, se elevan desde la orilla del agua y cuando pasan los pesados camiones, el aire huele a desechos.

En todo Estados Unidos, los vecindarios que más sufren la contaminación industrial del aire suelen ser habitados por afroamericanos, morenos y personas de bajos ingresos. Según Sally Pusede, química atmosférica de la Universidad de Virginia, los camiones de diésel son responsables de una “gran parte” de la contaminación del aire en Estados Unidos. Esto es cierto, aun cuando los camiones diésel representan solo un pequeño porcentaje de los vehículos que circulan por las carreteras.

“Emiten una enorme cantidad de contaminación”, dijo Pusede. En un estudio reciente, ella y sus colegas investigadores descubrieron que cuando el tráfico de diésel se reducía en un 60 por ciento, la contaminación del aire en Estados Unidos disminuía en un 40 por ciento.

Se sabe que las PM 2.5, presentes en los gases de escape de los vehículos diésel, son particularmente peligrosas para la salud respiratoria.

Las PM 2.5 son en parte peligrosas porque son microscópicamente pequeñas. “Si se analiza un mechón de cabello, pueden caber entre 20 y 30 –quizá más de 30– de estas PM 2.5 en el ancho de un mechón”, explicó Tiffany Werner, organizadora científica comunitaria del Environmental Law & Policy Center de Chicago.

Como las PM 2.5 son muy pequeñas, no podemos estornudar ni toser para removerlas. En su lugar, las partículas se depositan en lo más profundo de nuestros pulmones y, a veces, incluso en nuestro torrente sanguíneo.

“Es muy pequeña y transporta muchas toxinas”, dijo Werner. Esas toxinas pueden ser particularmente perjudiciales para los niños pequeños, cuyos pulmones no están completamente desarrollados, para las personas con enfermedades respiratorias crónicas y para los ancianos.

‘Solo hay camiones de diésel’

En un caluroso día de julio, una multitud se reunió en las afueras del almacén Exchange 55 en la 35th Street y Pulaski. Poco más de un año antes, Hilco Redevelopment Partners había

demolido una chimenea en el lugar, una operación que cubrió La Villita de ceniza y polvo en los primeros días de la pandemia del coronavirus. Los residentes del vecindario dicen que todavía no saben qué había en esos escombros y qué pudiera quedar en el suelo y en sus casas.

La Crawford Generating Station, la central eléctrica de carbón a la que pertenecía la chimenea, había sido relacionada con ataques de asma y muertes prematuras y fue cerrada en 2012 en respuesta a años de activismo comunitario. A pesar de los llamados de los residentes para suspender la construcción de una instalación que traería más tráfico de diésel al vecindario, Target abrió su almacén donde antes estaba la planta de carbón.

“Nos merecemos algo más que aire sucio en nuestro vecindario”, dijo Wasserman en la protesta de julio. “¿Qué tenemos? Nada más que camiones diésel en esta calle. ¿Qué será esto cuando se abra este almacén?”.

En noviembre de 2020, Hilco y sus contratistas llegaron a un acuerdo en el caso de la demolición de la chimenea. Acordaron pagar 370 mil dólares, fondos que se destinarían a un centro de salud de La Villita para ayudar a resolver los problemas de salud a largo plazo de la comunidad.

Los miembros de la comunidad dijeron que eso no era suficiente.

Quieren sistemas de vigilancia del aire cerca del almacén de Target, sistemas de filtración del aire para los residentes afectados por la implosión, que la ciudad tome muestras del suelo cerca del lugar de la implosión y que se haga público el reporte del inspector general de Chicago sobre la demolición. También piden una moratoria para el desarrollo de nuevos almacenes.

César Rodríguez, un portavoz de la alcaldesa Lori Lightfoot, no formuló comentarios específicamente sobre las peticiones de control del aire, sistemas de filtración, muestreo del suelo y moratoria de los almacenes. Rodríguez dijo que la ciudad había respondido a la oficina del inspector general a finales de noviembre y que un resumen del informe y la respuesta de la ciudad estaría disponible en el próximo informe trimestral de la oficina.

“Como ha dicho la alcaldesa en numerosas ocasiones, la emisión significativa de polvo resultante de la implosión programada en el terreno de la antigua central eléctrica de Crawford era totalmente inaceptable, y se tomaron medidas inmediatas para limpiar el vecindario y hacer que los responsables rindieran cuentas”, escribió Rodríguez, al destacar la aprobación por parte de la ciudad de una decreto sobre implosiones de demolición a principios de este año.

La portavoz de Target, Jacqueline DeBuse, reiteró los comentarios que hizo la corporación en julio, en los que señala que la empresa había trabajado con el desarrollador para diseñar rutas de tráfico de entrada y salida que dirigieran los camiones a la autopista y eliminaran la necesidad de que utilizaran las calles residenciales.

Pero Acosta-Córdova dijo que el desarrollo y las emisiones de diésel están demasiado desregulados.

Se supone que los camiones deben permanecer fuera de las calles residenciales, pero a menudo no es así, dicen los miembros de la comunidad. El nuevo decreto de calidad del aire de la ciudad exige evaluaciones de impacto ambiental y de tráfico para los nuevos desarrollos. Pero los grupos de justicia ambiental no apoyaron ese decreti por considerarlo demasiado débil.

Acosta-Córdova apunta a la propia evaluación de Hilco de que su nuevo almacén de Target traería menos de 200 camiones diésel al vecindario por día. Los activistas hicieron su propia investigación y descubrieron que almacenes de tamaño similar atraían entre 500 y mil camiones al día.

Hilco no respondió a las solicitudes de comentarios.

Acosta-Córdova considera que el decreto sobre la calidad del aire es esencialmente un teatro, y las evaluaciones de impacto ambiental un trabajo que las empresas pueden amañar para desviar las críticas de la comunidad.

Rodríguez dijo que la ciudad y su departamento de salud estaban “comprometidos con la equidad ambiental”, y que habían hecho “progresos significativos en la aplicación de regulaciones más severas para aumentar la vigilancia de la seguridad del aire y para hacer responsables a los operadores”.

“Seguiremos trabajando muy de cerca con los socios de la comunidad para mitigar cualquier riesgo para la salud causado por la grave contaminación del aire”, escribió.

‘Nunca es aire fresco y se nota la diferencia’

Cuando Leila, la hija de Mercedes Cervantes, tenía unos seis meses, sufrió su primer ataque de asma. Cervantes la recuerda respirando con chiflido. “Tenía el pecho muy cerrado”, dice.

“Se podía ver cómo batallaba para respirar”, dijo Cervantes.

Cervantes creció en La Villita y vive en el vecindario con Leila, ahora de 15 años, su hija menor Cecilia, de 14, y los padres de Cervantes.

El asma de Leila está ahora bien controlada con un inhalador y la supervisión de su neumólogo. Pero a Cervantes le preocupa que los niños no tienen acceso a los médicos. Y está segura de que el aire de La Villita es la razón por la que Leila tiene asma. Cervantes dijo que su madre también tiene asma, aunque la suya no es tan grave como la de Leila.

“Nunca es aire fresco y se nota la diferencia”, dijo Cervantes.

En La Villita es normal tener algún tipo de problema de salud respiratoria, o un problema de salud agravado por la incapacidad de respirar, dijo Wasserman, el director de la organización ambiental. “O tienes algo, o alguien de tu familia tiene algo”, dijo.

Torres, la residente de toda la vida del vecindario que vive cerca del lugar de la demolición, dijo que tiene una tos crónica, producto de una neumonía ambulante. Dice que debe tener cuidado con los lugares a los que lleva a Rocky, su mezcla de Shih Tzu y Yorkie, para dar un paseo. Si va al Piotrowski Park, cerca del corredor de la 31st Street, se da cuenta de que cuando tose, la flema se vuelve de color gris oscuro.

Wasserman se involucró en la organización ambiental después de que su bebé desarrollara asma en los años 90. Cuando lo llevó a urgencias tras su primer ataque de asma, el médico le preguntó a Wasserman dónde vivía. El médico estaba interesado en saber qué había en su patio trasero, dijo, que tan cerca vivía de la autopista.

“Para mí, era una cuestión de querer entender de lo que había en el aire que respiraba en el vecindario, y a quién más le estaba pasando esto”, dijo.

Wasserman se siente alentada por el hecho de que la gente quiera quedarse en La Villita y luche por ella.

“Creo que cada generación que surge tiene una comprensión cada vez mejor de los valores de lo que significa luchar, de ese sentimiento de orgullo de nuestra comunidad”, dijo. “Y, afortunadamente, ya no existe esa idea de que uno se levanta y se va del vecindario, sino que ahora uno se levanta y se queda en el vecindario, y lucha por convertirlo en un lugar mejor. Y creo que eso es algo bonito. Y la gente tiene hambre de eso”.

Mercedes Cervantes siempre iba a luchar, independientemente del asma de su hija. Nació en el movimiento; sus padres son activistas.

Pero Cervantes quiere que el resto de Chicago también piense en La Villita.

“Entiendo que esto es para pedir a más gente que se preocupe por nuestras comunidades, por las comunidades afroamericanas, morenas e indígenas. Y que vean la humanidad que hay en nosotros, en vez de solo criminalizarnos”, dijo.

“Como si no mereciéramos aire limpio, como si no mereciéramos financiación equitativa... para no tirarnos a la basura”.

Este texto fue traducido por Kreativa