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Vecinos de La Pequeña Habana abrumados por el aumento de los alquileres y la inflación

Los sonidos de La Pequeña Habana llegan al apartamento de Maybelyn Rodríguez Laureano cada domingo. Es una canción única del diverso vecindario de Miami: una mezcla de cantos de gallos, curas predicando por megáfonos en viejos camiones de helados y vecinos jugando a Bad Bunny mientras descansan junto a la piscina.

Hija de padres puertorriqueños y dominicanos, Laureano se siente como en casa en La Pequeña Habana. Comienza sus mañanas entre semana corriendo a una de las muchas ventanitas para comer una croqueta y tomarse un cafecito. Durante sus carreras de fin de semana, disfruta saludando a los jubilados que descansan en sus portales fumando un puro. Habla con sus vecinos en español, el idioma en el que creció con sus padres.

Laureano sigue viviendo en el apartamento de dos habitaciones cerca del río Miami, su hogar en la ciudad desde que se mudó aquí en 2019. Se trasladó desde Carolina del Norte por su trabajo como directora ejecutiva en la organización sin ánimo de lucro South Florida Community Development. Ella aprecia los siete minutos que demora a pie para llegar al Centro de Gobierno del downtown de Miami y las múltiples opciones de transporte público.

Aunque muchas cosas permanecen igual en la textura única de La Pequeña Habana, una cosa importante ha cambiado: los alquileres de los apartamentos se han disparado, convirtiéndose en un reto para inquilinos como Laureano. Cuando se mudó hace tres años, pagaba $2,100 al mes, luego $2,300 el año pasado y ahora —después de un aumento del 33%— son $2,800 mensuales.

Laureano, otros inquilinos que trabajan principalmente en la industria de servicios, peor pagados, y algunos propietarios de negocios locales le dijeron a Miami Herald que el aumento de los alquileres está causando dolor financiero y obligando a tomar decisiones que cambian la vida. Durante décadas, fue un vecindario de referencia para apartamentos baratos cerca del downtown de Miami; poco a poco, la grave crisis de asequibilidad de la vivienda en Miami-Dade ha llegado a La Pequeña Habana y ha trastornado el vecindario.

En medio de la crisis de la vivienda que afecta a la ciudad y al condado y que hace sonar las alarmas de los respectivos líderes electos, La Pequeña Habana es un ejemplo de un lugar en que los habitantes de toda la vida se están quedando sin dinero suficiente. La llegada de empresas que se amplían o se trasladan a Miami ha exacerbado la escasez de viviendas que comenzó antes de la pandemia. En los últimos dos años, las personas que se mudan aquí para trabajar en las empresas recién llegadas —por lo general, personas con salarios altos en los sectores de la tecnología, las finanzas o el derecho, acostumbradas a mercados inmobiliarios más caros— han intensificado la competencia con los habitantes locales, lo cual está elevando los precios de las limitadas viviendas disponibles para alquilar o comprar.

“Esto va a reconfigurar lo que hace a La Pequeña Habana”, dijo Laureano en relación con el aumento de los costos de la vivienda. “Estas comunidades de inmigrantes, trabajadores domésticos de bajos ingresos y trabajadores de primera línea, cuando ya no pueden alquilar sus casas, llega una población diferente. Los que pueden permitírselo son de un grupo demográfico diferente. Eso puede cambiar la naturaleza de lo que se conoce como La Pequeña Habana”.

Los alquileres en La Pequeña Habana están ahora a la par con algunos de los enclaves de alquiler de apartamentos más caros de Miami-Dade, como zonas de Edgewater, Bal Harbour/Surfside, el downtown de Miami y Brickell.

“La Pequeña Habana se ha convertido en Brickell East”, dijo José Álvarez, un agente inmobiliario de International Realtors Group que alquila inmuebles en La Pequeña Habana, El Portal, el downtown de Miami y Edgewater. “Es como dicen en España —culo veo, culo quiero—; si ves que tu vecino cobra $2,000 [al mes] de alquiler, ¿por qué no lo harías también?”.

El año pasado, La Pequeña Habana experimentó un aumento de 54% en el promedio de los alquileres de las viviendas, suficiente para hacer saltar por los aires los presupuestos mensuales de muchos vecinos. El alquiler promedio solicitado aumentó a $3,000 al mes durante los primeros seis meses de 2022 para el apartamento estándar de dos dormitorios y dos baño. Eso es más de $1,000 de un promedio mensual de $1,950 durante la primera mitad de 2021, según las cifras del Servicio de Listas Múltiples y con Jonathan Miller, CEO de los tasadores y consultores de bienes raíces Miller Samuel.

El aumento del alquiler promedio anual en La Pequeña Habana supera el impulso comparativamente modesto de 17% en todo el condado durante el mismo período, de acuerdo con Miller y los datos de MLS. El promedio del alquiler mensual de la vivienda en Miami-Dade para seis meses es de $3,500, avanzando desde los $3,000 de hace un año.

La Pequeña Habana tiene un alquiler promedio de $3,000 al mes para el típico alquiler de 1,135 pies cuadrados en la zona. Es comparable a algunos de los mercados de alquiler más caros del Condado Miami-Dade. Arriba: Un peatón pasa junto a un mural de La Pequeña Habana en SW 8 St., también conocida como Calle Ocho.
La Pequeña Habana tiene un alquiler promedio de $3,000 al mes para el típico alquiler de 1,135 pies cuadrados en la zona. Es comparable a algunos de los mercados de alquiler más caros del Condado Miami-Dade. Arriba: Un peatón pasa junto a un mural de La Pequeña Habana en SW 8 St., también conocida como Calle Ocho.

La transformación del vecindario

La presión de los alquileres y los desplazamientos de los habitantes están muy lejos de las modestas raíces de La Pequeña Habana. Anteriormente conocida como Riverside y Shenandoah, la zona está delimitada por el río Miami, la I-95, NW 37 Ave. —por el campo de golf Melreese y futura sede del estadio de fútbol Inter Miami— y la Calle Ocho.

La zona atrajo a una gran comunidad judía a finales de la década de 1920, según el historiador residente del Museo de Historia de Miami, Paul George. Los habitantes judíos cambiaron el vecindario por Westchester en la década de 1950, en un momento en que la expansión suburbana se hizo popular en todo el país.

La llegada afluencia de exiliados cubanos en la década de 1960 puso a la comunidad en el mapa y se ganó el apodo de La Pequeña Habana. La proximidad al downtown de Miami atrajo a los cubanos, dijo George, porque era una zona en la que muchos compraban en los días anteriores a Fidel Castro. Hoy, muchos habitantes que no trabajan en el vecindario tienen empleos en el downtown.

A partir de la década de 1980, los centroamericanos se instalaron en el vecindario a medida que los cubanos salían de La Pequeña Habana y se extendían por Miami.

“El área al este de SW 12 Ave. probablemente será el refugio más previsible hoy en día para las personas que vienen sin trabajo o dinero”, dijo George. “La cuestión es que, si no pueden vivir allí, ¿en dónde vivirán? Si se les sigue aumentando el alquiler, ¿a dónde irán?”

En La Pequeña Habana todavía hay familias que han vivido o han sido propietarias en el vecindario durante generaciones, pero en los últimos años los promotores están sustituyendo los edificios de condominios de dos a cuatro pisos y las casas construidas en la década de 1900 por nuevos proyectos. Algunos de los edificios más nuevos, como el de Laureano, tienen servicios como piscina y gimnasio en lugar de pequeños patios vacíos.

Los habitantes de toda la vida se enfrentan a la posibilidad de abandonar La Pequeña Habana debido a los elevados alquileres de los apartamentos. Arriba: Los peatones caminan por una zona residencial de La Pequeña Habana, con el telón de fondo de los rascacielos y torres de oficinas del downtown de Miami.
Los habitantes de toda la vida se enfrentan a la posibilidad de abandonar La Pequeña Habana debido a los elevados alquileres de los apartamentos. Arriba: Los peatones caminan por una zona residencial de La Pequeña Habana, con el telón de fondo de los rascacielos y torres de oficinas del downtown de Miami.

El atractivo mercado de alquileres de La Pequeña Habana es un reflejo de la actividad de venta de viviendas: los precios de venta de las viviendas unifamiliares aumentaron de enero a junio en un 17%, pasando de $406,500 a $475,000, y los de los condominios en 57%, pasando de $280,000 a $440,000, en los mismos seis meses de 2021.

Álvarez, el agente de bienes raíces, dijo que ha visto a los propietarios que compraron sus casas hace 30 años por $150,000 venderlas a los que vienen de Nueva York, Los Ángeles o Chicago por $1 millón.

“La gente que vive en otros estados y países ve la diversidad”, dijo en relación con el atractivo de La Pequeña Habana. “Hay gente que ve el futuro y apuesta por él”.

Gallos de fibra de vidrio, como el de arriba, adornan las calles a lo largo de la Calle Ocho, rindiéndole homenaje a un animal apreciado en varios países caribeños, latinoamericanos y europeos. Los gallos de compañía se oyen cacarear en las zonas residenciales de La Pequeña Habana.
Gallos de fibra de vidrio, como el de arriba, adornan las calles a lo largo de la Calle Ocho, rindiéndole homenaje a un animal apreciado en varios países caribeños, latinoamericanos y europeos. Los gallos de compañía se oyen cacarear en las zonas residenciales de La Pequeña Habana.

Los habitantes se sacrifican para pagar el alquiler

Mientras tanto, el aumento de los alquileres y la fuerte inflación en la mayoría de los bienes y servicios están obligando a los habitantes a tomar decisiones difíciles para reducir gastos. Dependiendo del transporte público y de las aplicaciones móviles para servicios como Uber, Laureano dijo que ha restringido sus salidas a tomar algo con sus amigos en Coral Gables y a comer fuera en Coconut Grove, y que ha seguido comprando en las tiendas de Midtown Miami. Los viajes de 15 minutos en Uber cuestan ahora entre $15 y $20, en comparación con $6 y $10 hace poco.

“Antes, simplemente me subía a un Uber y me iba”, dijo. “Ahora pienso: ‘Fui el fin de semana pasado, ¿debería ir este fin de semana?”.

Otros habitantes hacen mayores sacrificios. Joana Velásquez, madre soltera, tuvo que enfrentar en abril un aumento de 35% en el alquiler de su apartamento de una habitación. En junio, su casero volvió a subirle el alquiler mensual 26%, a $1,700. Como señora de la limpieza que gana el salario mínimo, tiene dificultades para mantener el ritmo del costo de la vida porque sus ingresos están por debajo del umbral de la pobreza. Velásquez se lo comunicó a su casero.

¿La respuesta del casero? Si tenía problemas para pagar el alquiler, que se buscara otro lugar en donde vivir.

“Estoy muy preocupada”, dijo Velásquez. “No puedo permitirme vivir aquí con estos aumentos, pero tampoco puedo permitirme vivir en otro sitio. Es una situación difícil”.

A pocas cuadras de distancia, Marycruz Ruiz tiene el mismo problema. Luego de una subida del alquiler, ella y su esposo se plantearon la posibilidad de mudarse, dados los gastos que supone criar a dos hijos y esperar un tercero en unos meses.

“Sí, lo he pensado”, dijo Ruiz. “Pero ahora mismo todo es muy caro. No puedo mudarme. Quizá dentro de un tiempo”.

Los comerciantes ven a los trabajadores en vilo

Los propietarios de los negocios del vecindario ven cómo la tensión financiera pesa sobre algunos de sus trabajadores.

En Exquisito Chocolates, la empleada Daniela Hernández, de 23 años, buscó un apartamento en La Pequeña Habana cuando se mudó en febrero desde su Colombia natal. Quería estar cerca de su lugar de trabajo, pero acabó viviendo en Wynwood y luego se mudó a Brickell.

“Cuando vivía en Wynwood, iba en bicicleta al trabajo para evitar pagar la gasolina o el autobús”, dijo Hernández. “Por ahora, pude encontrar un apartamento en un edificio antiguo en Brickell. Era más asequible que vivir en La Pequeña Habana”.

María Vázquez, propietaria de Sentir Cubano, es fotografiada dentro de su tienda en La Pequeña Habana el martes 28 de junio de 2022 en Miami, la Florida. Dijo que "La gente se mudó a La Pequeña Habana hace más de 70 años porque los alquileres eran más baratos que en otros vecindarios de Miami. A partir de ahí, esta zona se convirtió en el centro de la cultura cubana en este país".

La propietaria de Sentir Cubano, María Vázquez, de 72 años, tiene su tienda en el extremo de la Calle Ocho, a unos pasos del cementerio Caballero Rivero Woodlawn North, el lugar de descanso final de los pioneros de Brickell, William y Mary Brickell, y del ex presidente cubano Carlos Prío Socarrás.

Los clientes están rodeados de baratijas y recuerdos que rememoran la cultura cubana, desde trofeos de dominó hasta artículos de equipos de béisbol. En la radio suenan canciones cubanas como Guantanamera y El Cuini tiene bandera; una bandera cubana adorna el ventilador del techo.

“La gente se mudó a La Pequeña Habana hace más de 70 años porque los alquileres eran más baratos que en otros vecindarios de Miami. A partir de ahí, esta zona se convirtió en el centro de la cultura cubana en este país”, dijo Vázquez. “Entiendo que los impuestos y otros costos han subido, pero los propietarios no deberían aprovecharse de la situación en la que estamos. ¿Cómo se va a permitir la gente vivir si no puede vivir en La Pequeña Habana?”.

La evolución de La Pequeña Habana de asequible a costosa la pone ahora fuera del alcance de muchas personas, como la mayoría de los vecindarios de Miami se han convertido para la mayoría de los habitantes . Es difícil de digerir para los habitantes y comerciantes de toda la vida que este vecindario se haya unido al creciente grupo de Miami-Dade emblemático de la difícil crisis de asequibilidad de la vivienda.

“Los consumidores buscan viviendas más asequibles. Los mercados o vecindarios que pueden suministrar están siendo abrumados con la demanda”, dijo Miller de Miller Samuel Real Estate. “Esta no es una situación particular de La Pequeña Habana”.