Ve a menos gente y toma menos duchas

Nina Arthur, propietaria de Nina's Hair Care en Flint, Míchigan, lava el cabello de una clienta el 1.° de mayo de 2021. (Allison Farrand/The New York Times)
Nina Arthur, propietaria de Nina's Hair Care en Flint, Míchigan, lava el cabello de una clienta el 1.° de mayo de 2021. (Allison Farrand/The New York Times)

Robin Harper, asistente administrativa de un centro preescolar de Martha’s Vineyard, Massachusetts, creció duchándose todos los días.

“Es lo que se hacía”, dice. Pero cuando la pandemia del coronavirus la obligó a encerrarse en casa y alejarse del público en general, empezó a ducharse una vez a la semana.

La nueva práctica le pareció virtuosa en términos del medio ambiente, práctica y liberadora. Y ha llegado para quedarse.

“No me malinterpreten”, dice Harper, de 43 años, que ha vuelto al trabajo. “Me gustan las duchas. Pero es una cosa que me he quitado de encima. Soy madre. Trabajo a tiempo completo, y es una cosa menos que debo hacer”.

La pandemia puso patas arriba el uso de los pantalones con cierre y cambió los hábitos de comida y bebida de la gente. Ahora hay indicios de que ha provocado que algunos estadounidenses se vuelvan más espartanos en lo que respecta a las abluciones.

Los padres se han quejado de que sus hijos adolescentes renuncian a las duchas diarias. Después de que los medios de comunicación británicos informaran de una encuesta de YouGov que mostraba que el diecisiete por ciento de los británicos había abandonado las duchas diarias durante la pandemia, muchas personas en Twitter dijeron que habían hecho lo mismo.

Heather Whaley, una escritora de Redding, Connecticut, dijo que su uso de la ducha se había reducido en un veinte por ciento en el último año.

Robin Harper fuera de su casa en Edgartown, Massachusetts, en la isla de Martha's Vineyard, el 1.° de mayo de 2021. (Elizabeth Cecil/The New York Times)
Robin Harper fuera de su casa en Edgartown, Massachusetts, en la isla de Martha's Vineyard, el 1.° de mayo de 2021. (Elizabeth Cecil/The New York Times)

Después de que la pandemia la obligara a encerrarse, Whaley, de 49 años, dijo que empezó a pensar por qué se duchaba todos los días.

“¿Lo necesito? ¿Quiero hacerlo?”, dijo. “El acto de ducharse se convirtió menos en una cuestión de función y más en una cuestión de hacer algo por mí misma que disfrutaba”.

Harper, que sigue usando desodorante y se lava a diario “las partes que hay que limpiar” en el lavabo, dijo que estaba segura de no ofender a nadie. Su hija de 22 años, que es exigente con el baño y se ducha dos veces al día, no ha hecho ningún comentario sobre su nuevo hábito de higiene. Tampoco los niños de su colegio.

“Los niños te dirán si no hueles bien”, dijo Harper. “Los niños de 3, 4 y 5 años te dicen la verdad”.

La tubería de agua en interiores y la movilidad ascendente lo cambiaron todo

Las duchas diarias son un fenómeno bastante nuevo, dijo Donnachadh McCarthy, un ecologista y escritor en Londres que creció tomando baños semanales.

“Nos bañábamos una vez a la semana y nos lavábamos debajo del fregadero el resto de la semana —las axilas y las partes íntimas— y eso era todo”, explica McCarthy, de 61 años.

Cuando se hizo mayor, se duchaba todos los días. Sin embargo, después de que una visita a la selva amazónica en 1992 revelara los estragos del desarrollo excesivo, McCarthy dijo que empezó a reconsiderar cómo sus hábitos diarios estaban afectando el medio ambiente y su propio cuerpo.

“No es bueno lavarse con jabón todos los días”, dice McCarthy, que se ducha una vez a la semana.

Los médicos y los expertos en salud han dicho que las duchas diarias son innecesarias, e incluso contraproducentes. Lavarse con jabón todos los días puede despojar a la piel de sus aceites naturales y dejarla seca, aunque los médicos siguen recomendando lavarse las manos con frecuencia.

La obsesión estadounidense por la limpieza comenzó a principios del siglo XX, cuando la gente empezó a mudarse a las ciudades tras la Revolución Industrial, según James Hamblin, profesor de la Universidad de Yale y autor de “Clean: The New Science of Skin and the Beauty of Doing Less”.

Las ciudades eran más sucias, por lo que los habitantes sentían que debían lavarse con más frecuencia, dijo Hamblin, y la fabricación de jabón se hizo más común. Las cañerías interiores también empezaron a mejorar, dando a la clase media más acceso al agua corriente.

Para diferenciarse de las masas, los ricos empezaron a invertir en jabones y champús más elegantes y empezaron a bañarse con más frecuencia, explicó.

“Se convirtió en una especie de carrera armamentística”, dijo Hamblin. “Era un signo de riqueza si parecía que podías bañarte todos los días”.

Bañarse menos = mejor piel y un planeta más limpio

Kelly Mieloch, de 42 años, dijo que desde que empezó la pandemia solo se duchaba “cada dos días”.

¿Qué sentido tienen las duchas diarias, comentó, cuando apenas sale de casa, salvo para cumplir con pendientes como llevar a su hija de 6 años al colegio?

“No huelo mal y nadie sabe qué es lo que hago”, comentó Mieloch. “La mayoría de las veces, ni siquiera me pongo sostén”.

Es más, dijo que su decisión de dejar de ducharse a diario había mejorado su apariencia.

“Siento que mi cabello mejoró, al igual que mi piel, y mi cara no está tan seca”, dijo Mieloch, una cerradora de préstamos hipotecarios de Asheville, Carolina del Norte.

Andrea Armstrong, profesora adjunta de Ciencias y Estudios Ambientales en el Lafayette College de Easton, Pensilvania, dijo que se sentía animada a medida que más personas se replanteaban la ducha diaria.

Una ducha de ocho minutos consume hasta diecisiete galones de agua, según el Fondo de Investigación del Agua. Según la Agencia de Protección Medioambiental, dejar correr el agua incluso durante cinco minutos consume tanta energía como hacer funcionar una bombilla de 60 vatios durante catorce horas. Además, lavarse con frecuencia significa gastar más botellas de plástico y usar más jabón, que a menudo se fabrica con petróleo.

La decisión individual de dejar de ducharse o bañarse diario es fundamental en un momento en que los ecologistas piden a los países que tomen más medidas contra el cambio climático, dijo McCarthy, el ecologista.

“No hay nada como sumergirse en un baño profundo y caliente”, dijo. “Hay un placer que acepto y comprendo absolutamente. Sin embargo, me guardo esos placeres como un premio”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company