En el Vaticano: el Papa almorzó con 1500 pobres y llamó a escuchar su grito

ROMA.- Al celebrar hoy la tercera Jornada Mundial de los Pobres, una novedad de su pontificado, el Papa almorzó por tercer año consecutivo con 1500 personas indigentes en el Aula Pablo VI, en el Vaticano, después de celebrar una misa solemne en la Basílica de San Pedro en la que llamó a escuchar "el grito de auxilio de los pobres".

"Los pobres son preciosos a los ojos de Dios porque no hablan la lengua del yo; no se sostienen solos, con las propias fuerzas, necesitan alguien que los lleve de la mano", recordó el Papa durante la celebración eucarística, marcada por la presencia de centenares de indigentes, familias sin recursos, personas sin techo e inmigrantes, junto a decenas de voluntarios. "La presencia de los pobres nos lleva al clima del Evangelio, donde son bienaventurados los pobres en el espíritu. Entonces, más que sentir fastidio cuando oímos que golpean a nuestra puerta, podemos acoger su grito de auxilio como una llamada a salir de nuestro proprio yo, acogerlos con la misma mirada de amor que Dios tiene por ellos. ¡Qué hermoso sería si los pobres ocuparan en nuestro corazón el lugar que tienen en el corazón de Dios!", exclamó Francisco. "Estando con los pobres, sirviendo a los pobres, aprendemos los gustos de Jesús, comprendemos qué es lo que permanece y qué es lo que pasa... ", agregó.

Francisco -que instituyó la Jornada Mundial de los Pobres hace tres años, al cerrar el Jubileo Extraordinario de la Misericordia- recordó que Dios es amor y que "el pobre que pide mi amor me lleva directamente a Él". "Los pobres nos facilitan el acceso al cielo; por eso el sentido de la fe del Pueblo de Dios los ha visto como los porteros del cielo. Ya desde ahora son nuestro tesoro, el tesoro de la Iglesia, porque nos revelan la riqueza que nunca envejece, la que une tierra y cielo, y por la cual verdaderamente vale la pena vivir: el amor", aseguró.

En un sermón inspirado en el Evangelio del día, el Papa también advirtió sobre la tentación "de la prisa, del ahora mismo". "En el afán de correr, de conquistarlo todo y rápidamente, el que se queda atrás molesta y se considera como descarte", lamentó. "Cuántos ancianos, niños no nacidos, personas discapacitadas, pobres considerados inútiles... Se va de prisa, sin considerar que la distancias aumenta, que la codicia de pocos acrecienta la pobreza de muchos", agregó al destacar que "no hay que prestar atención a quien difunde alarmismos y alimenta el miedo del otro y del futuro, porque el miedo paraliza la mente".

Francisco criticó, además, la tentación del "yo". "No basta la etiqueta 'cristiano' o 'católico' para ser de Jesús. Es necesario hablar la misma lengua de Jesús, la del amor. No habla la lengua de Jesús quien dice 'yo', sino quien sale de su propio yo. Y sin embargo, cuántas veces reina la 'hipocresía del yo': hago el bien pero para ser considerado bueno; doy pero para recibir a cambio; ayudo pero para atraer la amistad de esa persona importante. Así habla la lengua del 'yo'. La Palabra de Dios, en cambio, impulsa a una caridad no hipócrita, a dar al que no tiene para devolvernos, a servir sin buscar recompensas y contracambios", explicó. "Entonces podemos preguntarnos: ¿ayudo a alguien de quién no podré recibir? Yo, cristiano ¿tengo al menos un pobre como amigo?".

Durante la oración mariana del Angelus, que pronunció más tarde, al mediodía, como siempre desde la ventana de su despacho del Palacio Apostólico, el exarzobispo de Buenos Aires también habló de la Jornada Mundial de los Pobres. Y agradeció a todos lo que, en las diversas diócesis y parroquias del mundo, promovieron para la ocasión iniciativas de solidaridad "para darle concreta esperanza a las personas más necesitadas"; así como a los médicos y enfermeros que en la última semana trataron a indigentes en un hospital de campo levantado por su voluntad en la Plaza de San Pedro, que atendió gratis a centenares de personas.

"He visto recientemente, hace pocos minutos, estadísticas de pobreza... ¡Hace sufrir la indiferencia de nuestra sociedad hacia los pobres!", lamentó también Francisco ante miles de fieles armados de paraguas debido a la lluvia.

Más tarde, el Papa llegó al Aula Pablo VI para el almuerzo junto a unos 1500 pobres acompañados por voluntarios de asociaciones benéficas. En un clima de fiesta, sirvieron la comida cincuenta voluntarios. Según informó el Vaticano, el menú ofreció lasaña, bocaditos de pollo a la crema de hongos y papas, postre, fruta y café.