Vacunas por votos: el clientelismo de la pandemia

La pandemia, que ya lleva tanto tiempo, tiene a la clase política, sobre todo a la que gobierna, sometida a una presión permanente que genera, consciente o no, un monto de miedo que a su vez produce mucha torpeza. El miedo no nos vuelve más estratégicos, más racionales, normalmente nos repliega a conductas muy primitivas y, muchas veces, torpes.

Uno preferiría imaginar que muchas de las incoherencias, irregularidades y torpezas que se ven en la escena oficial relacionada con la política sanitaria se deben a ese miedo y no necesariamente a la calidad estándar del Gobierno.

Vamos a hablar de algunos temas que tienen que ver con la pésima campaña de vacunación que se realiza en la Argentina y que lidera Alberto Fernández, que forma parte de un enfoque general sobre la pandemia, que no hace más que incurrir en distintos desaciertos no solo referidos al presente y al futuro, sino también a la evaluación del pasado.

Este fin de semana, el Presidente concedió una entrevista muy interesante y llena de curiosidades, de frases llamativas, algunas insólitas, a la cadena CNN en español en el programa Conecta2, que conducen María O’Donnell y Ernesto Tenembaum. Allí, él se ufana de haber sido premonitorio, de haber visto todo por anticipado y explica que es “porque siempre estoy mirando a Europa” y ahí encuentra una especie de espejo predictivo. “Gracias a que miro Europa puedo anticipar lo que viene y conducirlo correctamente”.

Veamos un gráfico del comportamiento del virus en Europa. Esto es de un sitio llamado Our World in Data y toma, en este caso, el Covid en la Unión Europea, que es donde mira todo el tiempo Alberto Fernández. El pico de contagios es del 17 de noviembre de 2020, pero esa noche -después de idas y venidas y muchísimas irregularidades- se termina de aprobar el presupuesto nacional en la Argentina sin prever partidas con programas especiales para una segunda ola, porque esa segunda ola no iba a venir al país. Y no iba a venir por la campaña de vacunación.

La adquisición de vacunas se firmó en un convenio entre el laboratorio AstraZeneca y el Ministerio de Salud, en aquel momento al mando de Ginés González García, once días antes de la aprobación del Presupuesto, sin visión de que fuéramos a necesitar programas como el IFE, el ATP, etc. porque no iba a haber una segunda ola. En aquel momento, el convenio fue por la compra de 22 millones de dosis al laboratorio AstraZeneca con el que estaba muy entusiasmado Fernández y González García, porque la parte de producción industrial de la vacuna -no la investigación- se iba a realizar en el país por parte del laboratorio de su amigo Hugo Sigman.

De las 22 millones de vacunas se pagó por adelantado el 60%. No llegaron en enero, ni en febrero, ni en marzo. Pero el convenio fue procrastinando la entrega de vacunas. Todo se demora: la negociación con los bonistas privados, la negociación con el Fondo Monetario Internacional, también la entrega de vacunas. El convenio preveía que en abril iban a llegar a la Argentina desde un laboratorio que las envasaba en México, 2.800.000 dosis y, en mayo, 4 millones. Es decir, que nosotros hoy íbamos a contar, tarde pero inseguro, con 6.800.000 vacunas de AstraZeneca.

De esas 2.800.000 vacunas que forman parte de las que se pagaron por adelantado en un 60%, hoy llegaron las primeras 800 mil. Y el Gobierno festeja y comunica que hoy llegó desde Miami un avión con las vacunas que forman parte de esas 22 millones prometidos por AstraZeneca, Sigman, los mexicanos, y por cuya ausencia nadie dio todavía una explicación. Tendrían que llegar 4 millones más en junio. Vamos a ver.

Este es uno de los problemas. Está la enorme incógnita de qué pasó con Pfizer. Patricia Bullrich dice que Pfizer fue obligada a tener que acordar con Sigman para producir las vacunas acá, para poder venderlas. Había entre 12 y 14 millones de vacunas previstas para la Argentina por parte de ese laboratorio. Ahora Pfizer dice que eso no es verdad.

Hay un segundo problema que habla de la baja calidad de las campañas vacunatorias y es que, aún donde hay vacunas, muchas veces no se aplican porque hay un déficit en la organización de la vacunación. Voy a tomar cuatro ejemplos para demostrar lo que estoy señalando respecto del déficit de organización, a través de un monitor nacional de vacunación en tiempo real, donde se puede ver la distribución de vacunas por distrito. Son datos oficiales del Ministerio de Salud.

En primer lugar, la provincia de Córdoba tiene hoy 57.911 vacunas sin aplicar de 97.2004 que le asignaron. Es decir: hay un 6% que no se aplicó, que está en stock.

La provincia de Buenos Aires, en cambio, tiene 523.802 vacunas sin aplicar, que es lo que resulta de restar de las distribuidas, 4.808.220, las aplicadas, 4.284.418. El 10% de las vacunas que tiene asignada la provincia de Buenos Aires no se aplica.

Por su parte, la Ciudad de Buenos Aires tiene un comportamiento mucho más eficiente con 42 mil dosis sin aplicar, de 1.820.623 dosis que recibió, es decir el 3% no se aplicó.

En este último caso nos vamos a concentrar, porque acá ya no solamente vemos un déficit de organización sino un caso espeluznante de politización. Estoy hablando de Misiones, una de las provincias que menos aplica las vacunas que tiene asignadas. Se le dieron 338.150 vacunas, de las cuales aplicó 251.271. Quiere decir que Misiones tiene sin aplicar 86.879 dosis de las 338.150 que se le asignaron. Misiones no aplicó 25% de las vacunas que tiene. Las tiene guardadas.

Primera curiosidad: el gobernador de esta provincia, Oscar Herrera Aguad, es médico y fue secretario y ministro de Salud de Misiones en gestiones anteriores. Podemos decir que es todo un especialista. Asimismo, otro dato interesante es que, desde hace una semana, Misiones se ha lanzado a una campaña importantísima de vacunación, tanto que se le han asignado más vacunas, alrededor de 13.800 dosis de la Sputnik V. ¿Por qué, si guarda en stock las vacunas, le siguen asignando? Porque el 6 de junio hay elecciones en Misiones, de concejales, de diputados provinciales y allí el gobernador se juega su gobernabilidad. Lo que vemos en la prensa misionera es una campaña de vacunación extraordinariamente intensa, por la cual la vacuna se entrega como un beneficio electoral. Nos preguntamos si no las guardarían para aplicarlas en la campaña electoral.

Esta politización tiene muchas facetas. Uno se preguntaría: en la Ciudad de Buenos Aires hay un dispositivo de vacunación que permite vacunar más o menos 30.000 personas por día. Obviamente, el gobierno de la ciudad no recibe esa cantidad de vacunas por día, por lo que el aparato está subutilizado. Por lo tanto, ¿no sería lógico que desde la provincia de Misiones, donde no pueden aplicar el 10% de las dosis que reciben, puedan mandar a las personas a que se vacunen en Buenos Aires, donde están con capacidad ociosa? Sería lo lógico. Pero, claro, hay que cuidarse. No vaya a ser que la gente diga “la vacuna me la dio Larreta” y termine votando por la oposición.

Vacunas por votos sería el esquema de este nuevo clientelismo sanitario, que tiene una explicación racional: cuando más asustado está el político, más preocupado está por el voto y por no perder el poder. Fíjense lo que ha detectado la consultora Poliarquía, que lidera Alejandro Catterberg, en el último estudio que hizo la semana pasada, antes de la vuelta a la fase 1, sobre las medidas restrictivas y la vacunación. Catterberg descubre en ese estudio que entre las personas que cuentan con todos sus parientes vulnerables vacunados, la adhesión a la política sanitaria de Alberto Fernández es del 58%; por su parte, entre las personas que tienen algunos parientes vulnerables vacunados, no todos, esa adhesión baja al 41%; y entre las personas que están rodeadas por parientes vulnerables pero no vacunados, la adhesión desciende al 17%. Es decir, que a mayor vacunación, mayor consenso para el gobierno de Fernández.

Hay un alineamiento muy importante entre adhesión política al Gobierno y evaluación de las medidas del Gobierno en materia sanitaria. Por ejemplo, todas las restricciones que se impusieron antes de este cierre más estricto, las que tienen que ver con la educación y todo el debate sobre escuelas abiertas y escuelas cerradas. En la Capital la imagen del gobierno mejoró 4 puntos porcentuales, mientras que en la provincia de Buenos Aires donde gobierna Alex Kicillof el aumento fue de 14 puntos. ¿Se entiende por qué Kicillof ha hecho de esta campaña de encierro una bandera? Porque le va bien con los votos, en la medida en que no hay vacunas.

Todo esto repercute de otra manera que, a mi juicio, todavía es extrañamente misteriosa. Todavía no sabemos cómo se está procesando todo este drama en la sociedad. Hay un aumento de la pobreza, dramático, y vuelve el hambre. En esta segunda oleada, como dijimos, el Gobierno mirando Europa no pudo mirar ni siquiera el conurbano y no previó una asistencia especial, no puede mirar sectores enteros de la economía que se hunden. Entonces, lo que pase en el seno de la sociedad todavía es una incógnita y esto tiene alarmados a muchos políticos.

Si uno mira el vecindario, es razonable esa alarma. Estalló Colombia por razones que siempre son anecdóticas. Entre otras cosas, un paquete fiscal que incluía -esto valga como consuelo: los disparates no son solo argentinos- un impuesto especial, en plena pandemia, que imaginó el presidente Iván Duque, a los servicios fúnebres. El gobierno de Colombia iba a recaudar más o menos un millón de dólares. Bueno, la combinación pobreza, desempleo, empresas quebradas, disparates oficiales hizo estallar a Colombia.

Hay que mirar la elección en Chile que habla de otros alineamientos políticos. Como que si el malestar que ya veíamos, y que casi produjo la caída del gobierno de Piñera antes de la pandemia, el año pasado, se hubiera trasladado a la elección por constituyentes y por la alcaldía de Santiago.

Madrid tuvo otro tipo de manifestación, una derrota fenomenal de la centro izquierda y de la izquierda, a manos del PP por el reclamo de “libertad en los movimientos”.

Hay quienes están mirando esto con preocupación y yo remarcaría acá un episodio muy importante que ocurrió en América latina en los últimos días. Concretamente, Lula da Silva tuiteó el viernes que el 12 de mayo se había reunido a almorzar, en la casa de un amigo en común que fue ministro de ambos, con Fernando Enrique Cardoso. Estamos hablando de las dos figuras máximas de lo que serían alineamientos ideológicos en Brasil, más allá de Jair Bolsonaro. ¿Qué temen? Que haya una caída más brutal que la que está protagonizando hoy Bolsonaro en las encuestas, que está en un piso de 24% de adhesión, y que combinado con el malestar de una pandemia muy mal administrada, se produzca una regresión, de pronóstico reservado, en la democracia de Brasil. Entonces dicen: pactemos, hablemos, razonemos el futuro, tendamos una red de seguridad política.

Eso es imposible de ser pensar hoy en la Argentina, donde el Gobierno y la oposición no solo no se comunican sino que están en un estado permanente de agresividad, de ruptura. Están metidos, como diría Borges, en lo cotidiano, en la batalla. Esta ruptura entre Gobierno y oposición que los muestra aislados del drama general, es un problema principal para Martín Guzmán, porque él quiere acordar ya con el Fondo Monetario Internacional. En contra de lo que piensa Cristina Kirchner y todo el círculo que la rodea, Guzmán entiende que es mucho más ventajoso para él hacerlo ahora, que de aquí a dos meses.

¿Por qué? Primero porque sigilosamente (y probablemente sin que lo note Cristina), Guzmán está llevando adelante un fenomenal ajuste fiscal que le permitiría llegar a un déficit muy inferior al que prometió en el presupuesto. Al mismo tiempo, está llevando adelante un ajuste monetario. Es como si Guzmán fuera adquiriendo el rostro del último tramo del gobierno de Macri.

Esto es especialmente interesante porque subraya la ausencia de programas para asistir a las víctimas de las nuevas restricciones establecidas por el Presidente; es decir que, mientras la sociedad vuelve a fase 1, el ministro sigue con su calculadora pensando en cuál va a ser el mayor ajuste o la mayor reducción de déficit para ofrecer a los organismos con los que están negociando. Es lógico que haya una discusión interna entonces.

La segunda razón que le aconseja a Guzmán dejar de procrastinar y hacer ahora el acuerdo es evitar un default con el Club de París. Este organismo, a su vez, le dice dos cosas. En primer lugar que, si quiere renegociar con ellos la fenomenal deuda que dejó Kiciloff (pésimamente negociada, y con tasas y punitorios leoninos para la Argentina) debe tener antes un acuerdo con el Fondo.

La otra cuestión se reveló en una entrevista al embajador de Japón en la Argentina, Takahiro Nakamae, para el DiarioAR. Se trata de un diplomático con una gran trayectoria que vivió en la Argentina hace más o menos 20 años y volvió ahora como embajador tras haber sido el jefe de la diplomacia de Japón para América latina. Allí, con gran conocimiento de su oficio, dijo algo muy importante: advirtió que tuvieran cuidado si la Argentina quería renegociar su deuda con el Club de París porque ellos (que son uno de los acreedores principales del este organismo, junto con Alemania) no quieren que haya acreedores privilegiados para la Argentina. No vaya a ser que se renegocie esta deuda y la Argentina le pague antes a otro, -contante y sonante- lo que le debe, en tiempo y forma. El periodista que le hizo esta entrevista, Alejandro Rebossio, le preguntó si su temor era que a ellos les pedaleen la deuda y a China les paguen “al contado”. “No creo que sea adecuado dar nombres”, respondió Nakamae, muy diplomático. Pero dijo algo más, muy elemental, que en el debate sobre este tema habitualmente no se tiene en cuenta. Él explicó que el dinero que le prestaron a la Argentina pertenece a sus contribuyentes, a lo que habría que agregar algo que el embajador del Japón no dijo: también votan.

Hoy hay un problema porque, hasta donde se sabe, el Gobierno tiene un viaje agendado por el Presidente a China, pero no tiene previsto renegociar allí créditos bilaterales por obra pública que se acordaron durante el gobierno de Cristina Kirchner y durante el de Mauricio Macri. Esto es todo un problema para las potencias que negocian en el Club de París y que dicen: “si no vas a pedalear, pedaleá también a los chinos”. No hay que explicar que entre Japón y China hay muchísimas tensiones -sobre todo en el Mar de China- y que, a esas tensiones, se suma Estados Unidos que tiene una línea de continuidad muy marcada de enfrentamiento con China, sobre todo el terreno económico y comercial. Esa pelea condiciona a la Argentina y ahí está, en el centro, Guzmán.

La otra dificultad con la que se encuentra Guzmán no tiene que ver ya con el Club de París, sino con la situación nacional. El acuerdo que él pretende cerrar con el Fondo sobrepasa -en su línea temporal- al mandato de Fernández e implicaría a varios gobiernos para cumplirlo, por lo cual se le exige un acuerdo con la oposición. Ahí volvemos a la distancia que hay en la Argentina ante la posibilidad de cualquier acuerdo político.

El último episodio tiene que ver con la decisión del oficialismo, liderado en la Cámara de Diputados por Sergio Massa, de someter a discusión la reforma de la Ley del Ministerio Público. Finalmente, después de un gran esfuerzo de la oposición, no se pudo tratar porque no hubo quorum. Sin embargo, el Gobierno ahora tiene un dictamen para conseguir una ley que le permitiría -por distintas razones- controlar a los que investigan, sobre todo a los que investigan la corrupción. Ahora faltaría que, en algún momento, el oficialismo logre dar quorum para aprobar ese dictamen que consiguió el martes pasado.

Hubo una gran discusión en el Congreso, en la Comisión de Asuntos Constitucionales y Justicia, que se reunieron en conjunto. Y lo más interesante es que, desde la Casa Rosada, miraban esa discusión por vía digital y aplaudían a los opositores, no a los que defendían la posición que supuestamente es la del Gobierno. Hay un sector ligado Alberto Fernández al que le gusta que patine el proyecto de Cristina en el Congreso; sobre todo quienes tienen mayor sensibilidad por los temas institucionales y que se ven mucho más reflejados en la posibilidad de designar a un procurador en conjunto con la oposición (Rafecas, por ejemplo), que hacerlo por uno faccioso y oficialista.

Esto obviamente inspira una pregunta muy inquietante en el kirchnerismo, y probablemente también en Cristina. Es una fantasía desagradable, pero la vicepresidenta podría preguntarse: “¿Cuánto ha hecho Alberto Fernández, desde que llegó al poder hasta ahora, para resolver mis temas judiciales? ¿Los querrá resolver o en su ecuación de poder, mientras mira a Europa, se hace el tonto y me tiene apestillada? Es decir, continúa el lawfare o lo que ella cree que es el lawfare”. Una pregunta interesantísima e inquietante si uno no está en el pellejo de Cristina y su familia, a la que no le debe gustar que en la Casa Rosada haya funcionarios festejando que -por ahora- el proyecto para dominar a los fiscales no obtuvo quorum y fracasó hasta nuevo aviso.

Desde el sector de Cristina Kirchner se convoca a una caravana para ir a reprochar, este martes, a la Corte por este sistema de cosas que ella considera persecutorio, y que cree que tiene que ver –exclusivamente- con la experiencia Macri. Es decir, para Cristina y su grupo, durante el gobierno anterior, se montó una maquinaria persecutoria, usando los servicios de inteligencia, para hostigar a la oposición. Es cierto que, durante el gobierno de Macri, el manejo de los servicios de inteligencia fue un desastre, que hicieron calamidades, que se están juzgando en la Justicia; es cierto que se persiguió A opositores, periodistas e inclusive gente del propio gobierno. Sin embargo, lo que es un dislate es pensar que eso lo inventó Macri.

En esto, Macri fue un heredero ejemplar de Néstor Kirchner. Si uno quiere demostrarlo, bastaría mirar lo que pasó el miércoles pasado al mediodía en el Hotel Four Seasons. Seguramente a Cristina Kirchner ya le deben haber informado de lo que ocurrió; y si no lo hicieron, le informan mal. Allí se festejó el cumpleaños de Lucas Nejamkis, una especie de secretario privado de Antonio Stiuso, el tenebroso exlíder de los espías y quien manejaba la entonces Secretaría de Inteligencia durante el gobierno de Néstor Kirchner. Fue un instrumento principal de Néstor Kirchner en toda su operación política y judicial; tan importante que, cuando Cristina Kirchner quiso desprenderse de Stiuso porque ya la estaba hostigando a ella, les pidió a los jefes de la Secretaría de Inteligencia de aquel momento, Icazuriaga y Larcher, que lo echen. Ellos prefirieron irse antes de cumplir esa orden. Finalmente, lo echó Oscar Parrilli.

Aquel evento parecía el cumpleaños de Stiuso porque la gente iba a besarle el anillo. ¿Quiénes? Funcionarios del Gobierno, jueces y fiscales federales, y todo tipo de valijero. Era una especie de mezcla del mundo institucional, de gente del Poder Ejecutivo y de gente muy opaca del submundo.

De todos modos, además de todo esto, había algunos amigos de Nejamkis. Estaba el juez de Casación Mariano Borinsky; el Camarista Federal Mariano Llorens; los jueces federales Ariel Lijo y Marcelo Martínez de Giorgi; el fiscal Ignacio Mahiques junto con su hermano, el fiscal general de la Ciudad Juan Bautista Mahiques (hombre clave de la política judicial de Macri en el Consejo de la Magistratura, que reporta en todo a Daniel Angelici, quien ha sido uno de los operadores más importantes que tuvo el expresidente en materia judicial). Julián Leunda, alguien muy poco conocido que pertenece al riñón del Grupo Indalo, un hombre de Fabián De Sousa, que pasó a ser después clave para Alberto Fernández y es hoy uno de los principales funcionarios de su equipo de asesores.

También estuvo Adrián Kochen, una especie de operador, no sé cómo llamarle, que trabaja para Eskenazi, Sigman, Fernández y el gobernador Juan Manzur… ya no sabe para cuánta gente trabaja. Alejandro Olmos, líder del Grupo Crónica, muy ligado a la UOM que ahora quiere quedarse con Telefónica en Uruguay y después con la de Argentina. Guillermo Mitchell, un abogado muy inteligente, muy capaz, cerebro tributario de Sergio Massa en la Cámara de Diputados. Fue en su momento un asesor indispensable de Ricardo Echegaray en la AFIP, y hoy es un hombre clave en los vínculos entre el ministro del Interior, “Wado” De Pedro, Stiuso y Nejamkis, sobre todo en algunas operaciones que tienen que ver con el sector de la salud. Al final del cumpleaños, llegó Jorge Brito (h), del Banco Macro, que debe haber tenido la experiencia desagradable de encontrarse con el juez Lijo, que procesó a su padre después de haber sido tan amigos.

Si uno recorriera todas esas mesas de las 40 personas que había en el Four Seasons para festejarle el cumpleaños al secretario de Stiuso, casi que podría reconstruir a la perfección el caso Ciccone, en el que Stiuso tuvo tanto que ver.

Habría que pensar, de todo lo que se habló allí, en un tema que toca este costado de la vida pública. Se habló mucho de María Eugenia Vidal, de la posibilidad de que finalmente compita en la ciudad de Buenos Aires como diputada. Y alguien informado dijo: “No sabemos si Vidal, pero la gente de Vidal quiere quedarse con el sector de Justicia y seguridad de la ciudad de Buenos Aires, desplazándolo a Marcelo D’Alessandro y poniendo a otro hombre de Angelici, Gustavo Ferrari, que fue ministro de Justicia de Vidal”.

¿Empiezan los problemas dentro del PRO por las candidaturas y todo lo que tiene que ver con ello? Diego Santilli se resiste a ese cambio en el gobierno porteño. Sería el candidato, probablemente junto a Elisa Carrió, en la provincia de Buenos Aires. La gran incógnita: qué va a hacer Jorge Macri frente a todo eso. No vaya a ser que haya un Macri que se va del PRO.

El festejo y los comentarios ocurrieron en el restaurante del hotel. ¿Cómo se llama? “Nuestro Secreto”. Ideal para festejar el cumpleaños de un espía. Tal vez los amigos de Cristina no tendrían que realizar la marcha del lawfare hacia la Corte. La tendrían que realizar hacia el hotel Four Seasons.