Una ‘vía hacia el Occidente’ muere en Bielorrusia, mientras Moscú busca más ayuda con Ucrania

Una manifestación en contra de los resultados de las elecciones presidenciales en Minsk, Bielorrusia, el 30 de agosto de 2020. (Sergey Ponomarev/The New York Times)
Una manifestación en contra de los resultados de las elecciones presidenciales en Minsk, Bielorrusia, el 30 de agosto de 2020. (Sergey Ponomarev/The New York Times)

La muerte de un alto funcionario que condujo los intentos fallidos de Bielorrusia para mejorar sus relaciones con Occidente sucedió en un momento en el que el país enfrenta mayor presión de Rusia para que se involucre en la guerra contra Ucrania, la cual causa estragos al otro lado de la frontera.

El funcionario, Vladimir Makei, de 64 años, fungió durante 10 años como ministro de Relaciones Exteriores de Bielorrusia, un campo de batalla geopolítica clave entre Rusia y Occidente. Murió de manera repentina el fin de semana, según informaron el sábado los medios estatales de ese país, sin dar mayor explicación.

Makei ayudó al dictador veterano de su país, Alexandr Lukashenko, en una serie de esfuerzos abortivos para equilibrar la influencia cada vez más dominante del gobierno ruso al acercase a Estados Unidos y la Unión Europea. Sus esfuerzos se produjeron incluso cuando el país se convirtió en un punto de apoyo para la invasión de Ucrania en febrero.

Poco después de que se informó de la muerte de Makei, colegas en el exilio de una lideresa de la oposición que se encontraba en prisión, Maria Kolesnikova, dijeron que la mujer había sido llevada a toda prisa a la sala de terapia intensiva de un hospital al poniente de Bielorrusia el lunes, también por motivos desconocidos.

“No sabemos qué pasó, esperamos tener más información pronto”, dijo la hermana de Kolesnikova, Tatiana Khomich, en respuesta a una solicitud de comentarios. Agregó que hacía dos semanas su hermana había sido trasladada de una prisión normal en la ciudad de Gomel a una celda de aislamiento solitario en otras instalaciones. Desde ese traslado, no se le ha permitido a la familia contactarla.

La repentina muerte de Makei y la enfermedad sin explicación de Kolesnikova pusieron de relieve la imprevisible y enigmática dinámica interna de Bielorrusia, en un momento de gran tensión política en el país creada por la guerra de Ucrania.

Kolsenikova es bien conocida por ser una de las opositoras más decididas y efectivas de Lukashenko. Es muy admirada por haber resistido los intentos de deportarla por la fuerza de Bielorrusia a Ucrania en 2020 y por haber prometido continuar su lucha desde dentro del país en lugar de refugiarse en el extranjero como han hecho muchos otros.

Esto hizo que fuera condenada el año pasado por cargos de conspiración para apoderarse del poder de manera ilegal. Un tribunal bielorruso le impuso una condena de 11 años en prisión.

Por su parte, Makei nunca fue disidente, sino un aliado cercano de Lukashenko. Sin embargo, representaba una opinión cada vez más rara entre los funcionarios bielorrusos, la de que el país tenía que acercarse a Occidente y evitar caer bajo el absoluto dominio de Rusia.

Su muerte, informada por los medios gubernamentales del país el sábado sin mencionar la causa ni los honores habituales, suscitó un aluvión de especulaciones entre los comentaristas, los activistas de la oposición en el exilio y los funcionarios ucranianos sobre el motivo de la muerte repentina del diplomático, del que no se sabía que sufriera ningún problema grave de salud.

Solo un medio, el periódico semanal Nasha Niva, mencionó que había muerto en su casa de Minsk, la capital, de un ataque al corazón. Pero otras noticias, basadas en rumores no confirmados, sugirieron que podría haber sido envenenado.

No han aparecido pruebas de alguna ilegalidad, pero los rumores reflejan el clima de miedo y sospecha que, según antiguos miembros del gobierno bielorruso, se apodera ahora incluso de los seguidores más leales de Lukashenko debido a la incertidumbre creada por la guerra en la vecina Ucrania.

Ryhor Astapenia, director de la iniciativa sobre Bielorrusia en Chatham House, una organización de investigación de Londres, dijo que no había duda de que Makei “era parte del régimen”, pero “era el demonio conocido por Occidente” que hacía “más fácil, al menos para Occidente, entender la lógica política del régimen”.

Agregó que ahora Lukashenko debe determinar si elige a un remplazo en el cargo que pueda tratar de negociar con Occidente o decide que “no quiere involucrarse más con Occidente” y doblegarse ante Rusia.

Aunque Bielorrusia permitió que su territorio sirviera de base para la invasión rusa, se ha resistido a la presión de Moscú de que involucre más enviando a su Ejército a Ucrania.

Makei tenía previsto reunirse con el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, esta semana y viajar a Polonia para asistir a una reunión anual de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa.

Lukashenko, en el poder desde 1994, pero cada vez más comprometido con el gobierno ruso para mantener su posición como el líder más longevo de Europa, no se ha pronunciado sobre la muerte de Makei ni tampoco ha rendido homenaje a su largo servicio. La agencia estatal de noticias, Belta, publicó el sábado un artículo de una sola línea que mencionaba que el presidente había dado el pésame a la familia de Makei.

La última reunión oficial conocida del ministro de Asuntos Exteriores fue el viernes con el nuncio apostólico en Minsk. Una persona cercana al servicio diplomático del Vaticano dijo que el nuncio, el equivalente vaticano a un embajador, no notó nada inusual en el estado físico de Makei. El ministro de Relaciones Exteriores le dijo al nuncio que estaba cansado, pero lo atribuyó a una agitada agenda de viajes.

Diplomáticos exteriores que habían trabajado con Makei a lo largo de los años lo recordaron como uno de los pocos altos funcionarios bielorrusos que podía entablar conversaciones civilizadas con líderes occidentales sin dejar de ser un miembro de confianza del círculo íntimo de Lukashenko.

Pocos días antes de que el Ejército ruso invadiera Ucrania en febrero, de camino a Kiev, la capital ucraniana, desde territorio bielorruso, Makei insistió en una reunión con periodistas extranjeros en Minsk en que Rusia no invadiría y que sus soldados, que supuestamente se habían congregado en Bielorrusia para llevar a cabo ejercicios de entrenamiento, pronto regresarían a Rusia.

Valery Kaveleuski, exdiplomático bielorruso que ahora vive en el exilio y apoya a la oposición, dijo que la obediencia de Makei a Lukashenko significaba que había “perdido por completo su atractivo para el Occidente, así como su capacidad de influir en las políticas gubernamentales”. Predijo que su remplazo “mantendrá un enfoque similar, sumiso a Rusia, con un espacio de maniobra extremadamente limitado frente a Occidente”.

Como ministro de Asuntos Exteriores, Makei encabezó el acercamiento de su país a Occidente, al que Lukashenko había intentado enfrentar con Rusia en un intento por mantener el poder político en casa.

Makei, coronel de reserva del Ejército que hablaba con fluidez inglés y alemán, era uno de los pocos funcionarios bielorrusos de alto nivel que podía moverse entre los partidarios de la línea dura de los servicios de seguridad bielorrusos y los círculos diplomáticos europeos, lo cual lo convertía en un valioso miembro del equipo de Lukashenko, según el analista político bielorruso Pavel Slunkin, quien trabajó con Makei en el Ministerio de Asuntos Exteriores.

“A través de él, Lukashenko había encontrado una vía hacia Occidente”, dijo Slunkin, refiriéndose a Makei.

c.2022 The New York Times Company