Un reportero del New York Times revela al detalle la miseria que se encontró en Venezuela

Probablemente lo peor en Venezuela ya no sea esa escasez de alimentos básicos en los supermercados o de medicamentos en las farmacias que empieza a parecer crónica. Tampoco la inestable situación política ni las dificultades económicas de los ciudadanos por culpa de la caída del precio del petróleo, bien más preciado del país y en el que se basan las exportaciones. La peor noticia es que la situación tiene más visos de continuar empeorando más que de mejorar. Y eso que ya es crítica.

Con sus propios ojos lo ha podido comprobar un reportero del New York Times, Nicholas Casey, que se ha recorrido el país del interior a la costa y de la costa al interior. Más de 1.900 kilómetros durante 30 días en los que ha escuchado los desesperados lamentos de un pueblo que necesita urgentemente salir de esta situación.

Largas colas en los supermercados venezolanos (Reuters).

Pero no parece tarea sencilla. De momento se estima que la inflación pueda llegar a alcanzar el 720% este año, la más alta del mundo. Además, la situación internacional no ayuda, ya que el hecho de que ahora EE.UU. tenga su propio petróleo y que además se hayan levantado las sanciones a Irán provoca que el escenario más probable es que el precio del barril de crudo siga bajando cuando lo que le interesa a Venezuela es justo lo contrario.

Casey, en su recorrido, ha visto cómo el agua potable escasea en Caracas, lo que ha provocado que su precio se dispare por los aires. En el interior, los cultivos de caña de azúcar se pudren y las fábricas de leche han dejado de producir. En Puerto Cabello, que hace no demasiado tiempo abastecía al país entero, apenas quedan unos pocos barcos, lejos del trajín de antaño cuando las mercancías se acumulaban en el puerto.

Eso en lo que respecta a la alimentación, pero en otros sectores las cosas no andan mucho mejor; hospitales que carecen de jeringuillas, jornaleros parados y mucho dinero que hace falta para comprar hasta los productos más básicos como el café, el azúcar o la harina.

Ante la falta de productos, la solución pasa por armarse de paciencia y soportar largas colas de varias horas en los centros de abastecimiento –como por ejemplo supermercados- para intentar llevarse a casa lo máximo posible.

No importaba con quién hablase el reportero, ya fuera el piscicultor, el cargador en el muelle o el policía, todos coincidían en la complicada situación que vive el país. Una situación a la que no se ve salida. Esperan tiempo duros para Venezuela.

Puedes leer el artículo completo en New York Times.

Javier Taeño (@javiertaeno)