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Turistas de guerrillas y favelas pagan por la experiencia de ser subversivos y pobres

Santa Marta es uno de los lugares más visitados por los aventureros que se arriesgan a tomar un tour por las favelas de Río de Janeiro (Foto Yahoo View).
Santa Marta es uno de los lugares más visitados por los aventureros que se arriesgan a tomar un tour por las favelas de Río de Janeiro (Foto Yahoo View).

¿Hacer una excursión turística a un campamento guerrillero de ex combatientes de las FARC o caminar medio día por una favela de Río de Janeiro es un acto de inmersión cultural, de estupidez o de voyerismo?

Los que critican con vehemencia el llamado turismo de pobreza alegan que no es ético hacer negocio al exponer condiciones de vida que no deberían de existir.

Otros prefieren llamar turismo de inclusión a una actividad que involucra a las comunidades que viven en situación de pobreza y les permite generar recursos para mejorar su nivel de vida.

Y aunque parezca una tendencia novedosa, la idea de ir a buscar lo que no se nos ha perdido es intrínseca al hombre. Exploradores como Xuanzang, Marco Polo, Cristóbal Colón, James Cook o Américo Vespuccio arriesgaron sus vidas por conocer lugares ignorados por sus coterráneos.

Pero hay otro tipo de aventureros que no desean llegar a lo inexplorado, sino que sienten la necesidad de traspasar las fronteras invisibles creadas por las desigualdades económicas dentro de una misma ciudad.

En la Inglaterra victoriana del siglo XIX, los aristócratas se aventuraban a los barrios obreros de Londres o Manchester para ser testigos de las deplorables condiciones sanitarias de los trabajadores.

Y en pleno siglo XX cientos de admiradores de Nelson Mandela comenzaron a recorrer las precarias comunidades donde fueron segregados los negros sudafricanos durante la época del Apartheid.

Caminar por las favelas

Ese deseo de conocer todas las facetas de una ciudad es lo que motiva a algunos turistas a recorrer a pie las favelas más conocidas de Río de Janeiro, una de las urbes más visitadas de Sudamérica.

Bianca Freire Medeiros, de la Universidad de Sao Paulo, explicó que el fenómeno en Brasil surgió como una experiencia de llevar delegados y periodistas las favelas durante la Cumbre de Río de 1992 y desde entonces se ha institucionalizado.

La investigadora descubrió que se trata de un segmento muy grande y decidió estudiar cómo se ha usado la pobreza en una mercancía, cómo se paga para tener una experiencia de pobreza en una situación turística que en general está asociada al placer.

“Es fascinante ver que hay personas de todos los segmentos y edades. Jubilados de Israel, mochileros, hay de todo”, dijo Medeiros en el podcast Sociología con Acento.

“Queríamos visitar la realidad de una favela. Es algo que hemos visto en películas y no teníamos mucha idea. Creíamos que era algo bien diferente a lo que se dice… Es muy tranquilo y la gente es super amable”, explicó una turista uruguaya sobre su experiencia con el Favela Santa Marta Tour.

La favela de Santa Marta es considera una de las más seguras debido a la presencia constante de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP), una estrategia de seguridad creada por el gobierno brasileño para contener la violencia generada por las bandas que controlan el tráfico de droga.

Los precios y servicios de los tours de favelas varían dependiendo del lugar y el tiempo de duración del recorrido, pero oscilan entre los 15 y los 40 dólares por persona.

El primero en ofrecer un vistazo dentro de la favela Santa Marta fue el director estadounidense Spike Lee en 1996 con el popular video de Michael Jackson They Don’t Care About Us.

Uno de los propulsores del “turismo de experiencia” es Gilson Fumaca, un carioca nacido y criado en la favela de Santa Marta que comenzó a trabajar desde los 12 años para ayudar a mantener a su familia y que en 2010 creó Favela Scene, un emprendimiento que pretende mostrar la verdadera cara de su comunidad a los visitantes que desean conocer más a fondo la realidad de Río de Janeiro.

Los entusiastas del turismo de experiencia creen que cuando el turista ve con sus propios ojos la resiliencia, la creatividad y la solidaridad de los habitantes de las favelas se derrumban los prejuicios y son tratados como iguales.

Los detractores opinan que algunos extranjeros caen en el irrespeto cuando merodean por las favelas y toman fotografías sin consultar, igual que si estuvieran visitando un zoológico o un safari. Hay estudios que aseguran que el contacto superficial con una cultura no ayuda a cambiar las percepciones negativas previas.

También hay que advertir que no todo es sonrisas y samba en las 1.000 favelas donde viven unos dos millones de personas en Río de Janeiro. A pesar de la insistencia de las autoridades por “pacificar” las zonas populares, el Comando Rojo (Comando Vermelho) sigue dominando amplios sectores.

La organización Insight Crime explicó que el Comando Rojo nació y prosperó durante la dictadura militar de Brasil entre 1964 y 1985 por una alianza entre delincuentes comunes y militantes de izquierda para velar por sus detenidos. En la década de 1980 el poder del Comando Rojo se había extendido más allá de las cárceles y comenzaron a introducir y controlar el mercado de la cocaína colombiana en la ciudad.

“El grupo obtuvo el control de muchos barrios pobres de Río de Janeiro que habían sido abandonados por el Estado, estableciendo un sistema paralelo de gobierno en las favelas y proporcionando empleo a los habitantes que por mucho tiempo habían estado excluidos de la sociedad brasileña”, dijo Insight Crime.

En noviembre de 2017, funcionarios de la UPP mataron a tiros a la turista española María Esperanza Jiménez Ruiz, de 67 años, quien paseaba con un guía y dos acompañantes por la favela Rocinha, durante un operativo militar.

El diario El País informó que en el primer semestre del 2015, Rocinha registró dos de cada tres casos de muerte violenta en “el Área Integrada de Seguridad Pública (AISP) 23, en Leblon, donde está inserta”.

Transitar por una zona roja de cualquier ciudad latinoamericana siempre implica un riesgo.

¿Aprender de la guerrilla?

Otra corriente turística emergente en Suramérica son las visitas a los campamentos donde hasta hace poco operaba el Frente Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), quien depuso las armas en 2017 luego de librar un conflicto armado con el gobierno colombiano durante 52 años.

Los emprendimientos turísticos son organizados por los ex combatientes, quienes han decidido invertir parte de la ayuda que les otorga el estado para su reinserción en la creación de hostales y rutas turísticas “para preservar la memoria histórica” de la nación.

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Uno de esos proyectos es la Casa Verde, donde los visitantes podrán experimentar la vida en un campamento guerrillero en la intrincada zona del Meta.

La revista Semana informó que los guerrilleros inactivos están construyendo un hotel de 18 habitaciones en una de las bases de las FARC construidas por su líder Manuel Marulanda (Tirofijo) y que fue destruida por el ejército durante un bombardeo en 1990.

En la ardiente Guajira colombiana funciona el Campamento Ecoturístico Fabiana, donde ya han recibido unos 200 visitantes que desean experimentar cómo era la vida durante los años de la guerra.

Uno de los grupos de turistas estaba formado por 15 estudiantes de una clase de política pública de Dartmouth College, en Nueva Hampshire, Estados Unidos, como parte de un curso intensivo de 10 semanas sobre el conflicto armado, informó el diario El País.

Los ex combatientes no escatimaron atenciones a los visitantes mientras intentaban simular la vida en el monte y mostrarles “que también somos seres humanos”.

Estos alumnos pudieron escuchar frente a frente a uno de los líderes de las FARC, Milton de Jesús Toncel Redondo, alias Joaquín Gómez, quien les habló de los beneficios de la paz pero a quienes expresó su insatisfacción por los incumplimientos de los acuerdos.

Según el Centro Nacional de Memoria Histórica, entre 1958 y 2018 en Colombia ocurrieron 4.210 masacres, 238 atentados terroristas y 15.738 casos de violencia sexual. Los 60 años de conflicto armado dejaron 261.619 muertos (214.584 civiles, 46.675 combatientes y 360 personas que no fueron identificadas).

Existen peligros reales para los aventureros que deseen visitar un campamento guerrillero luego del acuerdo de paz.

Uno de esos riesgos es que para algunos grupos como el Ejército de Liberación Nacional no ha terminado la guerra, y siguen operando gracias al financiamiento que obtienen de las actividades ilegales en Venezuela.

Y algunos guerrilleros disidentes de las FARC han retomado las armas porque se han sentido decepcionados con el proceso de reinserción social.

Otro problema es el auge de la criminalidad en los territorios que eran dominados por las FARC y que aún no cuentan con el aparato institucional del estado como funcionarios civiles, policiales, servicios públicos básicos.

Con la planificación y los guías adecuados, una escapada por una favela en Brasil o un campamento guerrillero en Colombia puede ser una experiencia enriquecedora. Pero nunca estará exenta de peligros y medias verdades.