Un tuit sobre política, el comienzo de la desaparición de Mesut Özil de la Premier League

LONDRES - Todo comenzó con un tuit. Mezut Özil conocía los riesgos cuando, en diciembre del año pasado, decidió realizar una denuncia pública sobre el trato de China hacia los uigures, una minoría principalmente musulmana de la región de Sinkiang, y el silencio cómplice de la comunidad internacional.

Sus amigos y asesores le advirtieron a Özil, un mediocampista del Arsenal, que eso tendría consecuencias. Tendría que dar por perdido el mercado chino. Sus 6 millones de seguidores en Weibo, la red social más grande del país, iban a desaparecer. Su club de fans en esa red social -con unos 50.000 miembros suscritos- también se terminaría. Nunca podría jugar en China. Tal vez se iba a volver demasiado tóxico para cualquier club con dueños chinos o con patrocinadores interesados en hacer negocios en ese país.

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Özil sabía que esto no era alarmismo. Estaba consciente de la furiosa respuesta de China -tanto a nivel institucional como de manera orgánica- frente a un tuit que había publicado Daryl Morey, el gerente general de los Houston Rockets de la NBA, tan solo unas semanas antes. No obstante, Özil fue inflexible. Durante meses, en los que vio documentales y consumió noticias, la situación en Sinkiang lo había indignado cada vez más. Les dijo a sus asesores que su deber no era tanto llamar la atención sobre el asunto, sino presionar a las naciones con mayoría musulmana -entre ellas Turquía, cuyo presidente, Recep Tayyip Erdogan, fue el padrino de la boda de Özil- para que intercedieran.

Así que presionó "enviar".

Se puede discutir cuánto de lo que sucedió después se debió a ese tuit. Özil está convencido de que fue el momento que lo cambió todo. El Arsenal asegura con la misma firmeza que no es así. No hay una manera fácil y clara de salvar la distancia entre ambas perspectivas. Tal vez las dos son verdaderas. O quizá ninguna lo es. Ni Özil ni el Arsenal estuvieron dispuestos a debatir sus diferencias de manera oficial.

De todas maneras, el resultado es el mismo. Pocos días después de que Özil alzó la voz en público, las dos televisoras socias de la Liga Premier en China, CCTV y PP Sports, se rehusaron a transmitir un partido del Arsenal. Cuando la segunda se dignó a volver a pasar los juegos del Arsenal, sus comentaristas se rehusaron a mencionar el nombre de Özil.

Quitaron su avatar de los videojuegos. La búsqueda de su nombre en los motores de búsqueda en internet de China producía mensajes de error (se informó que su cuenta de Weibo había sido inhabilitada, aunque eso no fue verdad). Sin embargo, de una manera muy deliberada y en apariencia por orden de un gobierno autoritario, Mesut Özil fue borrado.

Si en aquel entonces se sintió como si fuera lo peor que podría pasar, no lo fue. Resulta que la desaparición de Özil apenas estaba empezando.

En retrospectiva, la reacción del Arsenal frente a la decisión de Özil de alzar la voz fue -como mínimo- incongruente. En público, el club no demoró nada en tomar distancia de los comentarios del futbolista. En privado, consideraba castigarlo.

Su tuit y una publicación simultánea en Instagram a sus más de 20 millones de seguidores en ese servicio habían causado considerables problemas, no solo en el Arsenal, sino también en la Liga Premier. Después de todo, China era su socio extranjero más importante en el sector de las transmisiones de televisión y su mercado más grande, y la liga no podía permitirse -incluso en el mundo previo al COVID-19- que bloquearan sus partidos, que sus patrocinadores y sus aficionados cerraran sus carteras.

"En China, gran parte del público no es consciente de la naturaleza de la relación entre una asociación, una liga y un jugador en los países extranjeros", dijo Zhe Ji, director de Red Lantern, una empresa de márketing deportivo que trabaja en China tanto para la Liga Premier como para varios de sus equipos. "Ven que en China la asociación de fútbol tiene el control total de la liga, y el control del jugador. Eso pone a los equipos, ligas e individuos en una posición incómoda. Hay una confusión cultural".

Conscientes de eso, los ejecutivos del Arsenal instaron a Özil para que no hiciera declaraciones políticas, o que al menos evitara cualquier asociación con el club si las seguía haciendo. Cuando el equipo envió sus productos para celebrar el Año Nuevo chino, se aseguró de eliminar a Özil de todos los materiales.

La Liga Premier, ansiosa por evitar el tipo de disputa pública que había puesto en riesgo la relación comercial de miles de millones de dólares de la NBA con China, hizo lo que pudo para no involucrarse en la refriega. Sin embargo, la liga y sus clubes parecen ser caprichosos con sus intervenciones. Unos meses después del tuit de Özil, los jugadores que representan a los 20 clubes de la Liga Premier -Héctor Bellerín fue uno de los principales mediadores del Arsenal- le informaron a la liga que iban a empezar a hacer demostraciones significativas de apoyo a favor del movimiento Black Lives Matter durante los partidos. La liga rápidamente aceptó el despertar político de sus jugadores.

Y la semana pasada, después de que el capitán del Arsenal, Pierre-Emerick Aubameyang, tuiteó en apoyo de las protestas contra la violencia policial en África, el club emitió su propia declaración. "Para nuestros fanáticos nigerianos", iniciaba el comunicado. "Te vemos. Te oímos. Te sentimos".

"Cada vez es más importante tener un punto de vista sobre este tema", dijo Tim Crow, consultor de patrocinios. "Si no se hace, tarde o temprano el centro de atención se centrará en ti y la gente comenzará a hacerse preguntas sobre tus valores".

El tema equivocado

Pareciera que el error de Özil no fue hacer una declaración política, sino haber elegido el tema equivocado. En el verano, para cuando la Liga Premier estaba hablando sobre Black Lives Matter, el mundo había cambiado, claro está. El coronavirus forzó al fútbol a una pausa de tres meses, y el Arsenal, como todos los demás clubes, estaba asimilando las consecuencias financieras. Pronto, en el Arsenal comenzó una nueva conversación sobre si los jugadores bien remunerados del equipo debían aceptar reducciones salariales. Y, asimismo, casi de inmediato, la postura de Özil sobre ese tema amplió el abismo entre el futbolista y su club.

Incluso después de su tuit sobre China, Özil tuvo un papel razonablemente importante para el Arsenal en los primeros meses de 2020. En su entrevista para el puesto de entrenador del club, el actual director técnico, Mikel Arteta, había insistido en que quería trabajar con Özil, un ex compañero de equipo, para ver si podía convencer al jugador mejor pagado del club de regresar a su mejor nivel.

Esa relación parece haber colapsado cuando el club presionó a sus futbolistas para que cedieran parte de sus salarios a fin de aligerar la crisis de liquidez del Arsenal. Las conversaciones duraron seis semanas y para fines de abril la mayoría se había alineado.

No obstante, Özil, todavía tenía sus dudas. Le solicitó a los altos mandos del Arsenal que le dijeran en qué se iban a usar los ahorros, si el dueño del club también iba a contribuir y si el equipo podía garantizarle que iba usar el dinero para proteger al personal que no jugaba.

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Özil sentía que esos temas no se habían resuelto de una manera satisfactoria (aunque el club lo pensara así). Después de una última llamada por Zoom, en la cual Arteta instó a sus jugadores a "hacer lo correcto", Özil permaneció impávido.

En junio, se oficializó el recorte salarial del 12,5 por ciento y se presentó a los jugadores el papeleo retroactivo de los cambios hasta abril. La mayoría firmó de inmediato. Media docena más o menos se quedó. Pero Özil se mantuvo firme. Una vez más, conocía el riesgo: que el club pudiera condenarlo al ostracismo, que efectivamente podría terminar su carrera en el Arsenal al negarse. Pero eso no hizo ninguna diferencia.

Özil no ha jugado para el Arsenal desde entonces. En agosto, dos meses después de ganar las concesiones salariales de sus jugadores, el club, citando el continuo impacto financiero de la pandemia, anunció que había separado de la empresa a 55 miembros del personal. Özil se interesó especialmente en uno de ellos.

Disputas salariales y algo más

Tal vez no haya mejor indicio de cuán universal se ha vuelto la desconfianza entre Özil y el Arsenal que el hecho de que, junto con su activismo político y su negativa para aceptar una reducción salarial, al menos un elemento de la tensión entre las partes está relacionado con una polémica sobre un dinosaurio.

Este mes, se supo que el Arsenal había terminado la relación con Jerry Quy, un aficionado que había pasado los últimos 27 años disfrazándose de un enorme dinosaurio verde (posiblemente; su especie no está clara) que aparecía de pie en la línea de banda durante los partidos. Quy es el humano detrás del Gunnersaurus, la -de una manera un tanto irónica- amada mascota del Arsenal.

Su despido fue, por ponerlo de una manera delicada, un desastre de relaciones públicas. De inmediato, Özil le sacó partido, al ofrecerse a pagar el salario de Quy hasta que los aficionados tuvieran permitido regresar a los estadios ingleses y el Gunnersaurus pudiera volver. El club estaba furioso.

Desde el exterior, se veía como si Özil estuviera troleando al Arsenal. Y es posible que así fuera. También quedó claro que, para bien o (en su mayoría) para mal, el jugador y su club estaban inextricablemente unidos.

El club había intentado vender a Özil durante el verano de 2018 y en el verano de 2019 y, recientemente, negoció con él la compra de la mayor parte del resto de su contrato.

Özil, sin embargo, no estaba dispuesto a ceder. Pero, ¿por qué evitó debatir ese tema? En el club algunos piensan que, recién casado y con una hija pequeña, se siente asentado en Londres y no quiere mudarse. Muchos fanáticos asumen que simplemente está feliz de cobrar su salario multimillonario hasta que su contrato expire el próximo año, contento de que le paguen por no jugar fútbol.

Además del incidente internacional que provocó su tuit, el cotilleo en los medios de comunicación se centra en que su actitud es laxa y que su inspiración al jugar ha desaparecido, unos señalamientos que han sido negados por sus allegados y que el equipo nunca ha declarado de manera pública. Özil parece haber construido una reputación: el fútbol, en su conjunto, parece haber decidido que los problemas que conlleva superan su talento.

Durante meses, un creador de juego que ha ganado la Copa del Mundo ha estado disponible con un gran descuento. Y, sin embargo, nadie en Europa ha estado dispuesto a llevárselo.

Arsenal lo mantiene ahí. Durante el curso de este verano, tuvo oportunidades de irse, según un ejecutivo del fútbol con conocimiento de las ofertas, pero ninguna le atrajo. El tamaño de su salario -y tal vez su reputación de problemático- limita gravemente sus opciones, aunque el Arsenal quiere tanto que se vaya que está dispuesto a pagar dos terceras partes de su contrato para que eso ocurra.

La realidad de esta situación apenas se asentó hasta la semana pasada. Özil ya había quedado fuera de la escuadra para esta temporada de la Liga Europa -el futbolista tuiteó en vivo su partido en contra del Rapid Viena el jueves por la noche desde su casa- cuando le dijeron que tampoco iba a estar en la lista para la campaña de la Liga Premier.

Con el mercado de transferencias cerrado hasta enero, ahora es demasiado tarde para que se vaya. Hasta ese momento, como mínimo, se encuentra en el exilio del fútbol: uno que se fabricó solo, que le creó su club y del cual, al parecer, no hay salida.

Özil cree que todo comenzó con el tuit. El Arsenal dice que no. Sin importar dónde haya empezado, ha llegado hasta aquí: diez meses más tarde, Mesut Özil ha sido borrado por completo.

© Rory Smith y Tariq Panja (The New York Times)