Trump siembra dudas sobre la votación. Y eso le roba el sueño a algunos

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dicho que espera que las elecciones sean el 3 de noviembre, la fecha en la que estaban programadas antes de la pandemia. (Doug Mills/The New York Times)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dicho que espera que las elecciones sean el 3 de noviembre, la fecha en la que estaban programadas antes de la pandemia. (Doug Mills/The New York Times)

Un grupo de planificadores —la mayoría demócratas, pero también algunos republicanos anti-Trump— ha ensayado cómo responder a varias opciones apocalípticas para las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

WASHINGTON — En octubre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declara el estado de emergencia en las principales ciudades de los estados que son más disputados en las elecciones, como Milwaukee y Detroit, prohibiendo la apertura de los centros de votación.

Una semana antes de las elecciones, el fiscal general William P. Barr anuncia una investigación criminal sobre el candidato presidencial demócrata, Joe Biden.

Después de que Biden gana por estrecha victoria en el Colegio Electoral, Trump se niega a aceptar los resultados, declara que no abandonará la Casa Blanca y se rehúsa a permitir el acceso habitual del equipo de transición de Biden a las agencias antes de la toma de posesión del 20 de enero.

¿Teorías de conspiración descabelladas? No para un grupo de planificadores de peores escenarios —la mayoría demócratas, pero también algunos republicanos anti-Trump— que han ensayado varios escenarios apocalípticos para las elecciones presidenciales de 2020. Indignados por Trump y temerosos de que pueda intentar interrumpir la campaña antes, durante y después del día de las elecciones, están involucrados en un proceso que comenzó en el ámbito de la ciencia ficción pero que se ha acercado más a la realidad a medida de que Trump y su administración abandonan las normas políticas de larga data.

La ansiedad se ha intensificado en las últimas semanas, a medida que el presidente ataca la integridad de la votación e insinúa que el sistema electoral está amañado, mientras sus aliados republicanos intensifican sus esfuerzos por controlar quién puede votar y cómo. La semana pasada, Trump amenazó con retener fondos de los estados que desafíen sus deseos de expandir la votación por correo, al tiempo que difunde afirmaciones infundadas de fraude electoral en los estados más disputados.

“En los 8 a 10 meses que he platicado con la gente sobre estas cosas, las reacciones han pasado de: ‘No seas tonta, eso no pasará’, a una sensación creciente de: ‘¿Sabes?, eso puede pasar’”, dijo Rosa Brooks, profesora de Derecho en la Universidad de Georgetown. A principios de este año, Brooks convocó a un grupo informal de demócratas y republicanos que nunca estuvieron a favor de Trump para una lluvia de ideas sobre las formas en que el gobierno de Trump podría interrumpir las elecciones y para pensar en formas de prevenirlo.

Pero la ansiedad apenas se limita a grupos externos.

Marc Elias, un abogado de Washington que dirige los esfuerzos del Comité Nacional Demócrata para luchar contra las medidas de represión de votantes, dijo que no pasa un día en el que no responda a una pregunta de altos funcionarios demócratas sobre si Trump puede posponer o cancelar las elecciones. Estimulado por sus aliados para responder por qué no, Elias escribió en su sitio web una columna sobre el tema a fines de marzo, y atrajo más tráfico que cualquier otra cosa que hubiera publicado antes.

Pero cambiar la fecha de las elecciones no es lo que le preocupa a Elias. La mayor amenaza que tiene en mente es la posibilidad de que el gobierno de Trump pueda actuar en octubre para dificultar que las personas voten en los centros urbanos de los estados más disputados, posibilidades, dijo, que incluyen declarar un estado de emergencia, desplegar a la Guardia Nacional o prohibir reuniones de más de diez personas.

Tales eventos podrían servir para deprimir o desalentar la participación en rincones del país que votan de manera confiable por los demócratas.

“Para mí ese es el marco desde el cual parten todos los escenarios apocalípticos”, dijo.

Para evitar ese escenario, Elias está involucrado en múltiples demandas dirigidas a facilitar la emisión de votos en ausencia por correo y hacer que la votación en persona esté más disponible, ya sea el día de las elecciones o en semanas anteriores.

Biden, por su parte, ha sugerido más de una vez que Trump podría intentar interrumpir o retrasar las elecciones. Y su campaña se preocupó mucho más este mes cuando se anunció que las reuniones informativas sobre seguridad electoral, que en ciclos anteriores habían sido dadas a los candidatos por el FBI y el Departamento de Seguridad Nacional, ahora serían competencia del director de inteligencia nacional. Ese puesto está actualmente en manos de John Ratcliffe, un aliado de Trump que fue confirmado para el puesto el 21 de mayo. Ratcliffe estuvo entre los principales defensores del presidente en Fox News durante la investigación sobre Rusia y ha sido un crítico agudo del FBI.

“Desde 2016, Donald Trump ha demostrado que siempre está dispuesto a sacrificar nuestras normas democráticas básicas por sus intereses personales y políticos”, dijo Bob Bauer, uno de los asesores principales de Biden y quien funge como abogado de su campaña. “Asumimos que puede recurrir a cualquier tipo de truco, estrategia o plan para mantener la presidencia. Hemos creado un programa sólido para planificar y abordar todas las posibilidades para garantizar que no tenga éxito”.

Trump ha dicho que espera que las elecciones se celebren el 3 de noviembre, según lo programado, y, de acuerdo con la ley federal, no tiene el poder de posponerlo unilateralmente. Pero un comentario reciente del yerno y asesor del presidente, Jared Kushner, sobre si las elecciones se celebrarán según lo programado —“No estoy seguro de que pueda afirmar lo uno o lo otro’, dijo— renovó los temores de que Trump podría tratar de cambiar la fecha de las elecciones o desacreditar el proceso de votación, si llega a pensar que va a perder.

La campaña de Trump ridiculizó la ansiedad por las elecciones como un lamento irracional impulsado por la incapacidad de los demócratas de aceptar su victoria hace cuatro años.

“Hillary Clinton, Stacey Abrams y todo el Partido Demócrata se negaron a aceptar los resultados de las elecciones e impulsaron la teoría de la conspiración sobre la colusión de Rusia durante años”, dijo Tim Murtaugh, director de comunicaciones de la campaña de reelección de Trump. “Ahora los aliados de Joe Biden han formado comités de conspiración donde le dan forma a nuevos engaños para socavar más nuestra democracia. Están perdiendo el tiempo. Como el presidente Trump ha dicho repetidamente, las elecciones sucederán el 3 de noviembre”.

El presidente atacó la votación por correo de nuevo la mañana del domingo 24 de mayo, con una afirmación infundada de que conduciría a “la más grande elección amañada en la historia”. Y el Comité Nacional Republicano dijo el mismo día que, junto con otros grupos del partido, demandó para evitar que Gavin Newsom, gobernador de California, enviase por correo las boletas de votación en ausencia a todos los votantes del estado.

Algunos demócratas han sido cautelosos al expresar en voz alta sus advertencias sobre posibles calamidades electorales, por temor a que incluso la sugerencia de una elección contaminada deprima la participación.

“No deseas establecer una percepción basada en la teoría de que las elecciones no importan”, dijo Ari Rabin-Havt, quien fue subdirector de campaña del senador Bernie Sanders. “No quieres decirle a los seguidores que nada de lo que haces importa porque este tipo lo va a arruinar”.

El grupo de Brooks en Georgetown no es el único que pronostica escenarios apocalípticos para las elecciones. Ian Bassin, director ejecutivo de Protect Democracy, un grupo sin fines de lucro dedicado a resistir ante gobiernos autoritarios, convocó el año pasado al Grupo de Trabajo Nacional sobre Crisis Electorales, un grupo bipartidista de 51 miembros que incluye a republicanos como Michael Chertoff, exsecretario de Seguridad Nacional. El grupo se dedica a imaginar y presentar planes para escenarios que podrían arruinar las elecciones presidenciales de 2020.

A principios de este año, el grupo de trabajo comenzó con 65 posibilidades antes de reducir la lista a ocho posibles calamidades, incluidos desastres naturales, un hackeo extranjero exitoso de las máquinas de votación, que un candidato importante desafíe las elecciones y busque deslegitimar los resultados, y un presidente que se rehúse a participar en una transferencia pacífica de poder.

Entre los escenarios que eliminaron al hacer cortes a finales de enero, irónicamente, estuvo una pandemia mortal que devastaba el país y mantenía a las personas confinadas antes del día de las elecciones. Después del ataque del coronavirus, el grupo se reunió para publicar una lista de recomendaciones relacionadas con la pandemia que los gobiernos estatales pudieran seguir.

El grupo también produjo un documento de 200 páginas, que no se ha hecho público. Varios miembros dijeron que habían trabajado en escenarios específicos pero no habían visto el borrador completo. Dijeron que, si bien muchas de las posibilidades preveían que un presidente en ejercicio usara la fuerza del gobierno para su ventaja, los autores del informe habían tenido cuidado en no hacer el documento explícitamente sobre Trump.

“Esperamos que haya salvaguardas”, dijo Norman J. Ornstein, académico del American Enterprise Institute que participó en el grupo de trabajo. “Seamos realistas, esas salvaguardas deben incluir al Senado de Estados Unidos y al Departamento de Justicia. Hay razones para estar nerviosos”.

Edward B. Foley, profesor de Derecho en la Universidad Estatal de Ohio que participó en el grupo de trabajo, dijo que las elecciones de 2020 podrían parecerse a la contienda de 1876, que casi dividió al país una década después de la Guerra Civil.

La elección no se decidió hasta que el gobernador Samuel J. Tilden de Nueva York reconoció al gobernador Rutherford B. Hayes de Ohio dos días antes de la toma de posesión. El presidente saliente, Ulysses S. Grant, había hecho planes de contingencia para una ley marcial, porque le preocupaba que hubiera dos tomas de posesión simultáneas.

“Nos preparamos para una elección en la que ninguna de las partes puede reconocer la derrota”, dijo el profesor Foley. “Eso sugiere que el deseo de disputar el resultado será mayor que nunca”.

Reid J. Epstein cubre campañas y elecciones desde Washington. Antes de unirse al Times en 2019, trabajó en The Wall Street Journal, Politico, Newsday y The Milwaukee Journal Sentinel.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company