Trump ficha como asesora a una polémica telepredicadora religiosa que exalta la riqueza personal

Reza el dicho que la fe mueve montañas, pero también resulta en ciertos casos una aliada para impulsar una agenda política electoral ante la población de Estados Unidos. Y, en contrapartida, otras voces alertan sobre el riesgo de que una implicación de personalidades o ideas religiosas en la acción gubernamental vulnere la separación entre la iglesia y el estado, precepto que es parte de los fundamentos de la nación estadounidense.

Ese y otros factores se encuentran detrás del controversial nombramiento de Paula White como asesora del presidente Donald Trump. White, una popular televangelista cristiana radicada en Florida y quien sería la “pastora personal” de Trump, fue designada por el mandatario, de acuerdo a The New York Times, para desempeñar tareas de vinculación entre la Casa Blanca y grupos religiosos a fin de que la voz de estos sea tenida en cuenta en programas gubernamentales en asuntos como la lucha contra la pobreza y la libertad religiosa.

Paula White. (AP Photo/J. Scott Applewhite, File)
Paula White. (AP Photo/J. Scott Applewhite, File)

En principio, escuchar a los diferentes grupos religiosos y considerar sus perspectivas es importante al formular políticas públicas a fin de que éstas resulten incluyentes y respetuosas e interactúen de modo auspicioso con el trabajo comunitario y benéfico que muchas organizaciones religiosas de multitud de denominaciones realizan en el país.

El detalle es, como han señalado diversos analistas, que el perfil de White no necesariamente es el más propicio para cumplir esa misión. Los postulados religiosos de White, a los que se le conocen como la “Teología de la prosperidad” o “Evangelio de la prosperidad”, llaman a sus feligreses a buscar y exaltar la riqueza económica personal, ideas que son consideradas “heréticas” por muchos otros líderes cristianos.

“El llamado ‘Evangelio de la prosperidad’ es un falso evangelio… Es un intento de interpretar el evangelio como algo primordialmente relacionado al poder y la riqueza personales, lo que es lo contrario a la teología de Jesús, donde la buena nueva fue siempre enfocada en ayudar al pobre, a los más pequeños, al extraño, al enfermo”, dijo al Times el reverendo William J. Barber II.

En resumen, el ‘Evangelio de la prosperidad’ implica que Dios da riquezas y salud a los creyentes y que quienes lo siguen serán de ese modo recompensados. Considera que la pobreza y la enfermedad son una suerte de maldiciones que pueden ser mitigadas mediante donaciones, algo que es promovido dentro de esas congregaciones.

En todo caso, el dinero es un factor sustantivo y muchos de los que pregonan esa doctrina, y recaudan sustanciosas donaciones, viven también en enorme riqueza. El hecho de que muchos de quienes promueven esa doctrina en realidad se concentran en personas de clase media y baja, de quienes extraen donaciones en aras de recibir a su vez riqueza y salud de Dios, es considerado un abuso por sus críticos.

Paula White dirige una oración a los presentes en una cena de líderes evangélicos con el presidente Donald Trump en la Casa Blanca  (AP Photo/Alex Brandon, File)
Paula White dirige una oración a los presentes en una cena de líderes evangélicos con el presidente Donald Trump en la Casa Blanca (AP Photo/Alex Brandon, File)

En The Week, por ejemplo, Bonnie Kristian critica que para los que promueven el ‘Evangelio de la Prosperidad’ “Dios es una máquina expendedora: tú pones en ella tu moneda de fe (se aceptan también cheques o tarjetas de crédito) y a cambio te da salud, riqueza y victoria… Ofrece la ‘mejor vida hoy’, un escape al dolor que puede ser comprado, y riqueza como prueba del favor de Dios. Dios aquí es un medio, no un fin”.

La propia iglesia de White en Florida, llamada Ciudad del Destino, fue investigada en 2007 por un comité del Senado y contra ella se han formulado alegaciones de operaciones financieras presuntamente irregulares, pero al final la indagatoria fue abandonada y ella ha continuado expandiendo su iglesia.

Todo ello, más la gran popularidad que White ha ganado con su predicación televisiva y el hecho más bien inusual de ser una pastora de éxito en un entorno dominado por los varones hacen de ella una figura especialmente peculiar y, en cierto modo, una personaje paralelo al propio Trump, quien con un discurso erosivo y apartado de los lineamientos convencionales se hizo del control de una amplia base de derecha radical dentro del Partido Republicano.

Ambos tienen una relación cercana (se conocen desde 2002) al grado de que ella fue invitada para encabezar una oración antes de la final de la primera temporada de ‘The Apprentice’, el icónico reality show de Trump, y también hizo invocaciones durante la Convención Republicana en la que Trump se hizo de la candidatura presidencial y en su toma de posesión como presidente.

White, además, ha llevado con cierta frecuencia a líderes religiosos conservadores a eventos en la Casa Blanca y otros entornos e incluso a encuentros con Trump o con el vicepresidente Mike Pence. Ello ha sido aplaudido por sectores de la derecha religiosa, pero también ha concitado el rechazo de numerosos críticos tanto por considerar que eso es ejemplo del narcisismo trumpista que impera en la Casa Blanca como porque muchos lo consideran impropio, sea en términos religiosos (que critican la instrumentalización de la fe) o en los de la separación de la iglesia y el estado, que a su juicio estaría siendo vulnerada en beneficio de un cierto sector religioso y en detrimento de la institucionalidad republicana en general.

Al igual que el propio Trump, White es una figura más bien heterodoxa y que, aunque ajena al establishment, ha logrado enorme influencia. Por ejemplo, ella habría sido una figura de importancia para vincular a las facciones cristianas de la derecha en torno a la candidatura de Trump en 2016, sobre todo porque muchos de los grupos protestantes y evangélicos tradicionales (que son una fuerza electoral sustantiva en muchas regiones y estados) desconfiaban de los antecedentes escandalosos de Trump y de sus escasas credenciales conservadoras.

Al final esos grupos confluyeron en dar apoyo a Trump, según el Times, por sus posiciones contra el aborto y a favor de la llamada libertad religiosa. Y White, pese a su heterodoxia teológica, habría tenido una participación directa.

Con todo, el tener una posición oficial en la Casa Blanca, dentro del aparato del gobierno, es un contexto distinto. En principio, se afirma, la vinculación de White con su iglesia (de cuyo liderazgo se ha apartado recientemente) resulta punzante pues la ley concede a las iglesias exenciones de impuestos y no les permite realizar actividades políticas directamente. Si ella no se separa de su iglesia a fondo, por ejemplo, podría incurrir en conflicto de interés. El mismo Trump ha sido señalado por ello en relación a sus negocios personales, pero él no se ha separado realmente de sus empresas y eso ha sido el foco de uno de sus múltiples escándalos y litigios.

En paralelo, la inclusión de White a su equipo tendría para Trump un significado político-electoral sustantivo: buscaría cimentar el apoyo de los grupos evangélicos con rumbo a 2020, y también en el contexto de su actual proceso de impeachment en el Congreso.

El vincular solo a ciertos grupos religiosos –los afines a la derecha radical y conservadora– en las acciones del gobierno podrá agradar a esos sectores, pero en realidad con ello Trump podría estar impropiamente inclinando las decisiones y programas de gobierno hacia un entorno religioso específico, en detrimento de otros y, también, del laicismo que ha de caracterizar al gobierno.

El nombramiento de White, así, es un paso adicional de Trump para rodearse en la Casa Blanca de incondicionales y personas afines, desplazando a otras figuras de trayectoria o institucionalidad mayores, a fin de impulsar su agenda y sus visiones personales y, sobre todo, apuntalar su posición política en el contexto del impeachment y las elecciones de 2020.

El apoyo de la derecha religiosa le es en ello muy necesario y White, que ha sido una aliada al respecto, sería un signo de la importancia que Trump le da a ello y le dará en el futuro inmediato.