Cuando Trump dice que han convertido el sistema de justicia en un arma, sabe de lo que habla

El expresidente Donald Trump saluda a los asistentes durante un mitin de campaña en el aeropuerto regional de Waco, en Waco, Texas, el sábado 25 de marzo de 2023. (Christopher Lee/The New York Times)
El expresidente Donald Trump saluda a los asistentes durante un mitin de campaña en el aeropuerto regional de Waco, en Waco, Texas, el sábado 25 de marzo de 2023. (Christopher Lee/The New York Times)

Ahora que el expresidente Donald Trump espera a ver si el fiscal de distrito de Manhattan presenta cargos formales en su contra y sigue bajo la lupa en muchas otras investigaciones del ámbito penal, ha despotricado en varias ocasiones en contra del sistema de justicia que, según él, sus opositores políticos han utilizado en su contra.

“El uso por parte del régimen de Biden de nuestro sistema de justicia como arma parece sacado de un programa de horror de la Rusia de Stalin”, comentó durante un mitin en Texas el 25 de marzo por la noche.

Pero, como ocurre con frecuencia con Trump, sus acusaciones (que otros republicanos no han parado de repetir) reflejan su propio patrón de conducta: su historial de amenazar con aprovechar los amplios poderes de la presidencia para atacar a sus enemigos, reales y percibidos.

“Siempre me decía que debíamos usar al FBI y al IRS para atacar a algunas personas; era una cantaleta constante y obsesiva y es justo lo que ahora dice que le hacen a él”, comentó John Kelly, segundo jefe de gabinete en la Casa Blanca de Trump.

“Le explicaba por qué estaba mal, y mientras estuve ahí hice todo lo posible para que olvidara la idea y entendiera por qué no era buena”, aseveró Kelly. “Me parecía que íbamos bien, pero con frecuencia le pedía a mucha gente que hiciera muchas cosas que él no quería hacer, con la esperanza de que alguien lo hiciera para poder decir que él no había hecho nada malo”.

Algunas de estas exigencias fueron públicas y, en cierta medida, una especie de actuación política, como su reclamo, que nunca fue seguido de acciones, de que se investigara a Hillary Rodham Clinton, su rival derrotada en la campaña de 2016.

John Kelly, entonces jefe de gabinete de la Casa Blanca, en una reunión del gabinete en la Casa Blanca en Washington, el 21 de junio de 2018. (Doug Mills/The New York Times)
John Kelly, entonces jefe de gabinete de la Casa Blanca, en una reunión del gabinete en la Casa Blanca en Washington, el 21 de junio de 2018. (Doug Mills/The New York Times)

Otras acciones fueron personales y más mezquinas. Evitó que la entonces presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi utilizara un avión militar en 2019 para visitar a miembros de las fuerzas armadas en Afganistán. A Andrew McCabe se le negó por un tiempo su pensión federal tras su retiro del cargo de subdirector del FBI, después de haber sido blanco de fuertes críticas de Trump por su participación en la investigación sobre Rusia.

En algunas instancias, Trump actuó con más sigilo y persistencia. Alguien más a quien quería ver acusado fue John Kerry, exsenador, nominado demócrata a la presidencia y secretario de Estado durante el gobierno del presidente Barack Obama.

Trump sostuvo que Kerry había contravenido la ley porque se mantuvo en contacto con funcionarios iraníes con los que había negociado un acuerdo nuclear que Trump decidió deshacer. Mientras fue presidente, Trump en repetidas ocasiones ejerció presión a puertas cerradas sobre funcionarios de alto rango para que utilizaran al Departamento de Justicia en contra de Kerry, según dos personas enteradas del asunto.

A fin de cuentas, autoridades de alto rango del Departamento de Justicia en Washington presionaron a algunos fiscales federales de Nueva York para que investigaran a Kerry, según el fiscal federal de Manhattan en esa época.

John Bolton, quien fungió como asesor de seguridad nacional de Trump, indicó que es evidente que el expresidente ahora quiere motivar a una base que cada vez se ha mostrado más abierta a sus acusaciones de que alguien ha “convertido en arma” una serie de investigaciones y ha respondido a declaraciones en las que se presenta como una víctima. Pero, según afirmó Bolton, “la idea de que sea un modelo de virtud que no le hizo esto a otros y ahora es víctima de esta injusticia es francamente irrisoria”.

Cuando le pedimos hacer algún comentario sobre cómo aprovechó Trump las ventajas del poder para ir tras sus enemigos, incluido Kerry, Chris LaCivita, consultor para la campaña de Trump, solo se refirió a Kerry y reiteró el llamado a que se le acuse, pues dijo que es “una amenaza a la seguridad nacional”.

Desde hace décadas, Trump ha considerado, en general, que las instituciones y sistemas son organismos que recompensan a los aliados y amigos de sus dirigentes y castigan a sus enemigos. Así percibió el mundo de la maquinaria política que lo rodeaba en la ciudad de Nueva York durante su adolescencia y juventud. Desde hace tiempo ha dejado muy claro que cree que todos los sistemas y personas son corruptibles.

“Puedes hacer que cualquier persona diga lo que quieras si le pagas suficiente. Yo lo sé y tú también lo sabes”, recuerda el exdirector de la CIA John Brennan que Trump le dijo en su primera reunión, en referencia a su falta de confianza en las fuentes de inteligencia humanas.

Trump ha insistido en que no correría el riesgo de una acusación formal en Manhattan por cargos relacionados con pagos a una estrella porno por su silencio si fueran otros tiempos. Ha dicho que Robert M. Morgenthau, quien falleció en 2019 y fue el predecesor del actual fiscal de distrito de Manhattan, Alvin Bragg, era “un amigo mío” que no habría tolerado la investigación.

En el caso de Kerry, el fiscal federal del Distrito Sur de Nueva York en esa época, Geoffrey Berman, ha comentado que había una relación directa entre los deseos de Trump y la presión ejercida sobre su oficina para investigar a Kerry. En un libro publicado en septiembre, Berman relata que dos días después de que Trump dijo en Twitter que “Estados Unidos no necesita la diplomacia en las sombras, posiblemente ilícita, de John Kerry”, en mayo de 2018, funcionarios del Departamento de Justicia en Washington turnaron un caso a la oficina de Berman para determinar si Kerry había violado la ley por estar en contacto con oficiales iraníes después de abandonar su cargo.

La oficina de Berman investigó a Kerry durante algunos meses. Casi un año después, Trump publicó de nuevo algo en Twitter sobre Kerry y volvió a decir que había contravenido la ley por seguir en contacto con los iraníes.

A fin de cuentas, la oficina de Berman decidió no presentar cargos en contra de Kerry. Poco después de que le comunicaron esta decisión a funcionarios de alto rango del Departamento de Justicia en Washington, el jefe de gabinete del fiscal general William Barr le dijo a Berman que era posible que algunos fiscales especializados en seguridad nacional en Washington llevaran el caso de Kerry a otra fiscalía federal.

En abril de 2020, Berman señaló que el fiscal federal de Maryland, Robert Hur, se comunicó por teléfono para hablar sobre el caso, que le habían reasignado a su oficina. Al igual que Berman, Hur se negó a acusar a Kerry. En enero, el fiscal general Merrick Garland designó a Hur abogado especial para investigar si el presidente Joe Biden y sus asistentes le habían dado tratamiento incorrecto a algunos documentos clasificados descubiertos en la residencia de Biden y en una oficina que utilizaba en Washington.

c.2023 The New York Times Company