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El triste final del creador de la televisión que no pudo explotar su invento

Mientras recorría el campo de su padre en una cosechadora, Philo Farnsworth tuvo la idea que revolucionaría la industria audiovisual en el siglo XX: con solo 14 años, este chico que se había criado sin luz eléctrica, inventó la televisión electrónica. Su futuro se presentaba más que auspicioso; sin embargo, él jamás pudo aprovechar económicamente su creación, cayó en el alcoholismo y terminó sus días olvidado, desilusionado y deprimido.

La historia de este genio de la electrónica es la de una gran injusticia, la de un chico humilde que debió enfrentarse con gigantes todopoderosos y que, pese a que se levantó una y mil veces, finalmente cayó derrotado ante la evidente desigualdad de fuerzas y ante la mismísima mala suerte.

Philo Taylor Farnsworth, tal su nombre completo, había nacido el 19 de agosto de 1906 en una cabaña totalmente alejada de la civilización moderna, enclavada en Beaver, Utah, en el oeste de los Estados Unidos. Sus padres, Lewis Edwin Farnsworth y Serena Amanda Bastian, eran humildes granjeros que se dedicaban a cultivar papas.

Como se consigna en el diario español ABC, cuando él tenía 10 años, su familia se mudó a la localidad de Rigby, Idaho, y fue allí donde Philo tuvo contacto por primera vez con la electricidad, porque hasta ese momento había vivido en un hogar sin luz eléctrica. Ahí, empezó a interesarse por la electrónica, gracias a unas revistas científicas que encontró en su nueva casa.

Era despierto y autodidacta, por lo que pronto empezó a poner en práctica los conocimientos que adquiría con la lectura voraz de cuanta revista de ciencia llegaba a sus manos. Hizo sus primeros palotes con los aparatos que había en la casa y sorprendió a sus padres al repararles la lavadora con los pocos elementos que encontró en la granja.

Siendo solo un adolescente montó un pequeño negocio de reparación de radios y, como seguía leyendo mucho sobre los avances de la electrónica, pronto se enteró de que algunos científicos habían investigado la posibilidad de inventar un híbrido entre el cine y la radio.

Analizó los avances de esos científicos y concluyó que esas ideas no podían funcionar, así que se obsesionó con que tenía que ser él quien inventara ese aparato. Pronto, su mente se iba a iluminar: estaba recorriendo en una cosechadora el campo de su padre, cuando, al observar los surcos en el suelo, se le ocurrió que un haz de electrones desviado magnéticamente para que operase línea por línea, como hacía la cosechadora por cada surco, podía soportar la imagen, de un modo parecido a cómo trabajan los ojos al leer un libro.

Eso que había descubierto sería la base de la televisión electrónica, tal como se cuenta en American Genius, una producción de National Geographic sobre su vida. Ahora, tenía que afrontar un último y gran problema: encontrar dinero para materializar su idea. En el medio, fue admitido en la universidad con solo 15 años, pero la muerte de su padre lo obligó a abandonar los estudios. La idea de hacer realidad su invento quedó relegada durante tres largos años, por la necesidad de mantener a su familia.

Todo empieza a conectarse

Pasado ese oscuro período, los planetas comenzaron a alinearse para él. Un día, Cliff Gardner, su cuñado (él se había casado con Elma "Pem" Gardner, en 1926), le presentó a George Everson, un posible inversor a quien le propuso el proyecto.

En un principio Everson fue reticente, ya que le sorprendía que ninguna de las grandes compañías de Edison (General Electrics) o Bell (Bell Laboratories) hubiera tenido esa idea. Le hizo mil preguntas, pero, al ver que Farnsworth las respondía todas con asombrosa solidez, finalmente decidió financiarlo.

Luego de superar un sinnúmero de contratiempos, el 7 de septiembre de 1927, ante los asombrados ojos de su esposa "Pem" y del propio Everson, Farnsworth demostró que su prototipo de televisión electrónica funcionaba: el sistema transmitió su primera señal, que fue una simple línea recta en movimiento.

Un año después hizo público su invento, pero nada le sería fácil. El todopoderoso presidente de la RCA, David Sarnoff, que manejaba las licencias de radio en los Estados Unidos, se enteró y emprendió una competencia feroz para adelantarse en el mercado: gastó una fortuna en desarrollar un aparato similar, para lo que contrató al ruso Vladímir Zworykin, y cuando lo tuvo, lo patentó.

Como se muestra en la producción de National Geographic mencionada, Farnsworth tuvo que pelear en tribunales para ser reconocido como el primero en crear la televisión y, cuando parecía que todo estaba perdido, sacó un as de la manga: llamó como testigo a un viejo profesor suyo que mostró un papel que él le había dado en 1921 con el dibujo exacto de su invento. La Justicia falló a su favor.

Ahora sí, aquel chico pobre que se había criado en una cabaña sin luz eléctrica, era reconocido como el inventor del aparato que revolucionaría al mundo y tenía en su poder la "gallina de los huevos de oro". Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con las manos. Pero...

Siempre hay un "pincelazo" que lo estropea todo

Sarnoff, el magnate de los medios que había perdido en los tribunales, no se iba a dar por vencido: mediante artilugios legales y contactos con políticos, hizo demorar lo más posible la salida al mercado del invento de Farnsworth. Pretendía así ganar tiempo hasta que vencieran sus patentes y le quedara a él la vía libre para salir a vender su televisor.

Esta pelea desigual dañó la salud mental de Philo, que, para colmo de males se volcó al alcohol. Aun así, el genio se levantó una vez más y puso a punto los últimos detalles para sacar al mercado su creación; pero, cuando está a punto de concretarlo, Japón ataca a Perl Harbour, Estados Unidos entra en la Segunda Guerra Mundial y la televisión pasa a ser la última preocupación de los estadounidenses.

Cuando finalizó el conflicto, las patentes de Farnsworth ya no eran válidas y cualquiera podía usar su tecnología, justo en el momento de la gran explosión de la televisión: en tres años el número de estos aparatos en los hogares americanos pasó de 40.000 a más de 9 millones, algo que fue bien aprovechado por Sarnoff.

Abatido por las circunstancias, con las fuerzas agotadas y sin resto económico, Philo solo pudo observar cómo otros se hacían ricos con su invento. El hombre que había creado la televisión siendo apenas un adolescente nunca más quiso investigar sobre ella y terminó sus días (el 11 de marzo de 1971) casi en el olvido, desilusionado, deprimido y alcohólico.

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