Torino y Gaita, los perros que ayudan a pacientes y abuelos a sentirse mejor

Blanca está entusiasmada. Camina de un lado a otro, alegre, emocionada. Frente a ella está Torino, un perro labrador de pelaje suave y dorado que la sigue con la mirada. "Qué lindo que sos", le dice la mujer, mientras le acaricia la cabeza con dulzura y le festeja cada movimiento. La abuela tiene algunas dificultades cognitivas, pero cada lunes, cuando un animal de terapia comparte minutos con ella y con otros residentes del hogar San Martín, su energía se transforma y se llena de vitalidad.

Hace poco menos de un año que el sector Enfermería de ese geriátrico público, en el barrio porteño de La Paternal y en el que viven 240 adultos mayores, se convulsiona cada vez que empieza la semana. A través del programa Intervenciones Asistidas con Animales, una mascota, que llega de la mano de un instructor, brinda un aire fresco para los abuelos con problemas de salud. "Nos ayudan y es lindo verlos. Es una alegría", dice Verónica, que está postrada en una cama desde hace cuatro años, pero que permanece atenta cuando el calendario indica que llegó el lunes. Es un día especial. Aunque está acostumbrada a ver a Benjamina, la perra golden que suele visitar el hogar, hoy festeja el primer día de Torino.

De fondo se oye música. Fernanda López Ayala -la instructora de Toro, como llama cariñosamente al can- y su equipo juegan con cinco mujeres que, sentadas en ronda, intentan adivinar si el nombre de la canción que suena desde un celular está mencionado en un papel abrochado al chaleco amarillo que viste el can. Entre acertijo y acertijo, el labrador recibe más caricias.

"Para los abuelos significa tener un proyecto, un plan. Saben que tal día va a venir el perro y que podrán contactarse con él. Hay algo que se despierta en ellos, los estimula cognitiva y sensorialmente", cuenta Soledad Sánchez, que desde hace siete años se desempeña como trabajadora social en este hogar y que se emociona de solo pensar en esos gestos de alegría que se perciben entre los residentes.

El Ministerio de Ambiente y Espacio Público, a través de Mascotas de la Ciudad, y las carteras de Salud y de Desarrollo Humano y Hábitat impulsan esta iniciativa, denominada "Perros que ayudan", en centros de salud mental y de tercera edad. El objetivo es lograr el bienestar y mejorar la calidad de vida de los pacientes mediante el contacto con un animal entrenado para este fin y dentro de un proceso terapéutico. Por semana, alrededor de 100 personas participan de esta terapia especial (depende de las ganas de los pacientes y la dinámica de las actividades). "Las intervenciones asistidas con animales aportan mejoras en las funciones físicas, sociales, emocionales y cognitivas", destaca la ministra de Salud de la ciudad, Ana María Bou Pérez.

Las mascotas que participan en este programa con fines terapéuticos son reforzadoras de conductas, brindan cariño y aceptan a las personas tal y como son. El refuerzo del perro, en paralelo a la palabra de quien realiza la actividad, consigue que la conducta realizada tienda a repetirse con mayor rapidez debido a la mayor motivación, explican los especialistas. "Perros que ayudan" tiene presencia en ocho instituciones públicas. Además de las dos mencionadas con anterioridad, se implementa en el Hospital Argerich y en las residencias Nueva Pompeya, Gorriti, Pedro Goyena, Warnes y Rawson.

Preparación

La preparación de los perros para las terapias comienza cuando los ejemplares tienen entre seis y siete meses de vida, cuenta la instructora López Ayala, de la organización Bocalán Argentina. Primero, es necesario centrar el adiestramiento en la obediencia y en el control de los impulsos. Mediante el entrenamiento positivo (con juego y comida como premio), el perro aprende también a responder a ciertas órdenes y estímulos. Actualmente, son seis los canes que participan de manera activa del programa.

"Trabajamos con el fin de brindar las herramientas necesarias para que los distintos establecimientos puedan contar con la posibilidad de lograr una mejora en la calidad de vida de sus pacientes a través del contacto con un perro entrenado específicamente dentro de un proceso terapéutico", indica el ministro de Ambiente y Espacio Público, Eduardo Macchiavelli.

No solo se obtienen beneficios físicos y mejoras en las distintas patologías, reconocen los especialistas, sino también se logran mejoras en la gestión de las emociones. Y así lo percibe la psicóloga Juliana Lanza, que trabaja en el Hospital Alvear con personas que padecen estrés traumático complejo y trastornos disociativos. "Con la ayuda de la perra, vemos cambios en algunas personas que ahora logran conectarse con ella y están aquí, en el presente", resalta apasionada la licenciada, entusiasmada con los primeros resultados.

La perra a la que hace referencia es Gaita, una labradora negra de seis años, la mascota estrella que recorre los pasillos del centro de salud especializado en emergencias psiquiátricas. Al comienzo, su participación se concentró en la sala de espera de los consultorios externos. Sandra García Taboada, jefa del Departamento de Atención Domiciliaria, Inserción Social y Laboral de la Dirección de Salud Mental, destaca: "Notamos que la presencia de Gaita aplaca a aquellos pacientes con características de ansiedad. Antes, muchos de ellos no podían aguardar su turno y se iban del hospital impulsivamente. Ese momento de espera es ahora más agradable. Centran la atención en la perrita".

Vínculo

Pero la asistencia de Gaita se trasladó también a ciertas sesiones. Es una instancia que depende de la aceptación del paciente y según el caso. "Algunas personas transitaron por situaciones en las que perdieron confianza con seres queridos, con allegados muy cercanos. La perra logra regular el vínculo interpersonal con el terapeuta porque genera confidencia. Gaita no prejuzga, es clara con su gestualidad", explica Marcela Pala, psicóloga y adiestradora de la mascota que trabaja a la par con Lanza, en un binomio muy afianzado.

"En tres meses de terapia mi hija mejoró mucho. Son grandes los cambios para ella. Espera con ganas cada miércoles en el que verá a Gaita. Le encanta pasar tiempo con ella", cuenta Verónica Jiménez a LA NACION. Daiana, de 31 años, fue abusada sexualmente hace seis años. Su mente y su cuerpo reaccionaron ante semejante agresión: endureció su mano derecha y comenzó a inclinar su cabeza hacia abajo, comenta su madre. "Las crisis eran constantes", agrega Jiménez. Pero desde que la labradora negra colabora en el tratamiento e ingresa al consultorio, la joven logra mover su mano y tiene otra estimulación. "También les estoy muy agradecida a las profesionales Juliana y Marcela", resalta.

"Los animales de compañía son capaces de hacernos sentir mejor, de ayudarnos, de arrancarnos una sonrisa. Pasan a convertirse así en coterapeutas o ayudantes", sintetiza la ministra de Desarrollo Humano de la ciudad, Guadalupe Tagliaferri.