Tomás Martín Etcheverry batalló e hizo sufrir a su ídolo, Novak Djokovic, pero perdió en el Masters 1000 de Roma
Tomás Martín Etcheverry cumplió su sueño. A los 23 años, y en el puesto 61 del ranking mundial, el platense se dio el gusto de enfrentar a su ídolo y referente, el serbio Novak Djokovic. Perdió por 7-6 (5) y 6-2 en la segunda rueda del Masters 1000 de Roma, pero nadie podrá quitarle la emoción del saludo final y de las veces que el número uno del mundo pidió ayuda a su cuerpo técnico para resolver los problemas que le generó el argentino durante el partido. Incómodo, errático al comienzo, y fastidioso con el polvo de ladrillo acumulado en las bases de la cancha principal del Foro Itálico, el líder del ranking debió ponerse el overol para eliminar al argentino y llegar a las 65 victorias en Roma, donde juega por decimoséptima vez consecutiva.
El destino quiso que el primer partido de Etcheverry ante un Top Ten fuera ante el número uno y máximo favorito a llevarse el torneo. Era un encuentro que el platense imaginaba y visionaba hace años. Comenzó a acercarse al sueño en 2016, cuando consiguió su primer punto ATP en el Future de Salinas, en Ecuador. Y por iniciativa de su entrenador de ese momento se sacó una foto con los puntos en el ranking que le faltaban para jugar con Djokovic, que ya era el líder del escalafón. Lo tuvo más cerca hace apenas un año, cuando se metió por primera vez en su carrera entre los 100 mejores del mundo. Y lo concretó este miércoles tras vencer al francés Luca Van Assche.
El de este viernes en la tarde noche romana no fue un partido típico entre un jovencito y su ídolo de toda la vida. Porque Etcheverry le faltó el respeto (tenístico) desde el primer game, en el que le rompió el saque al serbio. Djokovic supo entonces que disputaría una batalla y que el encuentro no sería un paseo. Tenía del otro lado de la red a un grandote de casi dos metros (Etcheverry mide 1,96 metros) que conoce los fundamentos del tenis, domina casi a la perfección todos los golpes y saca como los dioses.
El servicio, entonces, fue su arma. Porque el platense aceleró cada vez que le tocó dar el primer golpe: superó los 200 kilómetros por hora en cada impacto de ese primer set. Para sorpresa de muchos (aunque no de Walter Grinovero, su coach), Etcheverry se puso 2-0 ante el número uno del mundo.
Ataca Djokovic, defiende Etcheverry
Djokovic, entonces, comenzó a respirar más rápido. Sus golpeteos en el polvo de ladrillo se hicieron costumbre tras cada punto, lo mismo que las miradas y los pedidos al box en el que sobresale Goran Ivanisevic, su coach. El serbio nunca estuvo cómodo en ese primer set, que terminó ganando en el tie-break luego de emplearse a fondo. El argentino casi no le dio ventajas y cometió escasísimos errores forzados. La diferencia estuvo en que Djokovic apeló a su talento cada vez que se supo contra las cuerdas. Y dentro de todo su arsenal, el drop-shot fue su herramienta preferida. Etchevery corrió y corrió, pero un revés que se quedó en la red sepultó sus chances en ese primer parcial. Había llegado a estar 5-3 arriba, pero en ese momento pesó la clase del serbio.
Para el segundo set, Djokovic ya había aprendido la lección. Supo que enfrente no tenía al 61 del mundo, sino a un joven con la voluntad para comerse el mundo. Y un tenis muy superior a su ranking. Debía tomárselo como tal, aunque fuese su debut en el torneo, en el que nunca bajó de los cuartos de final. Entonces, el serbio le imprimió una marcha más a su tenis. Regaló menos puntos, llevó de paseo en algunos momentos al argentino y lo hizo desplazarse a destajo. Aumentó la precisión de sus golpes y atacó con más intensidad. Etcheverry, pura voluntad, terminó cediendo. Más allá del resultado, su rendimiento en el partido debe haberlo dejado conforme. Perdió contra su ídolo, pero sumó una enorme experiencia para el futuro. Compitió, que no es poco.
Así, el serbio tuvo un estreno complicado en el Masters 1000 de Roma, donde defiende la corona y perderá su condición de número uno del ranking ATP a manos del español Carlos Alcaraz, que debutará este sábado. Una hora y 51 minutos le demandó desembarazarse de un rival que seguramente no olvidará su paso por la Ciudad Eterna.
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”Volver a Roma siempre es un regalo para nuestro deporte”, afirmó Nole, con lágrimas y al dedicarle su victoria “a las víctimas de la tragedia y a sus familiares”, en alusión al tiroteo ocurrido en una escuela serbia la semana pasada. Sobre el partido con Etcheverry, quien mostró un temple envidiable para enfrentarlo, Djokovic reconoció que no llegó en su mejor nivel y eso se reflejó en los 21 errores no forzados, pese a los cuales superó el corte y se instaló en la tercera ronda.
”Todavía no encuentro los tiros, ni el ritmo que pretendo”, advirtió el serbio, de 35 años, según el cual “siempre es difícil jugar frente a un rival al que enfrentás por primera vez”. Y siguió hablando del crédito platense: ”El es un especialista en polvo de ladrillo y comenzó jugando mejor que yo. Me costó encontrar el paso en el cierre del primer set”.
Antes de salir al ruedo, el serbio recibió el cálido saludo del entrenador portugués de la Roma, José Mourinho, cuya presencia agitó a los cronistas, ansiosos por conocer saber si seguirá en el club o partirá a París Saint-Germain. El Special One apeló a su habitual ironía y sobre su futuro respondió: “Mi futuro es presenciar este partido”.
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Antes de la derrota de Etcheverry se presentaron otros dos tenistas argentinos en el Foro Itálico. La buena noticia del viernes fue el triunfo de Francisco Cerúndolo, quien avanzó a la tercera rueda luego de derrotar al chino Yibing Wu por 4-6, 6-2 y 6-3. Sin embargo, Sebastián Báez cayó en forma sorpresiva ante el ruso Alexander Shevchenko en sets corridos: fue 6-3 y 6-4.
Cerúndolo, preclasificado 24 del torneo y número 31 del ránking mundial, debió batallar durante dos horas exactas en la cancha 2 del Foro Itálico. Empezó mal, cedió el primer set y luego, contra las cuerdas, se recuperó para ganar y acceder a la próxima ronda. Allí se enfrentará con el francés Gregoire Barrere, quien venció contra todos los pronósticos al ruso Karen Kachanov por 4-6, 6-4 y 7-6 (4).
Lo de Báez fue una decepción. Estuvo sobre la cancha durante una hora y 45 minutos, pero no pudo hacer nada ante un rival de ranking inferior: el argentino ocupa el puesto 40, mientras que su verdugo de este viernes es 93 y había ingresado al cuadro principal como lucky loser tras la lesión del neerlandés Tallon Griekspoor.
Lo mejor del partido entre Djokovic y Etcheverry