Tirar las vacunas contra el COVID para niños es un crimen. Culpe a los mensajes antivacunas de Florida | Editorial

Los médicos de Florida están desperdiciando vacunas contra el COVID que podrían salvar la vida de niños pequeños, tirando viales que se abrieron pero que no se usaron del todo porque no hay suficiente demanda de la vacuna.

Esto debería ser un delito. El mundo sigue en las garras de una pandemia. Más de 75,000 personas han muerto de COVID en la Florida. El mundo no puede permitirse desperdiciar vacunas.

Pero no hay que culpar a los médicos. No, este fiasco debería adjudicarse directamente al gobernador Ron DeSantis y su seleccionado secretario de Salubridad, Joseph Ladapo. Han sembrado dudas y sospechas sobre las vacunas. Han metido al estado en una discusión que debería ser entre los padres y los médicos de sus hijos. Han decretado que la Florida se opone a las vacunas contra el COVID para niños pequeños, desestimando el riesgo para los niños como mínimo.

Las muertes llegan a 422

Es fácil decirlo cuando no se trata de sus hijos, no es su riesgo. ¿Pero qué pasa con los niños que lo contraen más de una vez? ¿O que desarrollan COVID prolongado? ¿O incluso mueren a causa del virus? Hasta el mes pasado se habían producido 442 muertes de niños menores de 4 años a nivel nacional. Es una cifra pequeña, a menos que su hijo sea uno de esos 442. Entonces, la insensibilidad de los líderes republicanos de Florida debe ser devastadora.

Los médicos, como reportó el Miami Herald, están atrapados en el medio, entre el estado cada vez más intrusivo y sus responsabilidades con sus pacientes. La Florida no permite que los programas estatales administren las vacunas para bebés y niños pequeños (a pesar de la autorización de uso de emergencia de la Administración de Alimentos y Medicamentos, FDA), por lo que los médicos tienen que pedir las vacunas a otros programas.

El problema es que cada vial de vacunas contiene 10 dosis, y una vez que se abre uno, tienen que usarse todas las dosis dentro de las siguientes 12 horas. En el caso de las vacunas anteriores, el médico podía pedir las vacunas en dosis mucho más pequeñas al departamento de salud.

Falta de confianza

Los médicos también libran otra batalla: la desconfianza. En las comunidades predominantemente afroamericanas e hispanas, que se han visto afectadas de forma desproporcionada por la pandemia, pediatras del sur de la Florida dijeron al Herald que la palabra de Ladapo tiene más peso porque es afroamericano. El hecho de que se manifieste en contra de lo que la mayoría de ellos aconseja –fomentar la vacunación y seguir las recomendaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la FDA y las asociaciones médicas pediátricas– dificulta su trabajo y provoca más confusión.

Algunas partes responsables dieron un paso adelante con la contraprogramación. Los hospitales del sur de la Florida y los gobiernos de los condados están planificando campañas públicas de vacunación para los niños recién elegibles. Eso podría ayudar. Pero podemos ver los efectos cada vez más amplios de los mensajes antivacunas en Florida: Los supermercados Publix dijeron que no ofrecerán la vacuna para niños pequeños “en este momento”.

Tener que tirar las vacunas contra el COVID es un terrible desperdicio y nunca debería ocurrir. Pero, ¿sembrar deliberadamente la desconfianza en la ciencia y la medicina, como ha hecho el estado de la Florida? Ese podría ser el mayor crimen.