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Los tenistas de la Legión: deslumbrantes en el court, desordenados afuera

Aquellos días que rodearon el caso de Mariano Puerta fueron de los más convulsionados para el tenis argentino. Se trató del séptimo doping de la Legión, la camada de jugadores, post Guillermo Vilas, más exitosa de ese deporte que tuvo nuestro país.

"Fue mentira". A 15 años del positivo de Roland Garros, Mariano Puerta admitió que mintió en su defensa. Otro capítulo del doping que manchó al tenis argentino

Deslumbrante de talento y ganadora de títulos semana tras semana en el circuito, este lote de jugadores, surgido, salvo Guillermo Coria y David Nalbandian (los únicos ayudados por la Asociación Argentina de Tenis), por el esfuerzo propio y algunos préstamos leoninos, deambuló por los courts del mundo con las desprolijidades que traían desde sus tiempos de desarrollo.

Dentro de una cancha, todos eran una muestra fehaciente de talento y del buen juego: hasta en eso fueron distintos. A diferencia de las escuelas clásicas como la francesa o la australiana, que moldeaban a los jugadores con un mismo estilo, cada legionario tuvo una impronta desigual pero efectiva. Así, era tan maravilloso el revés clásico de Gastón Gaudio como el de dos manos de Nalbandian.

Pero afuera de la cancha era otra cosa. Era común verlos cambiar de entrenador como si se tratara de una raqueta. También era posible que se pelearan con un coach por pesificarle sus honorarios o bien, animarse a desairar a la prensa internacional con respuestas o gestos inapropiados.

En el medio de ello, con el lógico devenir del crecer mientras se hace camino, aparecían a su alrededor nuevos personajes que contribuían a ese desorden. "Soluciones mágicas", la ingesta salvadora de "uña de gato", líquidos recuperadores o pastillas de dosis desproporcionadas compradas en farmacias de barrio sin receta. La "cara más cruel del deporte de alto rendimiento", como solía señalar el magistral doctor Carlos D'Angelo, encargado por esos años del área de prevención y antidoping de la Secretaría de Deporte de la Nación.

Tenistas y sus núcleos comenzaban a encontrarse con sorpresas. Sucesos que se libraban al azar, menospreciando el peligro y, ante todo, la credibilidad. Los sistemas invulnerables para el tercer mundo no lo eran para los cromatógrafos del hemisferio norte. Jugar al límite tenía sus consecuencias. Y esos personajes que asomaban con pócimas, desaparecían al mismo tiempo que abogados internacionales de honorarios altísimos, en libras esterlinas o en dólares, emergían en el horizonte para defenderlos, generalmente sin éxito y con fuertes sanciones como sentencia en tribunales deportivos distantes de la Argentina. Todo lejos del lugar en el que debían estar: dentro de un court.

(*) Periodista de LA NACION entre 1989 y 2006; cubrió el circuito de tenis en la época de la Legión.