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El primer templo hindú de Islamabad, de gesto tolerante a prueba de fanatismo

Islamabad, 14 jul (EFE).- El primer templo hindú de Islamabad iba a ser un símbolo de tolerancia en Pakistán, pero la paralización de su construcción ante las presiones islamistas lo han convertido en un nuevo ejemplo de violencia y fanatismo contra las minorías de este país de mayoría musulmana.

A finales de junio se colocaba la primera piedra del templo dedicado al dios hindú Krishna, que iba a además con un auditorio, instalaciones para cremaciones y habitaciones para invitados. El primer ministro paquistaní, Imran Khan, anunció que el Gobierno financiaría parte de la construcción.

Dos semanas después, las obras están paralizadas y la Policía vigila el terreno para evitar actos de vandalismo, con escaso éxito.

VANDALISMO Y FATUAS

En ese periodo, un grupo de islamistas ha destrozado un muro en construcción alrededor del terreno del templo y publicado vídeos de la acción en las redes sociales, líderes religiosos han emitido dos fatuas o edictos religiosos contra el nuevo lugar de rezo hindú, se han presentado tres denuncias ante los tribunales contra el santuario -ya desestimadas- y vecinos de la ciudad van a rezar al descampado para "reimponer el poder del islam" en el lugar.

Medios de comunicación, como la televisión 92 News, se congratularon incluso de haber logrado la paralización del templo con su cobertura informativa.

Reacciones que han borrado de golpe el sueño de mostrar una imagen de integración en Pakistán.

"Queríamos mostrar al mundo que somos libres en Pakistán a la hora de practicar nuestra religión, de ir a nuestros templos", dice a Efe Lal Chand Malhi, parlamentario hindú del Pakistán Tehreek-i-Insaf (PTI), partido en el poder.

Lal, secretario del Comité de Derechos Humanos del Parlamento, participó en la ceremonia en la que se colocó la primera piedra del templo y solicitó al Gobierno 500.000 euros, o una quinta parte del total, para su construcción.

"Ha habido una reacción emocional y hemos parado la construcción. Ha sido chocante", reconoce el político en su oficina de Islamabad.

Además del aspecto político para mostrar al mundo que Pakistán es un país más tolerante bajo el mandato de Khan que la India del primer ministro, Narendra Modi, con su nacionalismo hindú, el nuevo templo tenía un sentido más práctico.

Los 3.000 hindúes de Islamabad no tienen un templo donde rezar y realizan sus rituales en sus casas. En la capital existen dos antiguos templos de esta minoría, pero uno está cerrado y el otro es un museo donde no se permiten las prácticas religiosas.

Cuando un hindú muere en la capital, los familiares tienen que transportar el cadáver a otras zonas del país para celebrar los ritos funerarios, en ocasiones a cientos de kilómetros.

A lo largo del país existen unos 1.300 templos hindúes, pero solo 30 de ellos están abiertos. Además, hay cientos de lugares de rezo informales para esta minoría de unos cuatro millones de personas en Pakistán.

UN PAÍS PARA MUSULMANES

Los argumentos de los islamistas contra el templo son variados, pero sobresale una idea: tras la partición del subcontinente indio en 1947 con la independencia de los británicos, Pakistán fue fundado por y para los musulmanes, y otras religiones no tienen cabida en el país, que se define como islámico en su Constitución desde 1973.

"Estoy rezando porque este lugar pertenece a los musulmanes. Quiero que las próximas generaciones no tengan que ver a hindúes rezando aquí", afirma Abdul Rehman, vecino de Rawalpindi, ciudad colindante a Islamabad, en el descampado donde descansan ladrillos de las obras ahora paralizadas.

"Pakistán fue un sueño para los musulmanes, no para los hindúes. Estoy llamando al rezo para reimponer el poder del islam", dice Rehman, de 64 años, tras recitar versículos del Corán.

No está solo. A su alrededor un pequeño grupo de hombres le apoya y le acompaña en los rezos, incluidos varios jóvenes veinteañeros.

Las objeciones de organizaciones musulmanas señalan varios puntos. Una de las fatuas afirma que no se pueden levantar nuevos templos de otras religiones y la otra indica que sí se puede, pero no se debe pagar con dinero público.

Una tercera fatua, emitida por clérigos del chiísmo, secta minoritaria del islam que también denuncia discriminación en el país, apoya el nuevo templo.

El Gobierno, los principales partidos de la oposición y los tribunales apoyan la construcción. Pero, como en otros tantos casos, los vociferantes islamistas imponen su voluntad con la amenaza más o menos velada de desatar la violencia.

FONDOS PÚBLICOS

Ante la presión, el Gobierno ha decidido recurrir al Consejo de Ideología Islámica (CII), un cuerpo asesor de las autoridades de Pakistán, para que determine si el templo puede ser financiado con dinero público.

Una de las promesas de Khan cuando llegó al poder fue mejorar la situación de las minorías del país, que representan un 4 % de sus 207 millones de habitantes.

Las reacciones de organismos de derechos humanos internacionales no han tardado.

"La paralización de un templo hindú en Islamabad es un inadmisible acto de intolerancia que debe ser revocado inmediatamente", afirmó Amnistía Internacional.

Por su parte, el diario Dawn, el más prestigioso del país en inglés, lo ha considerado una derrota. "Que la intolerancia haya ganado es una triste muestra de la reducción de la libertad religiosa en el país", dijo el periódico en un editorial.

"Este es un test para el Gobierno del PTI y el primer ministro para que la decisión inicial (la construcción del templo) prevalezca", aseguró.

Jaime León

(c) Agencia EFE