El extraño caso del pueblo amazónico cuya temperatura corporal lleva descendiendo desde 2002

Indígenas t'simanes durante una representación folclórica. (Crédto imagen: Red Unitas, Bolivia).
Indígenas t'simanes durante una representación folclórica. (Crédto imagen: Red Unitas, Bolivia).

A principios de año os hablé de un fenómeno relacionado con la temperatura corporal media de los humanos, cuyo descenso habíamos podido observar empíricamente con el paso de los años. Existe abundancia de datos al respecto que corroboran esta bajada, ya que tomar la temperatura es una de las acciones médicas más comunes en todas las clínicas del planeta.

Cuando en 1851 el doctor Carl Reinhold August Wunderlich (el primer médico que se molestó en hacer mediciones estadísticas de este parámetro fisiológico a 2.500 de sus pacientes de Leizpig) publicó su trabajo, afirmó que la temperatura “normal” de una persona sana debía de rondar los 37ºC. Así, se podía decir que cualquier persona cuya temperatura fuera igual o superior a los 37,5ºC padecía algún trastorno en su salud, y cuanto más se acercaba la temperatura a los 40ºC más grave era este trastorno.

Sin embargo, si hoy le tomas la temperatura a cualquier persona sana en occidente, lo más normal es que el termómetro marque unos 36,5ºC, lo cual es medio grado menos que la medida estándar establecida por Wunderlich hace menos de dos siglos. ¿Por qué ha sucedido esto? Nadie lo sabe a ciencia cierta, aunque hay algunas hipótesis interesantes en liza, desde la que defiende que es producto de nuestra mejora en el estado de salud general a causa de los avances médicos y por tanto un descenso en las inflamaciones (y su huella habitual en forma de incremento térmico) hasta la que sostiene que nuestros cuerpos son ahora más “rechonchos” y ricos en grasa, debido a la facilidad de acceso a los alimentos y a nuestra vida más sedentaria (lo que ha empeorado el tono físico medio). Así la grasa, que es un gran aislante térmico, podría estar evitando que el calor corporal interno fuera medible a nivel dérmico.

Y en esas estaban unos y otros, entretenidos en pleno debate científico, cuando un grupo internacional de investigadores, dirigidos por Michael Gurven (antropólogo en la californiana universidad de Santa Bárbara o UCSB) se dio cuenta de que cierto pueblo indígena natural de la Amazonía boliviana (llamados los T’simanes) ofrecía una oportunidad estupenda para estudiar el fenómeno “en tiempo real”.

Los t´simanes son una de las últimas comunidades de la Tierra que subsisten principalmente gracias al cultivo de pequeñas parcelas, de la caza y de la recolección de alimentos que crecen de forma natural en su entorno. Sin embargo, recientemente este pueblo ha comenzado a relacionarse con sus vecinos industrializados, e incluso han comenzado a escolarizar a sus hijos. Por ello, su vida a lo largo de los últimos 20 años podría considerarse una versión “acelerada” de lo que le sucedió a la sociedad pre-industrial durante los siglos XIX y XX.

Hasta ahora, todos los trabajos científicos realizados sobre el descenso paulatino en la temperatura corporal se habían realizado en personas que vivían en zonas desarrolladas como los Estados Unidos o el Reino Unido. Los t´simanes, que hasta no hace demasiado se habían mantenido ocultos al mundo inmersos en una sociedad cazadora-recolectora, brindaban la oportunidad perfecta para comprobar cómo el contacto con los adelantos de la sociedad moderna podía influir en el descenso en la temperatura corporal.

Al igual que los europeos de 1851, las primeras mediciones realizadas a los t´simanes en el año 2002 ofrecían una media de temperatura de 37 grados. Desde entonces, la temperatura corporal media de estos indígenas descendió 0,05 grados centígrados al año hasta situarse en 36,5ºC en el año 2018.

Para llegar a esta sorprendente conclusión, durante 16 años el equipo de científicos analizó datos de hasta 5.000 indígenas residentes en 110 aldeas de la Amazonía boliviana. Durante el proceso, los antropólogos del equipo de Gurven observaron también otros cambios en los t´simanes, como una mejora rápida de salud, longevidad y condiciones de vida. Al respecto de la longevidad el cambio fue espectacular, pasando su esperanza de vida desde los 43 a los 54 años.

¿Conclusión? Los resultados del equipo de Gurven sugieren que el descenso en la temperatura observado en este pueblo indígena “probablemente refleja las mejoras generales en salud, supervivencia y condiciones de vida experimentadas por los t´simanes durante las dos últimas décadas”.

Pero no todo lo observado es bueno. Por desgracia los investigadores también observaron cambios negativos, como la adopción de aceites para cocinar que estaban aumentando el nivel de colesterol y de obesidad de este pueblo. Una pena, teniendo en cuenta que hace unos años asombraron al mundo por contar con los corazones y arterias más sanas del planeta. (De hecho se dice que un t’siman de 80 años tiene la misma ‘edad vascular’ de un estadounidense de 50 años).

El trabajo del grupo de Gurven acaba de publicarse en Science Advances.

Me enteré leyendo Gizmodo.

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