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Los temores de Occidente sobre las vacunas obstaculizan el proceso de inmunización en otras partes del mundo

Un centro de vacunación dentro de la Catedral de Salisbury, en Salisbury, Inglaterra, en enero. El Reino Unido sigue usando la vacuna de AstraZeneca, aunque restringe su uso a las personas de 30 años o más. (Andrew Testa/The New York Times)
Un centro de vacunación dentro de la Catedral de Salisbury, en Salisbury, Inglaterra, en enero. El Reino Unido sigue usando la vacuna de AstraZeneca, aunque restringe su uso a las personas de 30 años o más. (Andrew Testa/The New York Times)

En medio de una profunda controversia, las advertencias occidentales sobre las vacunas AstraZeneca y Johnson & Johnson corren el riesgo de provocar una explosión de desconfianza global contra las vacunas.

Mucho más allá de Estados Unidos y Europa, las amenazas de seguridad que rodean a las vacunas de AstraZeneca y Johnson & Johnson han puesto en peligro las campañas para inmunizar al mundo, socavando la confianza en dos fármacos muy necesarios y amenazando con prolongar la pandemia de coronavirus en países que no pueden permitirse el lujo de ser exigentes cuando se trata de las vacunas.

Con el aumento de los nuevos contagios en casi todos los continentes, están surgiendo indicios de que la campaña de vacunación está en peligro en diversas regiones como África.

En Malaui, la gente le pregunta a los médicos cómo eliminar la vacuna AstraZeneca de sus cuerpos.

En Sudáfrica, los funcionarios de salud han hecho una pausa en el proceso de inmunización con la vacuna de Johnson & Johnson, la única que tienen, porque desde febrero ya no utilizan la de AstraZeneca.

Y en la República Democrática del Congo, ni una sola persona ha sido vacunada, a pesar de que 1,7 millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca languidecen en las instalaciones sanitarias del país desde el 2 de marzo.

En esos países y muchos otros, el colonialismo occidental y las prácticas médicas poco éticas han generado desconfianza en las vacunas, un fenómeno que podría empeorar si se afianza la percepción de que los países ricos están lanzando inyecciones de segunda categoría para el sur del planeta.

Sudáfrica suspendió el uso de la vacuna de Johnson & Johnson, la única que tiene el país. (Joao Silva/The New York Times)
Sudáfrica suspendió el uso de la vacuna de Johnson & Johnson, la única que tiene el país. (Joao Silva/The New York Times)

Los médicos dicen que las recientes pausas ya han reivindicado a los escépticos de las vacunas y han hecho que muchos otros se sientan engañados.

“Las personas, especialmente aquellas que fueron vacunadas, sintieron que habían sido engañadas. Muchas se preguntaban: ‘¿Cómo podemos deshacernos de la vacuna en nuestro cuerpo?’”, dijo Precious Makiyi, médico y científico conductual en Malaui, donde los trabajadores sanitarios han estado corriendo para vaciar sus estantes de dosis de AstraZeneca casi vencidas. “Luchamos muy duro con los mensajes sobre las vacunas, pero lo que sucedió la semana pasada nos ha regresado al punto de partida”.

Los funcionarios de salud africanos han reaccionado con furia ante las despreocupadas declaraciones de los legisladores estadounidenses y europeos que aseguran que las personas que no tienen acceso a las dosis de AstraZeneca o Johnson & Johnson podrían recibir otras vacunas. En gran parte del mundo, no existen otras vacunas.

Incluso cuando los funcionarios de salud estadounidenses enfatizaron que detuvieron el uso de la vacuna Johnson & Johnson el martes por una “precaución excesiva”, obligaron a que las autoridades sanitarias de todo el mundo tuvieran que argumentar que las vacunas que no eran seguras para los países ricos del mundo seguían siendo adecuadas para los pobres.

“Están tirando la confianza de las vacunas en un cráter”, dijo Ayoade Alakija, copresidenta de la Alianza de Entrega de Vacunas en África de la Unión Africana, sobre las acciones de los países ricos. “Es un mensaje irresponsable que habla del egoísmo de este momento, en que no se hicieron más consultas ni hubo más comunicación”.

Lo que los países ricos definen como precaución es algo que las naciones más pobres experimentarán como una apuesta devastadora enfocada en la supervivencia de sus ciudadanos contra la COVID-19. “Por precaución, no deberíamos destruir la confianza en las vacunas en aquellos lugares que solo tienen acceso a un tipo de vacuna”, dijo Alakija.

Las vacunas AstraZeneca y Johnson & Johnson, más baratas y fáciles de almacenar que las alternativas, son los pilares de las inoculaciones mundiales. Las dosis de AstraZeneca se están utilizando en al menos 118 países. Últimamente, en medio de la escasez de esa vacuna, algunas regiones han optado por la de Johnson & Johnson: hace dos semanas, la Unión Africana adquirió 400 millones de dosis.

Juntas, las dos vacunas representan un tercio de la cartera de Covax, el esfuerzo internacional para adquirir y distribuir vacunas.

Pero cada día es más evidente que esas inyecciones, fabricadas sobre una plataforma de vacunas relativamente robusta, se están convirtiendo en una idea tardía en las naciones ricas. Después de cancelar las citas de las personas que iban a recibir dosis de Johnson & Johnson, debido a preocupaciones por el surgimiento de algunos casos relacionados con coágulos sanguíneos, las entidades estadounidenses ofrecieron a las personas las vacunas más caras de Pfizer o Moderna en su lugar.

La Unión Europea dijo el miércoles que compró otros 50 millones de dosis de la vacuna de Pfizer, lo que le permitió suspender el uso de la vacuna de AstraZeneca y eliminarla por completo para el próximo año.

Sin embargo, esas decisiones han repercutido en países donde las variantes se están extendiendo, el distanciamiento físico es un lujo y no hay elección de las dosis.

Los funcionarios sanitarios temen que cualquier retroceso en las vacunas pueda sembrar las semillas del próximo brote calamitoso, que colapse los hospitales y exporte nuevas mutaciones en todo el mundo. En esos lugares, dijeron los médicos, las matemáticas son obvias: muchas más personas morirán sin las vacunas de AstraZeneca y Johnson & Johnson, que con ellas.

En medio de las preocupaciones por el surgimiento de coágulos, la Organización Mundial de la Salud y la Unión Africana no han vacilado en recomendar el uso de las vacunas de AstraZeneca y Johnson & Johnson. En el Reino Unido, la de AstraZeneca sigue siendo la columna vertebral de la rápida campaña de inoculación del país, a pesar de que se ofrecen alternativas para los menores de 30 años. En el Congo, después de rechazar las dosis de AstraZeneca debido a las inquietudes de Europa, las autoridades dijeron el martes que lanzarán las vacunas, con mucho retraso, la próxima semana.

Y en Dakar, la capital de Senegal, las personas continuaban haciendo fila —sentadas en bancos de madera— el miércoles para recibir las dosis de AstraZeneca, mientras veían a sus hijos que corrían por los pasillos de un centro médico.

“No tenemos otra opción”, dijo Alioune Badara Diagne, de 34 años, que vive en el animado barrio de Ouakam, en Dakar. A pesar de que habla sobre las pausas de la vacunación en las naciones ricas y de los rumores que afirman que las empresas farmacéuticas utilizan a los africanos como “conejillos de indias”, admitió que los propios occidentales seguían recibiendo las dosis. Y agregó: “La vacuna es nuestra única esperanza”.

Pero, en gran parte del mundo, los reguladores estadounidenses que respaldaron la pausa del martes sobre las vacunas de Johnson & Johnson actúan como una especie de expertos internacionales sobre medicamentos y vacunas, lo que les da un peso adicional a sus dudas en las naciones africanas.

“Me volví aún más escéptico cuando escuché que Estados Unidos suspendió la de Johnson & Johnson”, dijo Lawmond Lawse Nwehla, de 32 años, un ingeniero en Dakar. “Dijeron que era efectiva y luego la detuvieron. Así que me pregunto por qué”.

Al detener inmediatamente el uso de las dosis de Johnson & Johnson, los reguladores estadounidenses reaccionaron de manera más agresiva que sus homólogos británicos quienes respaldaron la vacuna de AstraZeneca mientras investigaban los casos de coagulación.

Los costos del enfoque estadounidense ya eran evidentes en Europa, donde muchas naciones detuvieron y luego reiniciaron el uso de las vacunas de AstraZeneca, solo para descubrir que había dudas sobre su implementación. La mayoría de la gente en Francia, Alemania y España desconfiaba de la vacuna.

“Una vez que sacas el corcho de la botella, no estoy seguro de que puedas volver a colocarlo con facilidad”, dijo Anthony Cox, experto en seguridad de vacunas de la Universidad de Birmingham en Inglaterra.

Sudáfrica copió de inmediato la pausa estadounidense en las vacunas de Johnson & Johnson, lo que enfureció a los médicos que claman por vacunas, especialmente en las zonas más remotas del país. En febrero, los funcionarios sanitarios descartaron la vacuna de AstraZeneca por su eficacia limitada contra una variante peligrosa que surgió allí.

Hasta la fecha, solo la mitad del 1 por ciento de la población está vacunada y solo se administran 10.000 dosis por día. A ese ritmo podrían pasar semanas, si no más, para que surja un solo caso raro de coagulación sanguínea, dijo Jeremy Nel, médico de enfermedades infecciosas en Johannesburgo.

El especialista estaba consternado por la decisión de pausar las inyecciones, debido al riesgo de afectar la confianza en las vacunas en un país donde dos quintas partes de las personas dicen que no tienen intención de vacunarse.

“Cuanto más lento se avanza, ese fracaso se mide en muertes”, dijo Nel. “Incluso si se demora una semana, existe una posibilidad nada trivial de que cueste vidas”.

Muchos países europeos decidieron dejar de usar vacunas que, aparentemente, son más riesgosas en personas jóvenes que tienen menos probabilidades de contraer COVID-19, pero eso sería inviable en África, donde la edad promedio de muchos países es inferior a los 20 años.

Y cualquier restricción adicional agravaría los obstáculos que enfrenta Covax, entre ellos la escasez de fondos para cada parte de los programas de inoculación, más allá del aterrizaje de las dosis en los aeropuertos.

Mali, en África occidental, solo ha administrado el 7 por ciento de las dosis de AstraZeneca suministradas por Covax. Sudán, en el este de África, ha aplicado el 8 por ciento de las dosis.

Los analistas temen que el nerviosismo ocasionado por las vacunas AstraZeneca y Johnson & Johnson podría avivar la demanda de inyecciones de fabricación rusa y china de las que se sabe mucho menos. Algunos funcionarios sanitarios de los organismos internacionales han centrado su atención en la vacuna Novavax, que aún no está autorizada, pero constituye un tercio de la cartera de Covax.

“Incluso en esta etapa de la pandemia, tenemos los dedos cruzados para que otra vacuna funcione y así poder ayudar a inmunizar a los países en desarrollo, en vez de aumentar la producción de las vacunas que sabemos que funcionan”, dijo Zain Rizvi, experto en acceso a medicamentos de Public Citizen, un grupo de defensa.

En Kenia, donde el entusiasmo por las vacunas es alto en las ciudades pero peligrosamente bajo en las zonas rurales, “la noticia sobre los coágulos de sangre en Europa no podría haber llegado en un peor momento”, dijo Catherine Kyobutungi, directora del Centro Africano de Investigación sobre Población y Salud. “Incluso aquellos que quizás estaban indecisos y se inclinaban por vacunarse, de repente lo pensaron mejor”, dijo.

La pausa estadounidense en la aplicación de las dosis de Johnson & Johnson provocó un furor mediático.

“Cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos decide hacer una suspensión, eso ocupa los titulares durante días”, dijo. “Pero cuando se acaba la suspensión, no aparece en tantos titulares”.

Mady Camara colaboró en este reportaje desde Dakar, Senegal.

Benjamin Mueller es corresponsal en el Reino Unido para The New York Times. Fue reportero de temas policiales y de las fuerzas del orden en la sección Metro desde 2014. @benjmueller

This article originally appeared in The New York Times.

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