Susurro de la tierra al cielo

Un abrazo a las madres en su día
Archivo

No sé lo que es ser madre. No sé lo que es llevar a cuestas tal vez tres cuartas partes de un año la gesta de serlo, y luego una vida para continuar demostrándolo incombustiblemente

Yo, que no lo sé, qué puedo explicar más que agradecer, qué puedo elogiar más que admirar, qué puedo imaginar lo que cada madre calla o grita, suplica, reza o maldice.

Yo, apenas un hijo de, dónde guardo todo el afecto recibido, dónde grafico los sacrificios escondidos, dónde cabe el amor infinito, intangible, incondicional, eterno y grato, cálido y lo suficiente fresco para poder volar con alas prestadas porque se puede caer cientos de veces en la vida, que los brazos de la madre siempre estarán extendidos.

Madres que quisieron ser y fueron, o no pudieron, o no quisieron; madres de vida, madres de la vida, que fácil escribirlo y cuántas historias para decirlo casi en un susurro: gracias.

Gracias por ganarse a ustedes mismas, gracias por fragmentarse en un y mil pedazos, gracias porque cualquier regalo es anecdótico junto al don de la vida, preciado legado irracional y maravilloso.

Gracias por los miedos y los corajes, por las telepatías, brujerías y otras hierbas buenas de las habladurías que las suposiciones presumen y el hacer resumen.

Gracias por tener las culpas de casi todo y la gracia inmensurable de dar más. El día de la madre es un día que se conmemora, se celebra, se festeja, se añora y cada madre sabe que su día, además de antes y después, yace desde el vientre y hasta el universo, porque madre no remite únicamente a algo biológico, sino que llega a los confines de la tierra y se eleva para envolver la dicha de hoy poder retribuir esa existencia.

Querida mamá: a veces estoy enojado porque salí de tu cómoda barriga y a veces lloro porque no puedo salir de tu corazón. Y ya sé que diga lo que diga, tu paciencia es inagotable, porque en el mundo de los sueños tal vez esté papá y en tu caso, jamás faltarás.