El sur de Líbano mira con incertidumbre a sus aldeas ocupadas a punto de expirar el pacto
Qlayaa (Líbano), 25 ene (EFE).- "Están a un kilómetro o kilómetro y medio de aquí", dice un joven señalando a la parte de la localidad libanesa de Burj al Mlouk aún ocupada por las tropas israelíes a apenas 24 horas de que expire el acuerdo de alto el fuego entre las partes, con la población sumida en la incertidumbre.
El hombre aventura que el domingo va a ser un "día difícil", pues el Estado judío ya ha anunciado que no se va a retirar del territorio libanés antes de que expire el plazo de 60 días establecido por el pacto y los países mediadores están manteniendo contactos para negociar una extensión de la tregua.
"Toda la otra mitad del pueblo está en Beirut, todo lo que pedimos es que vuelva la otra mitad de la aldea (...) Tenemos esperanza en el Ejército, en que recuperen nuestro país y la otra mitad de la localidad, solo queremos paz para nuestra tierra", explica a EFE el vecino, al pedir el anonimato.
Él mismo tiene su lugar de trabajo en Tal Nahas, parte de Burj Mlouk, con materiales y almacenes inaccesibles. Dos de sus primos tienen viviendas a las que no pueden regresar y muchos otros no pueden trabajar sus tierras, dañando aún más la actividad económica en tiempos en los que "solo las tiendas de bocadillos están abiertas".
"Espero que se retiren mañana", zanja.
Incertidumbre
Esta mañana, ante el inminente vencimiento del cese de hostilidades, el Ejército libanés emitió un comunicado pidiendo a los residentes de las zonas fronterizas que no bajen todavía y atribuyendo el "retraso" en la implementación del acuerdo a la lenta retirada de las fuerzas israelíes.
El país vecino, por su parte, alega que se quedará más tiempo porque el otro lado aún no ha completado su parte, que implica la salida del grupo chií libanés Hizbulá de la franja meridional y un mayor despliegue del Ejército libanés.
Según la Agencia Nacional de Noticias (ANN), las tropas israelíes tomaron este sábado una serie de medidas para impedir que los desplazados libaneses acudieran a sus aldeas a evaluar los daños en sus viviendas, cortando carreteras como la que va de Burj al Mlouk a Kfar Kila.
"Hoy la gente se concentró al lado del puesto de control que hay allí, porque quieren regresar a sus casas (...) Así que pusieron barreras de arena y cerraron todos los caminos a la otra parte de nuestro pueblo ahí abajo", confirmó el vecino de Burj al Mlouk.
El joven solo se fue de la zona cuando el conflicto se intensificó con el inicio de una intensa ofensiva israelí el pasado septiembre y regresó al entrar en vigor el alto el fuego dos meses más tarde, como también hizo la mitad de la población que aún tiene acceso a su propiedad.
Los bombardeos israelíes dejaron algunos daños en la aldea, incluido su edificio, por lo que eventualmente solo una decena de personas decidieron permanecer.
Uno de los que más aguantó fue Charbel (nombre ficticio), quien acabó huyendo durante el apogeo de la violencia debido a la falta de medicinas, agua y electricidad en el área. El anciano, dueño de un pequeño negocio, relata a EFE que ni siquiera durante la anterior guerra de 2006 había tenido que abandonar su localidad.
"No se lo que va a pasar mañana, porque la decisión viene del otro lado, no tenemos un Estado para tomar decisiones. Esperemos que 'la ocupación' se retire, pero aquí el pueblo está dividido en dos partes, uno para los judíos y otra para nosotros", apunta.
"¿Quién sabe? Puede que ocupen también esta parte", agrega el hombre.
Meses difíciles
Donde termina Burj al Mlouk comienza Qlayaa, que también es de mayoría cristiana.
"Nuestro Estado, como siempre, hace algo sin decírselo a la gente y todo se mantiene en secreto, así que ni siquiera sabemos qué ha acordado o firmado nuestro Estado para que la gente sepa que pasará. Estamos simplemente adivinando en este punto", lamenta a EFE el alcalde de Qlayaa, Joseph Karamalla.
Durante la guerra, Qlayaa recibió una orden de evacuación por parte de Israel alegando que había amenazas de seguridad en su perímetro, pero la población se reunió "de forma colectiva como localidad" y decidió quedarse con pocas excepciones, de acuerdo con el alcalde.
"La gente se quedó pese a los riesgos que enfrentaron, los bombardeos cercanos y los ataques contra algunas de las casas", recordó.
"Con suerte, ha pasado, todo el precio que pagamos se ha acabado y no tenemos que pagar aún más", concluyó.
Noemí Jabois y Ana María Guzelian
(c) Agencia EFE