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Por qué la 'supermamá' obtiene resultados estelares en los currículos de los cargos públicos

La jueza Amy Coney Barrett, con su familia detrás de ella, toma protesta para testificar ante la Comisión Judicial del Senado, en el primer día de su audiencia de confirmación en el Senado en Washington, el 12 de octubre de 2020. (Erin Schaff/The New York Times)
La jueza Amy Coney Barrett, con su familia detrás de ella, toma protesta para testificar ante la Comisión Judicial del Senado, en el primer día de su audiencia de confirmación en el Senado en Washington, el 12 de octubre de 2020. (Erin Schaff/The New York Times)
La senadora demócrata de California Kamala Harris después de aceptar la candidatura a la vicepresidencia de su partido durante la Convención Nacional Demócrata en Wilmington, Delaware, el 19 de agosto de 2020. (Erin Schaff/The New York Times)
La senadora demócrata de California Kamala Harris después de aceptar la candidatura a la vicepresidencia de su partido durante la Convención Nacional Demócrata en Wilmington, Delaware, el 19 de agosto de 2020. (Erin Schaff/The New York Times)

Esta semana, durante las audiencias de confirmación a la Corte Suprema de Estados Unidos de la jueza Amy Coney Barrett, los senadores republicanos, uno tras otro, se maravillaron ante un papel que no aparece en su currículo: madre de siete hijos. Describieron su maternidad como “incansable” y “excepcional”, una clara evidencia de que era una “superestrella”. El senador Josh Hawley le pidió consejos sobre la crianza de los hijos.

Barrett ha aceptado la imagen. Las cámaras de los noticieros estaban allí para verla subir a su numerosa familia a su auto antes de su nominación oficial. “Aunque soy jueza, en casa soy más conocida como madre de familia, chofer de trayectos compartidos y organizadora de fiestas de cumpleaños”, dijo el día de su nominación.

Una de sus interrogadoras más agudas, la senadora Kamala Harris, candidata demócrata a la vicepresidencia, ha enfatizado de manera reiterada en otros contextos que es madrastra, un rol que asumió al casarse hace seis años. Les ha comentado a los electores que la llaman “Momala” (en referencia a “mom”, madre en inglés, y su apellido, Kamala) y que cocina las cenas familiares de los domingos.

Para las mujeres estadounidenses que ocupan cargos públicos, ser madre se ha convertido en una credencial poderosa pero difícil. Los investigadores han encontrado en múltiples encuestas de electores que una mujer que tiene éxito en lo profesional y es ambiciosa suele ser vista como amenazante o desagradable, pero ser madre lo suaviza. Hace que las mujeres parezcan cálidas y afines, y sugiere que también pueden identificarse con la vida de los votantes.

Sin embargo, los estadounidenses también son ambivalentes con respecto a las madres que trabajan, lo que obliga a las mujeres a sortear un mundo de obstáculos de percepciones y expectativas.

En el caso de los hombres, no es tan importante. Comparen, por ejemplo, las audiencias de confirmación en 1986 del juez Antonin Scalia, mentor de Barrett. Los senadores dieron la bienvenida a sus hijos en las audiencias y les ofrecieron descansos, pero dedicaron poco o ningún tiempo a vincular su paternidad con su vida profesional. El juez Brett Kavanaugh mencionó que entrenaba los equipos de baloncesto de sus hijas, pero se centró poco en su vida familiar como algo que lo calificaba para el puesto.

“Es esa cuerda floja por la que las mujeres tienen que caminar y los hombres no”, afirmó Christine Matthews, una encuestadora republicana de Bellwether Research and Consulting, que se centra en las votantes y ha criticado al presidente Donald Trump. “Si eres madre de niños pequeños, ¿cómo te las arreglas con eso? Si eres una profesionista sin hijos, ¿no entiendes mi vida? Tienes que hablar de eso para poder seguir adelante”, agregó.

Para Barrett, el enfoque en su maternidad parecía, hasta cierto punto, provenir del asombro de que una mujer pudiera tener una carrera tan exitosa y a la vez ser madre de una manada tan grande. “¿Cómo manejan usted y su marido dos carreras profesionales de tiempo completo y, al mismo tiempo, cuidan de su familia numerosa?”, preguntó el senador de Texas John Cornyn.

Esta es una pregunta que las figuras públicas femeninas enfrentan comúnmente, pero que muy pocas veces se les hace a las masculinas, de acuerdo con una investigación de la Fundación de la Familia Barbara Lee. Los electores expresan constantemente su preocupación sobre cómo hacen los candidatos con hijos pequeños para manejar sus roles tanto familiares como profesionales, según sugiere la investigación de la fundación, incluso cuando saben que es una norma que no aplica a los hombres.

Los investigadores concluyen que el trasfondo es que el cuidado de los hijos es responsabilidad de las mujeres y que una mujer responsable del cuidado de los hijos quizá no tenga el tiempo o la capacidad para encargarse de asuntos de Estado.

Barrett y Harris están buscando obtener trabajos públicos de alto perfil en un entorno político en el que ambos partidos están haciendo esfuerzos especiales en todos los ámbitos para atraer a las mujeres, en especial a las mujeres de los suburbios. Trump, quien está muy por debajo de Joe Biden en lo que respecta al apoyo del electorado femenino, les hizo un llamado directo en un mitin en Pensilvania esta semana. “Mujeres de los suburbios, ¿por favor podrían aceptarme?”, dijo. “Salvé su maldito vecindario, ¿estamos?”.

En las audiencias de confirmación, los republicanos están usando la maternidad para evitar que se diga que Barrett es una conservadora inflexible. En respuesta a los demócratas que temen que su confirmación pueda amenazar la Ley de Atención Médica Asequible, por ejemplo, el senador Charles E. Grassley sugirió que su experiencia en llevar a los niños al pediatra sustentaría sus dictámenes: “Como madre de siete hijos, la jueza Barrett entiende claramente la importancia de la atención médica”.

Hacer hincapié en el lado materno de una mujer también hace que cualquier posible crítica que se le haga suene imprudente.

“Los miembros republicanos de la judicatura la hacen pasar por una gigante del Derecho que conduce una camioneta”, afirmó Matthews. “De alguna manera están desafiando a los demócratas a que ataquen la figura de la madre que conduce una miniván”.

En la audiencia del martes, la senadora demócrata Dianne Feinstein hizo lo opuesto, le preguntó a Barrett si tenía una “fórmula mágica” para equilibrar tan bien su maternidad y su carrera.

La maternidad tiende a menguar la ambición y la contundencia, rasgos que, vistos en una mujer, pueden tener connotaciones negativas. Las comidas dominicales de Harris y los tenis Converse pueden demostrar que es más que una exfiscal, según los analistas.

“Las mujeres que presentan rasgos masculinos, como ser líderes, necesitan equilibrarlos con lo que se ve como experiencia femenina”, explicó Jill Greenlee, autora de “The Political Consequences of Motherhood” y politóloga en la Universidad Brandeis. “Los antecedentes de la ley y el orden de Kamala Harris son más masculinos, así que la parte de la maternidad es una estrategia para verse a sí misma como una persona cálida y equilibrarlo”.

Esta expectativa de que las mujeres en la política también deberían ser madres se remonta al movimiento del sufragio femenino en Estados Unidos.

A fines del siglo XIX y principios del XX, quienes se oponían al derecho de la mujer al voto sugerían que la política era contraria al deber primordial de la mujer de criar a los hijos y que dejar que las mujeres ingresaran a la esfera política socavaría los roles de género tradicionales.

En la década de 1910, las sufragistas argumentaron que, de hecho, la maternidad y la actividad política no se excluían mutuamente: ser madre haría que las mujeres fueran mejores votantes porque, de manera desinteresada, estarían motivadas por los intereses de su familia y votar las convertiría en mejores madres al permitirles apoyar cuestiones que les preocupaban.

Según las investigaciones, la encarnación moderna de la maternidad política comenzó en 1980, con la aparición de una gran brecha de género en las votaciones. Los políticos comenzaron a cortejar a las madres, en particular a las blancas de los suburbios, las llamadas “madres de futbolistas” de los años noventa, un grupo que sigue siendo clave en las elecciones de este año.

Hasta hace poco, mientras muchos hombres comenzaban su carrera política a los 20 años, las mujeres a menudo esperaban hasta que hubieran formado una familia. Nancy Pelosi tuvo cinco hijos y se postuló por primera vez a un cargo público en 1987 a los 47 años, cuando sus hijos ya estaban grandes.

Las recientes elecciones presidenciales demuestran cómo empezaron a evolucionar las estrategias de las candidatas. Hillary Clinton, después de restar importancia a su vida doméstica durante años, hizo de su papel de madre y abuela un tema fundamental para su campaña de 2016. Sarah Palin se presentó a la vicepresidencia como la “mamá de jugadores de hockey” con un recién nacido.

Para las elecciones intermedias de 2018, muchas candidatas se volcaron de lleno hacia la maternidad, convirtiéndola en una parte central de sus campañas. Los anuncios las mostraban embarazadas o en periodo de lactancia y argumentaban que el hecho de ser madre las hacía especialmente aptas.

“Pensamos en el liderazgo como normas masculinas, pero un buen liderazgo se trata de ser compasivo y proporcionar un bien social”, dijo Greenlee. “Tal vez si las mujeres juegan con los estereotipos, también se están presentando de manera genuina y tratando de cambiar la noción de lo que debe ser un líder político y de cómo debe ser el gobierno y las cuestiones relativas a las políticas”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company