Stephen Miller ha canalizado a Trump y construido más poder que nunca

El señor Miller podría ser exponencialmente más influyente durante el segundo mandato del presidente electo Donald J. Trump que durante el primero. Crédito... Al Drago/The New York Times
El señor Miller podría ser exponencialmente más influyente durante el segundo mandato del presidente electo Donald J. Trump que durante el primero. Crédito... Al Drago/The New York Times

WASHINGTON — Cuando Stephen Miller se reunió con Mark Zuckerberg en Mar-a-Lago, Florida, a finales del año pasado, el asesor de Trump, de 39 años, se encontraba en una posición de poder que habría sido inimaginable hace una década.

Por aquel entonces, Miller era un simple miembro del Senado que se dedicaba a despotricar contra los males de la inmigración. En cambio, ahora abordaba temas de política estadounidense con el multimillonario director general de Meta, un hombre al que había vilipendiado durante años por considerarlo un globalista empeñado en destruir la nación.

Pero la balanza se había inclinado hacia el lado contrario.

Miller le dijo a Zuckerberg que tenía la oportunidad de ayudar a reformar Estados Unidos, pero que sería en los términos del presidente electo Donald Trump. Dejó claro que Trump tomaría medidas enérgicas contra la inmigración e iría a la guerra contra la cultura de la diversidad, la equidad y la inclusión, o DEI, que Meta y gran parte del sector empresarial estadounidense habían adoptado en años recientes.

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Zuckerberg se mostró abierto. Les indicó a Miller y a sus colegas, incluidos otros asesores de alto nivel de Trump, que no haría nada para obstruir la agenda de Trump, según tres personas con conocimiento de la reunión, que pidieron permanecer en el anonimato para hablar de una conversación privada. Zuckerberg les hizo saber que, en su lugar, se centraría únicamente en crear productos tecnológicos.

A principios de este mes, los lugartenientes políticos de Zuckerberg le presentaron los cambios a Miller en una reunión informativa privada. Y el 10 de enero, Zuckerberg los hizo oficiales: Meta abolirá su política de DEI.

Stephen Miller, antiguo asesor de Trump, sube al escenario en un mitin de campaña del actual presidente electo, en Reading, Pensilvania, el 9 de octubre de 2024. (Doug Mills/The New York TimeEl entonces presidente Donald Trump con su asesor Stephen Miller y Don McGahn, entonces consejero de la Casa Blanca, durante la ceremonia de investidura en la Sala Este de la Casa Blanca, en Washington, el 22 de enero de 2017. (Al Drago/The New York Times)
Stephen Miller, antiguo asesor de Trump, sube al escenario en un mitin de campaña del actual presidente electo, en Reading, Pensilvania, el 9 de octubre de 2024. (Doug Mills/The New York Times)

La reunión del 27 de noviembre en Mar-a-Lago representó algo más que la rendición de otro multimillonario de la tecnología ante Trump. Demostró vívidamente el poder y la influencia de Miller, que en menos de una década ha pasado de ser un agitador antiinmigración en el Capitolio a una de las personas no designadas por elección popular más poderosas de Estados Unidos.

Ni funcionarios de Meta ni Miller aceptaron hacer comentarios. Un portavoz de la transición de Trump se negó a hablar sobre la mayoría de los informes.

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Miller fue influyente en el primer mandato de Trump, pero esta vez su influencia se multiplicará exponencialmente. Ocupa los cargos de jefe adjunto de Gabinete, responsable de supervisar la política interior, y de asesor de seguridad nacional, lo que le permite coordinarse entre las agencias del Gabinete. Será un estratega legislativo clave y se espera que desempeñe un papel importante en la elaboración de los discursos de Trump, como ha hecho desde que se unió a la primera campaña de Trump en 2016.

Lo más significativo es que Miller estará a cargo del tema estrella de Trump y con el que Miller ha estado obsesionado desde su infancia: la inmigración. Además, ha estado trabajando en secreto para supervisar al equipo que redacta las decenas de órdenes ejecutivas que Trump firmará tras su toma de posesión el 20 de enero.

En los cuatro años transcurridos desde que Trump dejó el cargo, Miller ha dedicado más tiempo que cualquier otro asesor cercano a Trump a diseñar estrategias para su segundo mandato. Amplió las políticas de inmigración de línea dura del primer mandato; profundizó sus relaciones con algunos miembros de la Cámara de Representantes, senadores y figuras influyentes de los medios de comunicación de derecha; construyó una red nacional de donantes a fin de financiar una organización sin ánimo de lucro que utilizó como herramienta adicional de influencia; y cultivó discretamente una relación con el hombre más rico del mundo, Elon Musk.

Miller regresará al gobierno aún con más confianza y credibilidad ante el presidente, menos rivales internos y un equipo más amplio a sus órdenes.

Quienes trataron con Miller (y, en general, no lo tomaron muy en serio) hace una década, cuando era un joven empleado del Senado que les enviaba a los periodistas correos electrónicos nocturnos en nombre del senador Jeff Sessions, de Alabama, con historias escabrosas sobre inmigrantes que cometían delitos, apenas pueden creer el alcance de su poder.

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Después del triunfo de Trump en las elecciones en noviembre, Miller trasladó a su familia a Palm Beach, Florida, y asumió un papel importante en la transición. Las personas enteradas de las órdenes ejecutivas que está redactando su equipo afirman que incluyen un proyecto para ponerle fin a la ciudadanía por derecho de nacimiento, designar a los cárteles de narcotraficantes organizaciones terroristas extranjeras y restablecer el Título 42, que le permite a Estados Unidos sellar la frontera con México si existe una amenaza para la salud pública. (Los asesores de Trump han pasado meses tratando de identificar una enfermedad en la que puedan fundamentar el Título 42, ya que por el momento no existe tal emergencia).

Ahora que define sus prioridades, Miller parece haber aprendido dos lecciones clave del primer mandato de Trump.

La primera es inundar la zona. Cree que aquellos a quienes considera enemigos de Trump —los demócratas, los medios de comunicación, grupos como la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles y parte de la burocracia federal— están mermados y no tienen muchos recursos para expresar indignación y oposición. Miller les ha comentado a algunas personas que el objetivo es abrumarlos con un bombardeo de actividad.

La segunda lección ha sido operar con el mayor secretismo posible para que nadie encuentre la manera de obstruir la agenda de Trump.

La protección en torno a las órdenes ejecutivas es especialmente notable. Una administración entrante suele enviarle los borradores a la Oficina de Asesoría Jurídica del Departamento de Justicia, donde un abogado de carrera —aislado de los designados políticos de la administración saliente— revisa su forma y legalidad y sugiere mejoras. Se dice que, en general, la primera transición de Trump siguió esa práctica.

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Pero Miller decidió encomendarle a un equipo de abogados ajenos al Departamento de Justicia la revisión de las órdenes, según dijo una persona enterada de la situación, una señal de la desconfianza general que los ayudantes de Trump le tienen al Departamento de Justicia, que inició tres investigaciones de abogados especiales sobre Trump y presentó acusaciones formales en dos ocasiones.

La última vez que Miller participó en una transición de Trump, tras la sorpresiva victoria de 2016, estaba en un nivel bastante abajo en la estructura de poder de Washington. Se había convertido en una ligera celebridad de la derecha en 2006 por defender a un grupo de jugadores de lacrosse de la Universidad de Duke que habían sido acusados —falsamente, según se supo más tarde— de violación. Pero era más conocido entre los iniciados como el empleado inexperto de Sessions en el Congreso. Gran parte de la clase dirigente de Washington veía a Miller como racista e irritante y se burlaba de sus declaraciones exageradas y sus corbatas delgadas. Se había unido a la campaña de Trump a tiempo parcial a finales de 2015 y a tiempo completo a principios de 2016; era uno de los pocos ayudantes originales de un equipo pequeño.

Miller ha dedicado gran parte de los últimos cuatro años a averiguar cómo ejercer presión desde fuera del gobierno para ayudar a poner en acción la agenda de Trump.

Menos de un mes después de que Trump dejara el cargo, fundó America First Legal Foundation, un “bufete de abogados de interés público” sin ánimo de lucro. Miller, que no es abogado, presentó el grupo como una respuesta conservadora a la Unión Estadoundense por las Libertades Civiles, que ayudaría a los ciudadanos ordinarios a luchar contra el Estado intervencionista o las grandes empresas tecnológicas.

Su grupo se convirtió rápidamente en una potencia de recaudación de fondos y consiguió 44 millones de dólares en 2022.

El grupo de Miller utilizó parte de ese dinero en trabajo jurídico. Presentó más de 100 demandas, informes jurídicos y otras acciones, y ayudó a bloquear un plan de la administración de Biden para ofrecerles alivio de la deuda a agricultores negros, que según el grupo de Miller era discriminatorio.

Pero gastó mucho más en publicidad: 32 millones de dólares, casi el 70 por ciento de su gasto total. Algunos de esos anuncios parecían diseñados para perjudicar a los demócratas en el periodo previo a las elecciones. En 2022, por ejemplo, el grupo pagó anuncios para estados indecisos que acusaban al gobierno de Biden de “intolerancia antiblanca”.

Ahora que Trump vuelve a la Casa Blanca, America First Legal Foundation quiere actuar como perro de presa del gobierno de Trump. En diciembre, el grupo les envió cartas a 249 funcionarios municipales y estatales de jurisdicciones “santuario” que han dicho que no cooperarán con las autoridades federales de inmigración para ayudarles a detener inmigrantes. Si estos funcionarios no participan en las medidas represivas de Trump, afirmó el grupo de Miller, podría considerarse que los funcionarios locales “acogen” ilegalmente a inmigrantes que viven en el país sin permiso legal.

Algunos expertos señalaron que sería difícil para el grupo demandar realmente a los funcionarios locales, pero, como antes, el grupo de Miller prepara una campaña fuera de los tribunales. Presentó solicitudes de registros públicos en 17 estados y ciudades en busca de pruebas de que se estaban preparando para desafiar la represión de Trump. Además, creó un sitio web llamado “Sanctuary Strongholds” (bastiones del santuario), diseñado para dirigir presión pública contra funcionarios estatales y locales.

Para algunos de esos esfuerzos externos, será clave una de las relaciones que Miller ha establecido años recientes. Miller encontró una causa común con Musk, que había empezado a describir a los inmigrantes que vivían en el país sin permiso legal como una amenaza para la civilización occidental.

Miller empezó a asesorar a Musk en el tema de sus donaciones políticas, que en aquel momento eran un secreto muy bien guardado, según dos personas con conocimiento del asunto. Una organización sin ánimo de lucro llamada Citizens for Sanity (ciudadanos por la cordura), que según los registros fiscales tiene vínculos estrechos con el grupo de Miller, recaudó 94 millones de dólares en 2022 y pagó anuncios que atacaban las políticas de los demócratas en relación con los jóvenes transexuales. El Wall Street Journal informó de que 50 millones de dólares de las donaciones entregadas a Citizens for Sanity ese año procedían de un grupo externo al que Musk le había hecho donaciones.

c.2025 The New York Times Company

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