Los temerarios juegos de Sergio Berni para las necesidades políticas de Cristina Kirchner

Sergio Berni siempre supo estar donde Cristina Kirchner necesitaba. Estuvo en el departamento de Alberto Nisman tras la muerte del fiscal, donde reportó detalles a la entonces presidenta, incluso antes de que llegaran los funcionarios judiciales. Se encargó como Secretario de Seguridad nacional de transmitir las órdenes de Cristina Kirchner a la Policía Federal. Sobre todo, aquellas que debían estar fuera de la luz pública. Y como ministro bonaerense escenificó teatralmente frente a las cámaras de televisión mensajes contra el gobierno de Alberto Fernández.

"Yo hablo con la jefa", replica cuando el peronismo le insinuó un reproche. Ayer, en el levantamiento policial más grave que se recuerde en la provincia de Buenos Aires, Berni estuvo sugestivamente lejos de las cámaras. Y dejó de ser visto justamente cuando la protesta de los efectivos que tiene a su cargo se encaminaba a servir como excusa para cumplir con el último objetivo político de Cristina Kirchner: destruir la alianza entre Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta y quitarle recursos a la Ciudad de Buenos Aires para transferirlos al Conurbano, fuente principal de votos de la vicepresidenta. El conflicto era funcional a los objetivos políticos.

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Berni reapareció hoy para mostrarse en la conferencia de prensa junto al gobernador Axel Kicillof. Se lo vio exultante, se saludó con los puños con el gobernador tras la conferencia de prensa. No explicaron el motivo del festejo.

La protesta de la policía bonaerense tuvo el miércoles una particularidad. Uno de los principales focos de reunión fue la quinta presidencial de Olivos. Extraño punto de encuentro para empleados provinciales. No es precisamente ahí donde se pagan los sueldos bonaerenses. ¿Quién les sugirió a los policías que fueran a la quinta presidencial? La presión de la protesta fue reconducida en dos días desde el Conurbano hacia Alberto Fernández. Era quien finalmente debía poner la firma en la quita de recursos de la Ciudad que pedía Cristina Kirchner.

Si la protesta policial fue realmente un estallido de imprevisión, producto de la falta de conducción política de la fuerza, el ministro de Seguridad bonaerense debería irse. No hay prueba más insoslayable de incapacidad de liderazgo. Pero si Berni permanece en el cargo, la conclusión es que su jefa política premia su desempeño. ¿Cuál es el triunfo político que lo condecora? Hoy, tras anunciar el aumento de los sueldos policiales, al primero que fue a felicitar Kicillof tras la conferencia fue a Berni. No pareció un reproche, precisamente. Todo lo contrario, más bien una celebración.

El alzamiento frente a la quinta presidencial fue de una enorme gravedad institucional. Resultó saludable que el repudio unificara tanto a las principales figuras del oficialismo como de la oposición. Pero Cristina Kirchner no dijo nada. Su último tuit es de hace cinco días atrás para celebrar un mensaje de Leopoldo Moreau contra los camaristas Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi.

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La gravedad de la asonada en abierto desafío a la autoridad presidencial motivó que figuras de Juntos por el Cambio, como los intendentes Jorge Macri, Néstor Grindetti y Diego Valenzuela, aceptaran la invitación para asistir a Olivos. Un reflejo democrático, que encuentra su principal referente histórico en 1987, cuando el peronista Antonio Cafiero acompañó al entonces presidente Raúl Alfonsín desde el balcón de la Casa Rosada, en un gesto de solidaridad política frente al levantamiento de los militares carapintadas.

Sergio Berni desapareció sugestivamente cuando la presión de los policías que debía conducir enfocaron su presión hacia Alberto Fernández
Fuente: Archivo

Por supuesto, Alfonsín no anunció frente a Cafiero que iba a satisfacer los reclamos uniformados quitándole fondos a la provincia de Buenos Aires ,que poco después gobernaría el dirigente peronista. Aquel tipo de ardides quedaban fuera de la creencia que compartían Alfonsín y Cafiero sobre la necesidad de un sistema de convivencia entre partidos.

Los intendentes de Juntos por el Cambio que asistieron a la Casa Rosada entendieron el miércoles que una cosa es manifestar admiración por Alfonsín, como repite Alberto Fernández, y otra muy diferente es imitarlo. Se dieron cuenta tarde. Posiblemente lo terminaron por comprender mientras la daga de la quita de recursos al principal distrito opositor se hundía lentamente por la espalda.