Qué necesitamos para poder capturar energía solar desde el espacio

Concepto de satélite energético solar en sandwich diseñado por la NASA. (Crédito imagen Wikipedia).
Concepto de satélite energético solar en sandwich diseñado por la NASA. (Crédito imagen Wikipedia).

Cuando se habla del futuro energético de la Tierra, casi siempre acaba por aparecer un viejo adagio defendido por transhumanistas como Ray Kurzweil y por todos los que contemplan los avances de la tecnología con optimismo. “El sol jamás se pone en el espacio”, repiten como un mantra. Mientras que aquí abajo en la Tierra, nuestros paneles solares deben enfrentarse a diario a un número limitado de horas productivas, o al siempre cambiante clima que reduce su rendimiento, en el espacio el flujo energético que nuestra estrella madre nos entrega es siempre constante, infinito.

En base a esta verdad inmutable, llevamos años oyendo hablar de planes pantagruélicos implicando enormes instalaciones espaciales que capturarían la energía solar y la transformarían a pulsos de microondas, para más tarde entregarla a las antenas receptoras en la superficie terrestre. En realidad debería decir que llevamos más de un siglo dándole vueltas a la idea, porque el gran Nikola Tesla ya fantaseó con este planteamiento a finales del siglo XIX.

Sea como sea, todos esos planteamientos apenas servían para crear unas cuantas imágenes renderizadas atrayentes. Pasar de los dibujos a los hechos se topaba siempre con el muro de la economía. Los costos para poner un kilo de carga útil en órbita eran tan astronómicos como los impedimentos técnicos que había que esquivar. Necesitábamos algo que aún no teníamos, algo que debía cambiar por completo las reglas del juego.

Y entonces llegó la conciencia ecologista planetaria, la urgencia por descarbonizar y avances tecnológicos que solo podíamos soñar, de la mano de un puñado de pioneros multimillonarios que habían crecido viendo robots y naves interestelares en la televisión o el cine, y que contemplaban el espacio como el siguiente paso natural en la incesante expansión del hombre. Gracias a las ingentes inversiones en I+D de algunos de esas mentes preclaras, la conquista del espacio ahora parece ahora más posible que nunca. Si no lo tienes claro mira hacia arriba esta noche, es posible que veas una secuencia de luces tintineantes avanzando en hilera, el sistema de comunicación en banda ancha se llama Starlink y en cuestión de un lustro contará con toda una constelación de 40.000 satélites. No hay mejor ejemplo de la llegada al espacio de ideas clásicas del capitalismo, como la fabricación en serie, o del abaratamiento de los lanzamientos orbitales producido por los avances en reutilización de cohetes.

Estos avances han hecho posible que algunos comiencen a vislumbrar la llegada de la era de la astroelectricidad, término acuñado por James M. Snead, presidente del Instituto Spacefaring. En un mundo que necesita urgentemente pasar la página de los combustibles fósiles, Snead imagina que el 80% de la energía consumida por el mundo en 2100 llegará desde el espacio, dejando el 20% restante a cargo de las renovables o la nuclear. Tal y como ahora el ejército estadounidense actúa como policía en el Golfo Pérsico, para asegurar el tráfico de crudo, es probable que las instalaciones de trasvase energético espacio-Tierra sean los puntos calientes que haya que vigilar a finales de este siglo. Cualquier punto próximo al ecuador sería interesante para ubicar un espaciopuerto desde el que lanzar hardware a la órbita. ¿Veremos a España negociar con su ex colonia Guinea Ecuatorial una cesión de terreno en la Isla Corisco con este fin? ¿Seguirá Europa prosperando bajo el paraguas de seguridad estadounidense o se emancipará a efectos espaciales?

Una cosa está clara, para poder capturar energía solar desde el espacio se necesita algo que de momento solo vemos al otro lado del Atlántico, una apuesta de las empresas europeas por eso que Snead llama “astrologística”. La importancia que este campo tendrá en el futuro es tan innegable, que de un tiempo a esta parte incluso hemos oído hablar de logros realizados por la agencia espacial saudí. Si las barbas de tu vecino ves pelar…

Los estadounidenses ya lo han entendido, y creen posible replicar en el espacio el modelo que en su día aplicaron para crear las máquinas e infraestructuras que les permitieron dominar el transporte de carga por vía aérea a nivel mundial durante décadas.

Concepción artística de la nave no tripulada X-37B spacecraft en órbita, mostrando su carga útil y paneles solares
Concepción artística de la nave no tripulada X-37B spacecraft en órbita, mostrando su carga útil y paneles solares.

¿Pero se está haciendo ahora mismo algo que permita soñar con un futuro planeta astroelectrificado? Buenos, en 2020 Boeing probó una especie de cruce entre un dron y una lanzadera espacial llamado X-37B, que llevaba a bordo una antena experimental de radiofrecuencia fotovoltaica llamada PRAM-FX, diseñada por el Laboratorio de Investigación Naval (NRL, entidad dependiente del ejército estadounidense). La intención del experimento era simplemente comprobar la eficiencia transformando la energía solar en energía de microondas de radiofrecuencia.

Los resultados por lo que puedo leer fueron muy satisfactorios, según los ingenieros del NRL. Es cierto, el experimento no incluía nada que permitiera enviar luego esas microondas hacia la Tierra, pero sin duda es un paso en la dirección correcta.

Tardaremos más o menos, pero no me cabe duda de que finalmente ese sol que siempre brilla ahí fuera, en el espacio, terminará encontrando su hueco en ese futuro mix con el que la humanidad debe aprender a vivir de forma limpia y sostenible. Ojalá no volvamos a quedarnos atrás, la oportunidad que se abre es fascinante.

Me enteré leyendo Space.com

Vídeo | La capa de luz verde que rodea a la Tierra vista desde el espacio

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