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Socorro, 5º año: éxito, presiones y levantamiento del programa para jóvenes más polémico de la televisión

¿Un programa para adolescentes protagonizado por desconocidos en el horario central? La jugada de Alejandro Romay fue arriesgada. Casi tan arriesgada como los temas que abordaría el ciclo: plantas de marihuana en el colegio; una chica embarazada que evalúa la posibilidad de abortar; las condiciones y elecciones sexuales, primeras, segundas y terceras veces; profundas y acaloradas discusiones políticas; diálogos que no escatimaban insultos -esos que se usan en la vida cotidiana- y docentes, directores, padres y encargados tan ausentes como perdidos. Socorro, 5º año se anunciaba como un cóctel explosivo y terminó estallando, en más de un sentido.

Corría 1989. Todavía faltaba tiempo para que comenzara el reinado de las comedias blancas de Telefe. En aquel momento, un hombre con estilo único y descontracturado era el hacedor de éxitos: Rodolfo Ledo. Ese año, el autor, director y productor había conquistado al público con éxitos como De carne somos, Vínculos y Los otros y nosotros, la telecomedia protagonizada por Silvia Montanari y Rodolfo Bebán. Los tres programas formaban parte de la pantalla de Canal 13 y eran, sin dudas, el principal dolor de cabeza de Alejandro Romay, el dueño del rating desde el comienzo de la democracia hasta ese momento.

De aquí para allá

Un año después, en marzo de 1990, Ledo y Romay sellarían una alianza tan exitosa como difícil, con el desembarco de Socorro, 5º año y de la comedia de Bebán y Montanari en la pantalla del 9. Sin embargo, aunque el polémico programa quedaría siempre asociado al canal de la palomita, se gestó muy lejos de allí. En 1989, al tiempo de asumir la presidencia, Carlos Menem decidió privatizar tres de los cuatro canales que aún estaban intervenidos por el Estado: el 11, el 13 y el 2. "Entonces, aparece la gente de Clarín en Canal 13 y comunican que todos pasábamos a cobrar la mitad. No hice problema, pero un actor inmenso como Rodolfo Bebán se negó, y no fue por la plata sino por principios. De esa manera me quedaba sin un actor fundamental para continuar con Los otros y nosotros", explica Ledo a LA NACION.

Tras una infructuosa negociación con el canal, Ledo se puso firme: "Me salió el carácter de mi padre y les respondí que si no seguía Los otros y nosotros entonces no seguía ninguno. Saludé y me fui".

Con los tres éxitos sin pantalla, Silvia Montanari le consiguió entrevista con Héctor Ricardo García, exdueño del Canal 2, quien en ese momento estaba deseoso y convencido de que le devolverían la frecuencia. "Armamos la productora con Silvia y continué grabando Los otros y nosotros, con Bebán incluido. Y se me ocurre hacer algo nuevo y distinto como fue Socorro, 5º año. Héctor me preguntaba quiénes iban a ser los protagonistas y yo le respondía que nadie. Y él volvía a preguntarme, hasta que finalmente, palabras casi textuales me dijo: 'Bueno, vos tenés rating, dale'. Entonces, los primeros capítulos se graban en Estrellas del grupo Crónica", explica el realizador.

"Cuando a Héctor no le dan el Canal 2, su gerente sale a vender los capítulos de Socorro... Todos se niegan a comprarlo, menos Romay, a quien le encantó. Alejandro era un deportista de la televisión. Le encantaba que se armara lío con la prensa y que todos hablaran de sus programas. Estuvimos cuatro meses primeros en rating general", rememora Ledo, sobre el comienzo accidentado de un éxito que marcó a toda una generación.

La idea

Mucho antes de elegir a los protagonistas, a quiénes interpretarían a los profesores e incluso cuáles serían los conflictos que atravesarían la trama, Ledo tenía algo en claro: el escenario de la ficción debía ser una escuela pública. "Para hacer algo en televisión, siempre hay que mirar qué es lo que hay en la grilla y hacer lo que falta. En aquel momento pensé: 'Si voy a hacer un programa sobre los chicos de quinto año de una escuela, primero tiene que ser escuela pública y segundo, lo más cercano a la realidad'. Entonces, con asesoramiento de una psicóloga indagué cuáles eran los conflictos que se tenían a esa edad", explica Ledo.

"El embarazo adolescente, el porro, la relación con los padres, el comportamiento en la escuela, el debut sexual eran temas prioritarios. Si no, no lo hacía", asegura el director. Así, desde el primer capítulo, Ledo dejó en claro que su idea era mostrar, de la manera más fiel posible, los conflictos, las relaciones y las contradicciones de la primera generación, en mucho tiempo, que vivía su adolescencia en democracia. Una generación que hacía gala de su rebeldía frente a un entorno que no sabía muy bien cómo reaccionar frente a sus planteos.

"Desde Abel Santa Cruz con su Quinto Año Nacional que nunca más se había realizado otro ciclo similar. Entonces, ahí surgió la idea. Habían pasado muchísimos años entre uno y otro. Pero éste tenía que ser lo más cercano a la verdad y eso fue lo que entusiasmó a los actores, que sacaron lo mejor de sí mismos, y lo que logró que la gente se identificara", recuerda el autor.

El casting

Con la idea en mente y Plató Producciones ya armada, Ledo y Montanari se abocaron a la difícil tarea de encontrar a los actores que iban a darle vida a los protagonistas. "Lo hermoso fue realizar el casting e irlos eligiendo, y gracias a Dios no solo elegí buenos actores sino buenas personas que entendieron la libertad que les daba para jugar con el texto. Yo no podía escribir exactamente como ellos hablaban", reconoce Ledo.

"Fue un casting multitudinario. Se hizo en el canal de Crónica, en la calle Ayacucho. Teníamos que contar un chiste o un cuento y hacer una escena con una actriz. A mí me tocó con Laura Novoa", recuerda Gustavo Ferrari. "Me dieron una escena que estudié ahí mismo y al terminar de grabar la prueba de cámara, Silvia Montanari entró aplaudiendo al piso y me felicitó; esa fue la primera vez que la vi", recuerda Claudia Flores, emocionada.

Adriana Salonia tiene un recuerdo similar de aquel momento: "La fila era inmensa, daba vuelta y vuelta a la cuadra. El texto que teníamos todos era el mismo, teníamos que hablar sobre un hermano con discapacidad. Ledo se acercó a un grupo que estábamos por entrar a hacer el casting y nos dijo que si queríamos cambiar algo podíamos hacerlo. Y entonces, decidí cambiar todo. Dije: 'Bueno, voy a contar la historia de un hermano adicto', y la verdad es que desde el control empezaron a ver que el texto no coincidía para nada con el que se había planteado y prestaron atención".

"Cuando terminé vino Laura Novoa, que estaba en el control, y me preguntó cómo me llamaba. 'Adriana', le dije. '¿Adriana qué?'. 'Salonia', le respondí, y me dijo: 'Vos vas a quedar, acordate de lo que te digo'. Yo no sabía cómo tomarlo, estaba entre muy emocionada y extrañada, y aparte la conocía a Laura, porque ya venía trabajando", rememora la actriz.

La presencia de de Novoa a la hora de elegir al elenco no era casual. Laura fue la única que no realizó el casting. La actriz, que ya tenía una prometedora carrera en el teatro independiente y en el San Martín, venía de trabajar con Ledo en Los otros y nosotros y en Vínculos. Al igual que Flores, Walter Quiróz ya era una cara conocida para los adolescentes de la época: "Había estado en Clave de Sol. Hice el casting, y se generó una confusión. Recuerdo que, ahí, una señora me dijo : 'Vos decí que sos el hijo de Ignacio Quirós', algo que claramente no era cierto. Pero esa versión llegó a oídos de quien me tomaba la prueba y tuve que desmentirlo", recuerda, risueño.

El primer capítulo

Quienes esperaban encontrarse con las historias edulcoradas de siempre protagonizadas por adolescentes cándidos y con problemas de otros tiempos, cambiaron de canal en las primeras escenas. Esos nueve chicos de 5º año en nada se parecían a Diego y Julieta de Clave de Sol ni a Martín, Nico y Diana de Pelito. Y sus problemas, tampoco.

A los pocos minutos de comenzado el primer capítulo, los defensores de las buenas costumbres ya habían contabilizado una catarata interminable de insultos, pero lo "peor" vendría al final de ese primer episodio. Luego de haberse agredido verbalmente durante todo el día, Laura (Novoa) le propone a Mariana (Mariana Torres) arreglar sus diferencias a los golpes a la salida del colegio. Y allí llega la revelación. Mariana no acepta por una simple razón: está embarazada.

Si bien ese no fue el único eje central del ciclo, sí fue uno de los puntos por los que se erigió como el blanco preferido de las entidades que, en aquella época, velaban por la moral de los contenidos televisivos. "El problema" no solo radicaba en darle visibilidad al embarazo adolescente, sino en mostrar que aquella joven evaluaba la posibilidad de abortar.

Esa dosis extrema de realidad dividió las aguas. Para el segundo capítulo, todos los que sintonizaron su televisor en Canal 9 sabían lo que iban a encontrarse. Unos querían disfrutar de la trama. Otros, contabilizar más motivos para presionar al Estado y al canal. "Fue el primer programa en el que se habló del aborto. Eso que en esta época es arriesgado, imaginate lo que fue en ese momento. Realmente, Ledo fue un adelantado; es impresionante haber hablado del tema en la tele en ese momento. Yo era muy de izquierda, revolucionaria, de ir a las marchas, pero del aborto, ni sabía a los 18 años", explica Novoa.

"Era increíble la polémica que se despertó. La televisión era muy estructurada y formal, y en Socorro, 5º año se hablaba como en la vida real y se trataban conflictos que nunca habían sido tratados. Mostrar la realidad de los adolescentes de un modo más crudo fue el atractivo para el público y lo que activó una censura. Ahora, y a la distancia, resulta ridículo, pero fue una situación que se dio a los pocos años del regreso de la democracia y la libertad y los derechos estaban en construcción", suma Ferrari.

En rigor, a lo largo de la trama, Mariana tiene a su bebé, a pesar de que esa decisión la separa de sus padres y de Martín (Martín Gianola), el padre de la criatura y su compañero de colegio.

El que tiró la primera piedra fue el Comité Federal de Radiodifusión (COMFER), el organismo encargado de aplicar la Ley de Radiodifusión, que decidió presionar al canal para que Socorro... abandonara su horario de los martes a las 21 y pasara a emitirse luego de las 22. A esta iniciativa siguió la de un exjuez, que presentó una acción de amparo pidiendo el levantamiento del ciclo. También surgieron quejas de la Liga de Colegios Privados de la República Argentina y la Asociación de la Enseñanza Privada. El corolario fue una declaración de la entonces primera dama, Zulema Yoma, quien se mostró disgustada por cómo retrataba el programa a los adolescentes.

Los protagonistas

"¡Qué suerte tuve! Participé en tres de los pioneros dirigidos al público adolescente y ese público, que ahora tiene entre 45 y 55 años, todavía sigue parándome en la calle y mostrándome su cariño", cuenta Flores. La actriz era una de las únicas que ya contaba con una reconocida carrera en la televisión: había personificado a la charlatana y graciosa Diana en Pelito y a la cándida y sacrificada Juana, en Clave de sol. Sin embargo, este nuevo programa significaba para ella un nuevo desafío.

"Si bien sabíamos desde el principio que la temática iba a ser más actual, no sabíamos cuánto; nos íbamos enterando a medida que leíamos los libretos. Lo bueno era que nos identificábamos mucho con algunas historias, le poníamos mucho de nosotros mismos", recuerda ahora, en diálogo con LA NACION. Al igual que con el resto del elenco protagónico, su personaje tomó prestado su nombre real. Claudia era una chica rebelde, con las hormonas enardecidas, mucho maquillaje y un conflicto muy fuerte con su mamá (Alicia Aller), una mujer divorciada, que trabajaba todo el día y que no tenía ni tiempo ni fuerzas para lidiar con su hija. Si bien Claudia tuvo varios romances dentro de la trama, hubo uno que quedó en el recuerdo de gran parte del público: el que protagonizó con Claudio (Ivo Cutzarida), el coordinador del viaje de Bariloche que termina estafando a los chicos.

Salonia era Adriana, la más tranquila del grupo. Atacada a veces por ser "linda", por buena alumna y por tener una mirada algo conservadora sobre las "travesuras" de sus compañeros. Su personaje fue el que cargó el peso de transitar otro de los temas jamás tratados en una ficción para adolescentes: el debut sexual. "Recuerdo esa escena de la primera vez entre mi personaje y el de Walter; fue re lindo grabarla. También la de nuestro primer beso, que se hizo cámara en mano, con el técnico caminando alrededor nuestro, frente al río y con música de George Michael", rememora.

La más rebelde del grupo era Laura. Contestataria, ácida, algo violenta en el trato con los demás y protagonista de un romance clandestino con el profesor de literatura que, al descubrirse, termina en escándalo. Su relación con Fabián, el personaje interpretado por Fabián Vena, se convirtió en uno de los ejes de la historia: dos chicos que no pueden abrirse al otro y que a los golpes van transitando un noviazgo con poco espacio para la ternura. "Tenía una ideología muy cercana a la de mi personaje: militaba en el Partido Socialista. En un punto, se superponían la ficción y la realidad", explica Novoa.

Fabián era la contracara masculina de Laura. Ultrapolitizado, hosco, siempre a punto de estallar y sumamente orgulloso, el personaje de Vena fue uno de los más complejos de la tira. Su incapacidad para demostrar sus sentimientos y a la vez su ternura contenida -muchos televidentes recuerdan una escena en la que recitó poemas de Pablo Neruda y contó parte de la vida del poeta chileno- fueron encaradas con solvencia por el joven actor que el año siguiente sería convocado para protagonizar La banda del Golden Rocket.

El niño terrible del curso era "El Colo", interpretado por Pablo Iemma. Capaz de llevar una planta de marihuana y dejarla en el despacho de la directora, o de montar las bromas más crueles y disparatadas, Pablo se negaba a tomarse la vida en serio. Verónica Walfisch, en tanto, le daba vida a Verónica, "la gorda" del curso, muchas veces el blanco de las burlas de sus compañeros y otras la secuaz perfecta. Su personaje se enamoraba de Pepe (Fito Yanelli), el dueño del kiosco del colegio.

En un principio, el personaje de Mariana era secundario. De hecho, era la única del grupo que no pertenecía al mismo curso. Sin embargo, su embarazo, sus dudas, la decisión de tener a su bebé, su nueva vida en una habitación alquilada -que sus amigos ayudaron a pagar- y sus conflictos de mamá soltera adolescente la convirtieron en otra pieza fundamental .

Walter (Quiróz), a su vez, solía defender las ideas del gobierno de Carlos Menem en acaloradas discusiones con el personaje de Vena. Prolijo, aplicado y algo tímido, temía demostrar sus sentimientos hacia Adriana, con quien terminaría teniendo una tierna relación. Su mejor amigo era Gustavo (Ferrari), un chico al que le costaba mucho abrirse con sus compañeros; tanto, que durante gran parte de la historia muchos pensaban que estaba secretamente enamorado de Walter. La incógnita sobre su elección sexual se reveló luego, con la llegada al colegio de una nueva alumna, Virginia (Virginia Innocenti), que se convirtió en su interés amoroso.

Junto a Innocenti se incorporó al elenco Ricky (Ricardo Marín), quien ya venía de interpretar el mismo rol en Los otros y nosotros. La interacción entre los personajes de una y otra ficción de la misma productora y del mismo canal fueron moneda corriente.

El éxito

"La verdad, esperaba que pegara como pegó. Veníamos de programas mucho más naif, que eran más novelas: relaciones, noviecitos, enredos y malos entendidos. De ahí saltamos a mostrar cómo fuman porro en las escuelas y cómo una chica debía decidir si abortaba o era mamá.¡Guauuuuu! Y el lenguaje. ¿Quién decía 'boludo' en un programa dirigido a jóvenes? Muy pocos no pudieron evitar marearse, la mayoría seguimos siendo los mismos que cuando entramos, pero con más experiencia, porque supimos aprender de Alicia (Aller), Norman (Briski), Arturo (Maly), Márgara (Alonso), Lucrecia (Capello) y los demás adultos que fueron infinitamente pacientes y generoso", apunta Flores sobre el fenómeno instantáneo de Socorro, 5º Año.

Novoa coincide: "La convivencia fue muy generosa. Éramos un grupo de actores a los que nos preocupaba hacer un buen producto y sacarlo adelante. Había mucho de idelogía detrás, y de convencimiento; de sentir que estábamos haciendo algo que estaba bueno".

"Salió el primer capítulo y al día siguiente, literalmente, no podíamos caminar por la calle", agrega Salonia, que aclara que el éxito nunca los mareó: "Teníamos una linda relación entre todos. Con Mariana, por ejemplo, nos hicimos muy amigas; tanto, que vivimos juntas. Claudia, que ya era muy famosa, me enseñó dónde tenía que pararme para no tapar las cámaras; era muy generosa. Todos éramos muy abiertos, muy frescos, con muchas ganas de aprender y muy felices de la oportunidad que teníamos".

"No pensaba en el éxito, sólo quería trabajar como actor y ya me resultaba conflictivo hacerlo en televisión, mientras estudiaba actuación en lo de Alejandra Boero. En aquella época, para muchos del teatro independiente estaba mal visto hacer tele", confiesa Ferrari. "No creía ni creo que lo mejor de la vida esté en el éxito. Hace 20 años que produzco teatro comercial, y trabajo con youtubers e instagramers. A ellos les cuento que luego de no poder salir de un teatro por los fans en la puerta, al año estaba manejando un remis y llevando a la productora del nuevo éxito, La Banda del Golden Rocket, a Canal 13", reflexiona el actor.

En efecto, el programa tuvo su versión teatral durante las vacaciones de invierno, y resultó tan exitosa como el mismo programa. "Recuerdo que cuando salíamos, teníamos que ir con guardaespaldas porque había hordas de niños y adultos que gritaban como si fuéramos los Beatles. A mí, la exposición me dio miedo. Después pude releerlo como cariño, pero en ese momento te gritaban y te tiraban del pelo porque querían tocarte", señala Novoa.

"En ese momento iba a segundo año y las profesoras me recriminaban cómo mostrábamos a los docentes en el programa. 'Pero vos qué pensás, ¿estás de acuerdo?'", me preguntaban. Era tremendo, porque fue el primer programa que puso la lupa sobre la educación que recibían los chicos en las escuelas", revela Quiróz, sobre la contracara del suceso.

El proceso

Quizá Socorro, 5º año haya regalado las actuaciones menos acartonadas de la televisión argentina, pero detrás de cada diálogo, de cada gesto y cada tema abordado, había horas de trabajo. "Ledo tomaba mucho de lo que le decíamos. ¡Nos reuníamos en su casa quinta y de ahí tenía material para toda la semana! Estábamos asesorados también por una psicóloga que participaba en las reuniones del grupo. Era la hermana de Silvia Montanari, Marilyn", recuerda Claudia.

"Rodolfo y Silvia estaban siempre muy dispuestos a ver qué teníamos para ofrecer y para contar. Ellos querían que nuestros personajes no se percibieran como escritos por alguien que no era joven y que no sabía realmente qué era lo que nos pasaba. Y supongo que esto es lo que hizo que los chicos se sintieran más identificados", afirma Salonia.

"Parte del orgullo que daba hacer el programa era que éramos libres de proponer situaciones, diálogos, temas... Nos sentíamos parte integral de cada capítulo, y si bien había un libreto que era más como una guía a seguir, hubieron improvisaciones grabadas que eran simplemente geniales. Por eso, las cámaras muchas veces se dejaban grabando, se grababan hasta los ensayos... Además, pensar que esos temas daban pie a que se hablara en las casas en las que nos veían cada noche era genial", acota Flores.

Ferrari está de acuerdo: "Eran tiempos en los que los actores con la improvisación empezaban a aportarle a la ficción escrita televisada. Recuerdo al profesor de historia, representado por Norma Briski, que hablaba de una historia distinta a la que se daba en los colegios. Y también recuerdo a Lucrecia Capello como una directora de colegio anclada todavía en la época de los militares".

Novoa, a su vez, elige un ejemplo para graficar la libertad con la que trabajaban: "Ledo fue uno de los directores y autores más generosos con los que he trabajado, un gran buscador de talentos. Encontraba realmente en sus actores la semilla de lo que quería mostrar y nos daba una libertad creativa impresionante. Recuerdo que nos ponía, al menos a Fabián y a mí, hojas en blanco y escribía: 'Acá la actriz dice lo que quiere y lo que siente'. Nos hacía sentir a cada uno de nosotros muy protagonista de lo que estábamos actuando".

"La oportunidad de dejarnos expresar fue un gran acto de generosidad de parte de ellos. No es que nosotros teníamos el saber, es que Ledo y Silvia eran maestros y los maestros siempre están aprendiendo. Eso sucedía porque había un plan. Nosotros aprendimos quiénes éramos conociéndolo a Rodolfo, porque dándonos la posibilidad de hablar, nos dio también la posibilidad de escucharnos", agrega Quiróz.

Si la gran mayoría de los chicos eran hasta ese entonces perfectos desconocidos para el gran público, no pasaba lo mismo con el elenco adulto. A pesar de no contar con ninguna "estrella" de la tele, muchos de los actores que personificaban a los directivos y docentes contaban con una amplia y exitosa trayectoria en teatro que les permitía seguirle el juego a esos chicos deseosos de expresarse. Además de Capello y Briski, la plantilla de profesores la completaban Alonso, Maly, Pepe Novoa, Noemí Morelli, Susana Ortiz, Alfredo Iglesias, Humberto Serrano y Roberto Ibáñez.

Silvia, la madre de todos

"¡Ay, mi adorada Silvia! Era la mamá del grupo. Siempre podías recurrir a ella por cualquier tema, ponía la cara, nos defendía. En eso también tuve suerte: formamos un vínculo muy lindo que siguió aun después del levantamiento de Socorro, 5º año. Volvimos a coincidir años después en Gasoleros", rememora Flores, sobre el vínculo con Montanari, alguien a quien todos coinciden en señalar como una pieza fundamental del proyecto. "Se peleó con mucha gente pesada de ese entonces para que no hicieran el programa más 'soft'. Era muy tímida, al contrario de su aspecto avasallante, y sufría mucho esos recortes de escenas. Yo fui novia de su hijo Rodrigo y tuve la suerte de conocer en profundidad a ese enorme ser", explica.

"Fue ella la que me llamo por teléfono -¡al fijo de 6 dígitos!- y me confirmó que era uno de los protagonistas. Esa misma noche nos reunimos todos en su casa. Mi recuerdo de ella está signado por el agradecimiento", afirma Ferrari. Salonia también fue sorprendida por su llamado. "Yo vivía en una casa alquilada con dos chicos, teníamos el teléfono compartido con los vecinos de arriba del edificio y se ve que Silvia había llamado varias veces y no se podía conectar porque el vecino estaría ocupado, y cuando finalmente me pasaron la llamada, no podía creer que fuera ella", rememora. "Atendí, dije 'Hola' y escucho: 'Sí, ¿Adriana Salonia? Soy Silvia Montanari'. Estaba descompuesta, imagínate, quietita, petrificada con el teléfono en la oreja y me dice: 'Bueno, querida, ¡Qué difícil comunicarse con vos! ¿Qué pasa con el teléfono?'. Me dio mucha vergüenza decirle que era compartido, le dije no sé qué excusa y me dijo: 'Bueno, no importa, quería decirte que estoy muy feliz, que te llamo porque quería decírtelo en persona. Fuiste elegida'. Como ella era actriz, tenía este plus de amorosidad como productora que quizás uno no se encuentra fácilmente", apunta.

Silvia Montanari, una pieza fundamental del recordado ciclo televisivo

Evidentemente, los encuentros en la casa de Montanari eran moneda corriente. "En una de las primeras reuniones, Silvia nos invitó a todos a su casa a tomar el té. ¡Qué calidez de persona! Lo que más me gustaba de ella era su humildad, porque a pesar de estar atravesando un momento de mucho éxito cuando la conocí, ella también recordaba los momentos en los que no había sido así. Entonces te hablaba de todo, de los altos y bajos de esta profesión y de cómo ella siempre lo resolvía con humor", evoca Salonia.

El conflicto con el Zar

Así como el equipo funcionaba como bloque, arraigado en la sensación de estar haciendo lo que quería y como quería, los frentes externos se volvieron imparables. "Juicios en Tribunales que hablaban de inmoralidad, La Liga de Padres de San Vicente Paul, la prohibición en los colegios católicos de ver el programa", enumera Ledo. "Pero Socorro... se seguía viendo. Todas las mañanas atendía a 4 o 5 radios que me llamaban. Nada de esto molestó a Romay. ¿Qué fue lo que le molestó? Que Gustavo Yankelevich [por ese entonces gerente de programación de Telefe] lanzara en el mismo horario Amigos son los amigos que, de entrada, amenazó nuestro cómodo liderazgo", explica el realizador.

Entonces, Romay lo citó a una reunión para pedirle que convirtiera el programa en una comedia, algo a lo que Ledo se negó rotundamente. Pero el Zar no se quedó de brazos cruzados: "Por su cuenta, y citando a actores que estaban bajo contrato conmigo, grabó escenas y recompaginó el capítulo que iba al aire", asegura Ledo.

"Yo me enteré en mi casa mirando el capítulo. Y ahí, se armó. La reunión no fue buena y yo retiré el programa, ya que el título era mío. Lo gracioso es que cuando Gustavo se entera, me llama y me pregunta si llevaría el programa a Telefe. Le dije que sí, pero dos días más tarde me vuelve a llamar para disculparse porque el directorio no quería saber nada. Romay, muy enojado, me levantó tambien Los otros y nosotros y me realizó una denuncia judicial. Un par de años después, me llamó, me recibió como un rey y me preguntó qué tenía ganas de hacer. Ahí le recordé todo lo sucedido, entonces me pidió perdón; le eché en cara lo del juicio y me dijo: 'Ya te pedí perdón. ¿Nos ponemos a trabajar?'. Y ahí nació Sin condena", repasa el realizador.

El levantamiento

"Recuerdo una conferencia de prensa que dimos en el teatro Alfil, donde estábamos haciendo la versión teatral, ahí fue que anunciamos el fin del programa", señala Ferrari. "El levantamiento lo tomé claramente como una traición espantosa, pero también como un legado: el de haber mostrado una nueva televisión. Hicimos una temporada de teatro y después volvimos a hacer Socorro, pero ya con otras pautas. Ahí sí los más poderosos transaron en algunas cosas y se convirtió en un programa un poco más tradicional, dentro de lo no tradicional", rememora, a su vez, Novoa.

"Lo veíamos venir. Fue paulatino y sabíamos que Silvia y Rodolfo no iban a ceder la libertad de lo que querían contar... Es más, lo hablamos entre todos, actores y productores, y ninguno de nosotros quiso resignar la forma en que trabajábamos. Pero fue doloroso, porque nos encantaba hacer el programa", se lamenta Flores.

El levantamiento fue tan abrupto que las historias de los personajes no tuvieron un final. Una de las últimas escenas emitidas muestra al personaje de Novoa siendo trasladada en auto a un instituto de menores y al de Vena corriendo desconsolado detrás.

Ya sin Socorro... en su grilla, Romay decidió desempolvar el viejo programa de Abel Santa Cruz y poner al aire una nueva versión, que llevó como título Quinto año B, Turno Tarde. La idea del zar era conservar al público que había convertido a la creación de Ledo y Montanari en un éxito, mostrando lo que ocurría en el otro 5º año del mismo colegio, una división con alumnos tranquilos y educados. La jugada, claramente, no resultó como Romay esperaba y, tras la emisión de unos pocos capítulos, el nuevo ciclo quedó sepultado en el olvido.