La sociedad civil libanesa, en apoyo de los damnificados por la explosión

Beirut, 7 ago (EFE).- Organizaciones no gubernamentales locales y la sociedad civil libanesa, estructurada desde las protestas que comenzaron el pasado septiembre contra los dirigentes de un país que se ha ido hundiendo en la crisis económica en los últimos meses, se han convertido en pilar de la ayuda para miles de damnificados por la explosión en Beirut.

Las calles de la capital libanesa se han llenado de tiendas en las que ONG locales e internacionales o simplemente grupos organizados de ciudadanos distribuyen alimentos y agua a las entre 200.000 y 250.000 personas que se han quedado sin casa desde el pasado martes.

Ese día una enorme explosión en el puerto causó una onda expansiva que devastó viviendas y bienes materiales a su paso y que hasta el momento ha provocado 154 muertos, 5.000 heridos y un número indeterminado de desaparecidos.

Ahora, muchas de esas personas y de sus familiares reciben asistencia médica o psicológica de estas organizaciones y voluntarios, que también se coordinan para limpiar las calles de escombros y recuperar la ciudad.

La labor de la sociedad civil organizada está intentando paliar así las necesidades de una población que ya castigada por la pandemia de la COVID-19 y por una profunda crisis económica.

“Debería haber solidaridad entre nosotros. Aquellos que no han sido afectados tendrían que ayudar a los que lo necesitan”, afirma a Efe un miembro de Basmeh, una organización local que, tras haber prestado asistencia durante los últimos meses a libaneses afectados por la crisis, ha vuelto a movilizarse por lo ocurrido el martes.

La deflagración de cerca de 3.000 toneladas de nitrato de amonio, un compuesto químico que se usa en fertilizantes y en la industria, almacenadas en un depósito del puerto de Beirut ha dejado una ola de destrucción en un radio de varios kilómetros a la redonda.

Esta tragedia no ha hecho sino aumentar la desafección de la población libanesa hacia un sistema político basado en el reparto de cuotas de poder en función de las distintas confesiones del país y hacia el Gobierno.

Este hartazgo, exacerbado por la crisis económica, ya desencadenó en septiembre pasado una ola de protestas que provocó la dimisión del anterior primer ministro, Saad Hariri.

Por eso, tras la tragedia de Beirut, los libaneses no han esperado a la acción del Ejecutivo y han salido a la calle armados con escobas y palas para tratar de despejar las calles de los cristales rotos y de los escombros que dejó la gran deflagración.

La sociedad civil que se comenzó a organizar a raíz de las manifestaciones de septiembre también ha salido a apoyar a los perjudicados por la explosión.

“Esto es como un enjambre: está la tienda administrativa donde se distribuye comida, tenemos otra para la logística desde la que se va a limpiar y retirar cascotes de las calles y tenemos una tienda sanitaria con médicos y enfermeras”, relata una voluntaria.

“También tenemos médicos especializados en salud mental que trabajan sobre todo con los niños que han vivido un trauma con la explosión”, añade la mujer.

Mano a mano con los voluntarios locales, a Beirut también han llegado organizaciones internacionales que proporcionan refugio y todo tipo de asistencia a los afectados por la explosión.

“Hemos hecho una ronda por las viviendas que necesitaban algún tipo de ayuda para distribuir agua y víveres y tenemos un equipo médico en una clínica móvil que preparó nuestra gente en Catar”, indica Salah al Din Khalil, gerente de campo del centro de fisioterapia de Rahma en Trípoli.

“El jueves llegamos un grupo de veinticuatro personas y hoy van a venir más”, afirma.

Ana María Guzelian

(c) Agencia EFE