Sin luna de miel a la vista: ¿qué se puede esperar de la relación de EEUU y México tras el triunfo de López Obrador?

El abrumador triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales de México supone el principio de una transformación, que se ha prometido de gran calado, en la vida pública mexicana. El combate frontal a la corrupción, la impunidad, la inseguridad y la pobreza son las grandes prioridades y para encararlas López Obrador ha recibido un respaldo popular y una legitimidad sin precedentes en la historia reciente de México.

Pero además de los enormes y acuciantes retos internos, uno de los puntos críticos del gobierno de López Obrador (e incluso desde antes, en su calidad de presidente electo) será la relación de México con Estados Unidos, algo que nunca ha sido fácil ni simple y en lo que Washington históricamente ha tenido tanto periodos de hostilidad como de apertura, frecuentemente con una actitud impositiva incluso en tiempos de sintonía entre ambos gobiernos.

El candidato ganador de la elección presidencial de México, Andrés Manuel López Obrador, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (EFE y Reuters)
El candidato ganador de la elección presidencial de México, Andrés Manuel López Obrador, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (EFE y Reuters)

Y, se ha dicho, en décadas recientes los gobiernos mexicanos han claudicado con frecuencia ante las exigencias o intereses estadounidenses aunque, en paralelo, hayan también en ocasiones mantenido distancia o resistencia.

Personalidades paralelas o encontradas

Lo cierto es que las personalidades de Trump y López Obrador y el contexto sociopolítico en ambos países vuelven la situación actual bastante diferente. Con un grado de sintonía o de confrontación, de respeto o sumisión, mayor o menor, en el pasado las relaciones estuvieron mucho menos condicionadas a la individualidad de los mandatarios que lo que parecen estar hoy.

Así, mientras López Obrador ha exigido respeto y a la vez evocado la llamada Alianza para el Progreso como una vía para las relaciones entre México y Washington, Trump ha reiterado su retórica antiinmigrante y antimexicana (con la que debutó en su campaña electoral en 2015), señalado al lado mexicano de la frontera como fuente de males para EEUU, catalizado las deportaciones de indocumentados mexicanos, establecido aranceles al acero y al aluminio que México vende a Estados Unidos (a contrapelo incluso de muchos republicanos) y expresado su afán de reformar a conveniencia o repudiar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Ambos políticos se caracterizan, además, por tener la convicción de que ellos están llamados, cada uno a su modo y en su contexto, a transformar el destino de sus países. Pero esa pretensión no basta para propiciar una relación mejor y podría incluso crear cortocircuitos, algo en lo que Trump tiene antecedentes claros, como puede verse en su relación con Canadá y sus aliados europeos.

En muchos aspectos ambos se encuentran en las antípodas. Trump es un magnate acostumbrado al lujo y a ser servido, afanoso de los reflectores y que busca ponerlo todo en su órbita, incluso si eso implica saltos súbitos en sus posiciones.

López Obrador viene de orígenes humildes, ha trabajado desde la base y ha mantenido una coherencia en la defensa de las causas populares. Ambos han encarado también punzantes críticas ante las que, actualmente, Trump ha respondido con rispidez y ofensa y López Obrador con una actitud mesurada y no confrontacional. Trump se ha apoyado en la derecha radical y excluyente, mientras que López Obrador es un político de izquierdas que ha mostrado vocación conciliadora.

Esas circunstancias no les conceden necesariamente mayores posibilidades de éxito o fracaso en su tarea gubernativa, pero están ancladas en sus vidas y son parte de las razones y las formas con las que ellos, posiblemente, podrían interactuar.

El próximo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, habla ante medios de comunicación hoy, martes 3 de julio de 2018, en el Salón Tesorería de Palacio Nacional, en Ciudad de México (México). EFE
El próximo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, habla ante medios de comunicación hoy, martes 3 de julio de 2018, en el Salón Tesorería de Palacio Nacional, en Ciudad de México (México). EFE

Relación áspera pero estratégica

La relación méxico-estadounidense, con todo, es estratégica para ambos países y más allá de la retórica agreste, que es nociva, ciertamente necesitará una reconfiguración. Primero, por lo que se ha comentado, la comunicación entre la Casa Blanca de Trump y el gobierno mexicano se ha dado hasta ahora, en buena medida, a través de la relación entre Jared Kushner, yerno y asesor de Trump, y Luis Videgaray, secretario de Relaciones Exteriores de México y muy cercano al presidente Enrique Peña Nieto.

Ese canal ha comenzado a eclipsarse y se cerrará a partir del 1 de diciembre, cuando López Obrador asuma la presidencia, y aunque es muy pronto para establecer las peculiaridades de esa interlocución, presumiblemente incluirá un rol protagónico de ambos mandatarios, apoyados del lado mexicano en diplomáticos experimentados como Héctor Vasconcelos. La embajada de Estados Unidos en México, en cambio, está vacante y la selección del embajador será ciertamente una determinación clave de la actitud de Trump hacia el nuevo gobierno mexicano.

Por lo pronto, el secretario de Estado Mike Pompeo viajará el próximo 13 de julio a México y sostendrá un encuentro con López Obrador.

En ese sentido, parece imperativo que la Casa Blanca y el Departamento de Estado deben antes que nada ponderar el enorme respaldo popular que llevó al triunfo electoral de López Obrador y el agudo rechazo que en México (y en amplios estratos de EEUU) existe ante las acciones antiinmigrantes e intervencionistas del gobierno estadounidense. Y allí se encuentra una de las cuestiones clave: ¿aplacará Trump sus deportaciones y su cáustica retórica que ubica a México como una fuente de ‘males’ comerciales, migratorios y de seguridad aunque sean pilares de su plataforma y del respaldo que tiene ante sus bases?

En paralelo, es claro que López Obrador no va plegarse a las exigencias de Trump en asuntos como el muro fronterizo aunque sí ha abierto la puerta a un diálogo que propicie seguridad común, comercio justo y creación de empleos en México que mitiguen la migración hacia EEUU. En líneas generales podría decirse que ambos estarían de acuerdo con ello, aunque el diablo está en los detalles.

Además, por varias décadas se ha esperado en México y entre los mexicanos en Estados Unidos que el gobierno mexicano sea un factor para lograr una reforma migratoria integral y apoye de modo sustantivo a sus connacionales en tierras estadounidenses, que son pieza central de la economía mexicana gracias a sus remesas. Pero, en la realidad, es poco lo que el gobierno de México, sea quien sea quien lo presida, puede hacer hoy en la cuestión de las leyes migratorias estadounidenses (algo que ni la propia mayoría republicana en el Congreso ha sido capaz de consolidar) y si bien el apoyo del gobierno de México a los mexicanos en Estados Unidos se ha dado de modo importante a través de sus consulados, aún queda un hondo saldo al respecto que el gobierno de López Obrador tiene la posibilidad de balancear.

Hasta el momento, y todavía en etapa embrionaria, ha sido López Obrador quien ha dado, al menos en lo discursivo, muestras de una apertura para atemperar las tensiones actuales. Pero será, en gran medida, lo que Trump opte por hacer lo que definirá las relaciones bilaterales. Al menos, su comunicación comenzó de modo respetuoso, aunque eso no basta. En su tuit de felicitación a López Obrador dijo que “hay mucho por hacer que beneficiará tanto a Estados Unidos como México”, pero no ha sido claro en qué.

Mike Pompeo, secretario de Estado de EEUUm se reunirá en México el 13 de Julio con el candidato ganador de las elecciones presidenciales mexicanas, Andrés Manuel López Obrador. (Reuters)
Mike Pompeo, secretario de Estado de EEUUm se reunirá en México el 13 de Julio con el candidato ganador de las elecciones presidenciales mexicanas, Andrés Manuel López Obrador. (Reuters)

Gestos e indigestos

Trump gusta de fustigar la inseguridad en la frontera y es cierto que la violencia en México es severa y letal, pero convendría, por ejemplo, que a la par que el gobierno mexicano combate la corrupción y la impunidad que son factores de peso en fenómenos como el narcotráfico y el tráfico de personas, el de Estados Unidos frenara también el flujo sustantivo de armas que cruzan hacia México y dan notorio poder de fuego al crimen organizado e hiciera mucho más para reducir su consumo de drogas que, a fin de cuentas, alimenta gran parte de ese trágico ciclo.

Gestos más inmediatos también serían mitigar la embestida antiinmigrante y posponer la renegociación del TLCAN hasta que López Obrador haya asumido el gobierno, pero el ‘timing’ de Trump, que necesita abastecer a su base dura con miras a las elecciones intermedias estadounidenses de noviembre, y sus acciones y exigencias (como su escalada contra los indocumentados, los aranceles al acero y al aluminio o la insistencia en que el eventual nuevo TLCAN expire en cinco años) están a contracorriente de ello. En esos temas la dinámica de la política interna estadounidense y el accionar de Trump son los motores más poderosos y conflictivos, contra lo que poco puede hacer la diplomacia de otro país.

Contra ello en buena medida tendrá que remar López Obrador en su relación con Washington. López Obrador ha prometido propiciar que México dependa menos del extranjero en términos económicos y trabajar para crear empleos dignos que hagan que quien desee emigrar lo haga por gusto y no por necesidad, pero eso no significa que se cierre la puerta al comercio y la inversión desde el extranjero. López Obrador ha repudiado la depredación de corporaciones extranjeras en México, pero una buena relación con Estados Unidos le dará mejor margen de maniobra para lograr sus objetivos de desarrollo, siempre que en ello no se soslayen los intereses populares mexicanos.

En ese sentido, al menos en lo discursivo, hay cierta sintonía con el discurso de Trump (aunque también, por ejemplo, con el de Bernie Sanders): el TLCAN ha sido muy benéfico para las grandes corporaciones trasnacionales pero ha afectado a muchos sectores en ambos países que han sido desplazados de mercados y empleos.

La frontera entre México y Estados Unidos es una división dolorosa, pero ambos países y sociedades pueden lograr beneficios con una cooperación justa. (Reuters)
La frontera entre México y Estados Unidos es una división dolorosa, pero ambos países y sociedades pueden lograr beneficios con una cooperación justa. (Reuters)

Opciones y limitaciones

Y mientras Trump practica la confrontación de unos contra otros en una suerte de suma cero, López Obrador se ha abierto a un amplio espectro político en lo interno y planteado que se dé un trato justo y recíproco en lo externo. Ciertamente Trump, el presidente de la mayor potencia mundial, tiene la capacidad y el deseo de imponer presión sobre otros países, incluso contra sus propios aliados, mientras que López Obrador, en cambio, ha dicho que impulsará la doctrina exterior tradicional de México: libre determinación, no intervención y respeto entre las naciones.

En paralelo, una relación bilateral constructiva de Estados Unidos con México puede ser auspiciosa para las relaciones de Washington con América Latina, pues la diplomacia mexicana podría crear puentes para atemperar la crisis con Venezuela o Cuba y para ampliar el diálogo, por ejemplo, con los países de Centroamérica de donde provienen las familias migrantes que han sido detenidas y separadas en la frontera.

Todo esto, con todo, está en la liga de la especulación y las posibilidades. La relación entre México y Estados Unidos se encuentra en realidad en un momento muy bajo y aunque se logren mejorías es poco probable que lleguen a ser especialmente agraciadas. Trump en realidad no se ha caracterizado por construir muchas relaciones diplomáticas armoniosas y López Obrador, que tiene retos ingentes, ha planteado la cooperación respetuosa con Estados Unidos pero no está dispuesto a claudicaciones.

No habría que esperar lunas de miel en la diplomacia entre ellos. Aunque pueden lograr entendimientos, las relaciones continuarán tensas y difíciles.

Sigue a Jesús Del Toro en Twitter: @JesusDelToro