Investigan cómo unas semillas lograron sobrevivir 32.000 años enterradas bajo la tundra siberiana

Ejemplares de Silene stenophylla germinadas en viales de cristal a partir de semillas almacenadas durante 32.000 años. (Crédito imagen Universidad de Viena).
Ejemplares de Silene stenophylla germinadas en viales de cristal a partir de semillas almacenadas durante 32.000 años. (Crédito imagen Universidad de Viena).

Hace 32.000 años, unas semillas de una planta típica de Siberia nororiental, conocida como Silene stenophylla, fue enterrada en una especie de cápsula del tiempo perfecta. En 2012, un equipo de científicos rusos liderados por el profesor David Gilichinsky consiguió el increíble logro de traer a la vida plantas germinadas a partir de aquellas semillas sepultadas durante el pleistoceno tardío. Sin duda aquellos investigadores fueron los principales artífices del hallazgo, pero es de justicia recordar al primer protagonista de la larga secuencia temporal que lo inició todo: una ardilla de suelo ártica (Urocitellus parryii) que vivió durante la edad del hielo.

En efecto, este roedor también conocido como suslik ártico, suele escavar madrigueras profundas con cámaras del tamaño de un balón de fútbol. Primero recubre las paredes con hierbas secas, y luego con su propio pelaje. ¿Por qué la madriguera donde aparecieron las semillas estaba a 38 metros de profundidad bajo el suelo? (algo del todo inusual). Nadie lo sabe, pero sin duda aquella criatura coetánea de los mamuts y los rinocerontes lanudos, se merece el crédito debido por haber críopreservado magníficamente aquel tesoro botánico.

Ardilla de suelo ártica (o suslik ártico) <i>Spermophilus parryii</i> comiendo un hongo. (Imagen CC vista en wikipedia).
Ardilla de suelo ártica (o suslik ártico) Spermophilus parryii comiendo un hongo. (Imagen CC vista en wikipedia).

Y sí, la “resurrección” de la planta sucedió en 2012, como os contó entonces mi compañero José de Toledo, pero ahora vuelven a ser noticia por el trabajo de un equipo de investigadores austriacos, que está intentando mapear el genoma de esas plantas prehistóricas, que pese a algunas diferencias concretas en el tamaño de sus flores, por lo demás son muy similares a las que aún crecen a día de hoy en la tundra siberiana.

Tal y como explica la científica austríaca Margit Laimer (Universidad de Viena) la planta logró sobrevivir gracias una cadena de eventos muy afortunados. Primero, que probablemente fue almacenada cuando estaba seca, y segundo que se preservó lo bastante por debajo del suelo como para no verse expuesta a sucesivos episodios de congelación y descongelación.

El equipo de Laimer pretende encontrar en el genoma de esta línea de plantas “revivida” el secreto que les permitió sobrevivir durante tanto tiempo. Dado además que el permafrost está ahora derritiéndose, los científicos creen que habrá más oportunidades de acceder a nuevas semillas.

La idea es encontrar el truco de adaptación de algunas plantas a climas extremos (secos, húmedos, o cálidos) con la idea de aplicarlos luego a algunos de los cultivos primordiales para el ser humano. De lograrlo, sin duda se podría aumentar el rendimiento de las cosechas al tiempo que las ayudamos a protegerse del cambio climático.

El hallazgo de las semillas tuvo lugar en 2007, cuando un equipo de científicos rusos, húngaros y estadounidenses, investigaban antiguas madrigueras en busca de frutos o semillas que hubieran podido sobrevivir aisladas de los elementos, gracias a las técnicas de enterramiento de las ardillas de suelo árticas.

Cinco años después del descubrimiento, los científicos lograron extraer tejido de los frutos inmaduros y cultivar ejemplares de Silene stenophylla, las cuales florecieron y fueron fértiles, tal y como se publicó entonces en PNAS.

Me enteré leyendo: Skynews.

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