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Sergio Víctor Palma campeón mundial: a 40 años de un KO inolvidable

Sergio Víctor Palma, un gran campeón

El chaqueño Sergio Víctor Palma tiene 64 años y vive en Mar del Plata, cerca del faro y lejos del centro con Orieta, su compañera inseparable, sobrellevando lo mejor posible todos los contratiempos cerebrovasculares que litigaron -desde 2004- con su fuerza y sagacidad física. Atributos admirables que lo convirtieron, hace cuarenta años, en el primer campeón mundial argentino consagrado en los Estados Unidos.

Fue el 9 de agosto de 1980, en Spokane (USA), cuando bombardeó desde todos los ángulos a Leo Randolph, un pastor evangelista que había destronado al colombiano Ricardo Cardona, verdugo de su primera ilusión en 1979 en Barranquilla y campeón olímpico en Montreal 1976 al lado de Sugar Ray Leonard y los hermanos Spinks.

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Palma fue un boxeador renovador y cambiante. Comenzó como un lanzador de golpes directos ideales para su buen alcance de brazos. De esa manera batió al cordobés José Casas, en su debut en los miércoles de "Entre las Sogas" y de ese modo conquistó el cetro nacional ante Arnoldo Agüero, en su primer gran sábado de Luna Park. Sin embargo, Santos Zacarías, su maestro lo convirtió en un peleador feroz de corta distancia para los cotejos mundialistas.

Su combate de coronación debió terminar en el primer round ante dos tremendas caídas del campeón estadounidense, vapuleado en el asalto posterior. Recién a los 1m12" del quinto capítulo, ante los derechazos limpios de Palma, el árbitro sudafricano Stanley Christodoulou, declaró el KO. Randolph estaba agotado y jamás volvió a boxear en su vida . Las voces de Humberto Dátola por Teleonce y Hernán Santos Nicolini, desde los estudios de la vieja radio Belgrano, transmitían con bríos nacionalistas lo acaecido a pocos kilómetros de la Casa Blanca.

La gloria y la fiesta se conectaron en el acto. Un joven de 24 años y 44 peleas poseía la corona supergallo (AMB) de 55.338 kg.

Hoy todo es nostalgia. Todo le cuesta más. Aceptó esta realidad y nunca la ocultó. Jamás dejó de pensar en el futuro pese a las adversidades y al indeseable Parkinson que se metió en su cuerpo. Palma está ahí. Inquieto y expectante, tratando aún de publicar sus memorias o sus ideales revolucionarios de táctica y técnica. Pelea con lo que le queda.

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Nació en un campamento algodonero de La Tigra, Chaco, el primer día de 1956. Con los pujos valientes de Luisa, su madre, el oficio de parteros de su padre Felix y unos "changarines" baqueanos en el tema. Quiso volar y voló. Llegó a Capital, se ilustró, fue boxeador y campeón. Famoso y rico. Sostuvo que invertir la plata en cultura era potenciar la sabiduría y lo hizo. Aunque nunca cobró intereses. Fue "el joven argentino que todos deben conocer", según Editorial Atlántida y se convirtió en el ídolo del momento que debió escapar a las fotos con la milicia del poder. Declamó, cantó y actuó, seleccionado por las marcas japonesas para promocionar sus coches cero km. La política económica del ministro de los años ochentas, José Alfredo Martínez de Hoz, logró lo que ningún rival pudo: !Dejarlo en la lona!

Simple, de sonrisa fácil y amigo de la vida. Hecho, a imagen y semejanza de su técnico Santos Zacarías, un ex boxeador que compró un proyector "súper-8" con películas de Carlos Gardel y peleas de Joe Louis para inculcarle ese estilo determinante en su crecimiento de peleador puro. Según los viejos sabios como José Cardona, sólo Ricardo González y Alfredo Bunetta eran mejores que él en "in-fighting".

Hizo seis defensas mundialistas y todas fueron de alto voltaje. Al igual que Palito Ortega en su canción, Palma puso a su pueblo en el mapa. Compartimos una transmisión pugilística desde Villa Angela, en 2011, y en el trayecto por la ruta nacional 95, entre aserraderos y vendedores ambulantes, nos chocamos con su pago: La Tigra. Sugerimos construir un monumento en su honor a la vera del camino y el campeón, con su simpatía habitual, respondió: "Sería tapar con yeso y cemento la vista hermosa del bosque chaqueño"

¡Feliz aniversario, Sergio Palma!.