Separar a niños indocumentados de sus padres es una política cruel que tiene un impacto emocional devastador

“Impotencia, ira, tristeza, incertidumbre, desmayo”. Son las palabras y los sentimientos que una experimentada abogada pronuncia y siente ante el drama de los niños indocumentados que son separados de sus padres tras ser detenidos al cruzar la frontera.

El gobierno de Estados Unidos ha establecido esa cruel e inhumana política de separar a las familias indocumentadas que ingresan al país –incluso si lo hacen para pedir asilo de la violencia en sus lugares de origen– y de apartar a los hijos menores de edad de sus padres.

Para las familias afectadas, la separación es motivo de desolación y sufrimiento. Una tortura infligida en la misma tierra de posibilidad y esperanza a la que se esforzaron por llegar para huir del crimen y la miseria y en busca de una vida mejor.

Familias migrantes que cruzan la frontera están siendo separadas, los hijos menores apartados de sus padres, por la nueva política del gobierno federal de EEUU. (The Telegraph / Archivo Yahoo)
Familias migrantes que cruzan la frontera están siendo separadas, los hijos menores apartados de sus padres, por la nueva política del gobierno federal de EEUU. (The Telegraph / Archivo Yahoo)

Un punzante testimonio al respecto es el que aporta la abogada Katie Annand en Vox, quien con su despacho KIND’s defiende legalmente a niños migrantes y refugiados y los ayuda a obtener servicios básicos en Estados Unidos. Ella dice que describir que esos niños que han quedado solos “están aterrorizados y completamente devastados es una subestimación”. El sufrimiento al que esos menores han sido expuestos es mayúsculo, tanto en el momento de la separación de sus padres como en el tiempo posterior. Y probablemente las heridas físicas, psicológicas y emocionales les duren toda la vida.

Annad cuenta la historia de una niña de 7 años y su hermano de 12, que fueron separados de su madre en la frontera con México en septiembre de 2017. Ella fue detenida y a la postre deportada, y ellos fueron llevados a un albergue en Estados Unidos. La niña les contó que “lloró y suplicó por estar con su madre”. Meses después, cuenta Annand, la pequeña “aún estaba en shock”.

Y aunque ambos viven actualmente en Estados Unidos con un familiar distante, no han podido recuperarse. La niña dice que tiene problemas para ir a la escuela porque extraña mucho a su madre. Ambos menores “están aterrorizados de no volverla a ver”.

El impacto en los niños al ser separados de sus padres es mayúsculo y puede ser demoledor, incluso si se da solo por un periodo corto. Como se comenta en The Conversation, expertos en psiquiatría han hallado que niños separados de sus padres pueden desarrollar una amplia gama de padecimientos tanto físicos como mentales.

Entre los síntomas figuran “persistente miedo de que los padres sean secuestrados, preocupación de que un padre enferme y miedo a ir a la escuela”. También “dolor abdominal, náusea y otros síntomas físicos”. Y aunque se señala que es común que los niños pequeños experimenten algún tipo de ansiedad de separación de sus padres, cerca de un 5% de los niños y adolescentes, se indica en The Conversation, llegan a recurrir intervenciones terapéuticas.

Y ese porcentaje alude a los casos de ansiedad de separación en general. El severo trauma y la cadena de problemas que enfrentan los menores indocumentados separados de sus padres, que con frecuencia ya han acarreado además problemáticas previas, podría en ese sentido ahondar el porcentaje de ellos que, por la magnitud de su padecimiento, requieren y requerirán asistencia.

Annand cuenta en Vox otra historia que ilustra lo anterior dramáticamente. Un niño de 8 años, que fue separado de su abuela con quien había sido criado, fue llevado a un albergue mientras que su abuela fue deportada. Habían huido de la extorsión en El Salvador y el pequeño tenía “los ojos llenos de miedo”, atemorizado de los adultos en general y “sin saber si podría confiar en figuras de autoridad. Él casi no habló en su primer mes en Estados Unidos”.

La inmigrante hondureña Melida Patricio Castro muestra documentos sobre su hija a un agente de la Patrulla Fronteriza en Texas. (Getty Images)
La inmigrante hondureña Melida Patricio Castro muestra documentos sobre su hija a un agente de la Patrulla Fronteriza en Texas. (Getty Images)

Para colmo, los niños que son separados o que no tienen un adulto que los custodie muchas veces carecen de la información suficiente para la defensa de su caso en las cortes de inmigración, y por ello en ocasiones es más complicado darles protección.

Con todo, Annad confiesa que ella misma está descorazonada por su “inhabilidad para aliviar el sufrimiento al que ellos han sido forzados” y critica que la política del gobierno federal “criminalice a los padres que buscan seguridad para sus hijos”, pues gran cantidad de las familias inmigrantes que son detenidas en la frontera han huido de sus países para escapar de la violencia y el crimen, a veces literalmente para salvar la vida.

El derecho de todo país a establecer y aplicar sus leyes en materia de inmigración es indiscutible, pero también lo es que toda acción al respecto debe respetar los derechos humanos y las garantías fundamentales y no ser causa de crueldad y lesión.

E, inclusive, la vocera de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados indicó a The New York Times que la práctica de separar a los menores indocumentados de sus padres es una “arbitraria e ilegal interferencia en la vida familiar, y una seria violación de los derechos del niño”.

Y Annand concluye su testimonio con una severa sentencia: “cada día más niños les son arrebatados a sus padres. El impacto en los menores es para toda la vida y a menos que terminemos inmediatamente esta ruda política, la mancha sobre Estados Unidos será permanente”.

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