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Semana Santa en Sevilla tiene un color especial | Opinión

Esperaron por su Semana Santa casi 1,000 días paralizados por la pandemia, pero este 2022 los llamadores de cada Paso maravilloso con sus vírgenes ataviadas celestialmente volvieron a sonar de la mano de sus capataces y Sevilla volvió a vivir la Semana Santa de sus milenarias tradiciones que nos exportaron a la América que las adoptó con respeto.

Erizó la piel escuchar a los capataces dar la salida diciendo a sus hombres: “Que crujan las maderas, vamos p’arriba en honor a todos los nuestros que hoy ya no están aquí. Esto va por las víctimas del COVID, y por Ucrania y por nuestra fe”.

Los tambores, cornetas, clarinetes, oboes y fagots marcaron las notas entre incienso y nazarenos y los Pasos que parecían flotar entre las multitudes avanzando con las lágrimas de quienes tanto aguardaron por ellas.

Y ni el mal tiempo del Lunes y Martes Santos que cancelaron las procesiones de esos días desmoralizaron a los sevillanos que abarrotaron balcones y calles para vivir los restantes con el fervor de la espera que solo ellos tienen en cada paso de sus hermandades.

Ser costalero, los hombres que en sus hombros y cuello cargan por dentro cada anda o paso —como aquí les llaman— es uno de los honores de esos días. Verlos por las calles vestidos con el atuendo acolchonado que usan en cuello y cabeza para llevar materialmente a cuestas las casi dos toneladas que pesan sus imágenes es el distintivo de que son hombres dispuestos al mayor y más orgulloso sacrificio en aras de su fe.

Celestino Vidal, un nazareno del barrio de Triana que es miembro de tres hermandades nos enseñó con su generosidad cada parte de sus tres hábitos que son su ofrenda personal.

Y entre el delirio de aplausos y la música con ese sonido característico de las bandas de Semana Santa salieron La Borriquita con los niños vestidos de nazarenos que la acompañaban, abriendo el camino de todas las cofradías, de las casi 60 que durante toda la semana hicieron el maravilloso camino desde sus iglesias hasta la Plaza de la Campana que les marcará el camino más esperado: el que les llevaría de la Calle de Sierpes hasta la Plaza de San Francisco, entre los palcos al pie del Ayuntamiento que les rindieron pleitesía extasiados en su camino hasta la avenida Constitución y la entrada de la extraordinaria Catedral de Sevilla para hacer finalmente su estación de penitencia y salir por la Puerta de Palos que marcó el regreso a sus parroquias.

Fuimos testigos a través de Despierta América y la plataforma VIX en sus canales Noticias Univision24/7 y FE de cómo los sevillanos hoy día pueden exportar al mundo muchas cosas más de su Semana Santa: el respeto a las tradiciones sin importar si se es creyente o no.

Respeto al que bien se le podía tomar una foto porque en todos, absolutamente todos los balcones que tenían reuniones previas a cada Paso de las procesiones, quienes observaban desde ahí, lo hacían con la reverencia que aprendieron al nacer: nadie come ni bebe en un balcón y mucho menos fumar mientras se está esperando la llegada de la cofradía favorita.

Evaristo Cobos y Antonio Lebrero dos enamorados de su Sevilla fueron los maravillosos guías de la fe y del renacer de esta ciudad que de cero visitantes de pronto supo recibir a más de medio millón. Me quedo con el amor de los sevillanos por sus tradiciones. Me quedo con la Sevilla de las vírgenes maravillosas con los bordados en oro y sus rostros dolorosos que transmiten fe. Me quedo con la Macarena y con El Cachorro, me confieso enamorada de La Esperanza de Triana y del Cristo de los Gitanos.

Y me quedo con esa “Madrugá” en La Plaza de la Campana cuando la inmortal saeta de Serrat popularizada con la letra del poema de Machado sonó erizando pieles. Pido que Sevilla nos siga llevando al sitio de donde aprendimos a amar en América las Semanas Santas fervorosas. ¡Gracias Sevilla magnificente por enseñarnos a esperar!

Siga a María Antonieta Collins en Twitter e Instagram: @CollinsOficial. Correo: mariaantonietacollins@yahoo.com.