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En su sede de Lincoln Road, Oolite Arts presenta los nuevos artistas en residencia

Lo primero que le dije a Ema Ri fue que la pronunciación de su nombre en inglés me trajo a la mente MRI, el procedimiento médico de resonancia magnética que permite ver los cuerpos por dentro. Una manera, pensé, de identificarse como alguien dispuesto a usar las artes visuales para calar hondo. “That makes sense”, eso tiene sentido, me respondió entre risas antes de explicar que no, que Ema Ri es una simplificación de Emanuel Ribas, el nombre que le dieron sus padres cuando nació en Miami en 1988.

Ahora Ema Ri integra el grupo de los ocho nuevos ganadores de una residencia en Oolite Arts, la institución fundada en 1984 por Ellie Schneiderman bajo el nombre de Art Center / South Florida en pleno corazón de Miami Beach (924 Lincoln Road, entre las avenidas Michigan y Jefferson) y dirigida desde 2017 por Dennis Scholl. Como residente, va a disponer de un estudio y de financiación para hacer su obra, mostrarla al público y compartir su tiempo y sus proyectos con otros artistas.

“Cuando entré a buscar las llaves, todos me saludaron y me hicieron sentir muy especial; fue la primera vez en mi carrera que me sentí royal”, como si fuera miembro de una familia real, comentó Ema Ri.

De la serie ‘Wearable’, de Jen Clay.
De la serie ‘Wearable’, de Jen Clay.

Los siete restantes ganadores de la residencia este año son Rose Marie Cromwell, Carolina Cueva, Friday, Reginald O’Neal, Edison Peñafiel, Rev. Houston R. Cypress y Jean Sarmiento. Hay también un nuevo residente en artes cinematográficas, Greko Sklavounos, y seguirán trabajando allí los artistas visuales que regresan en su segundo año: Jen Clay, Yanira Collado, Mark Fleuridor, Felice Grodin, T. Elliot Mansa y Roscoè B. Thické III.

“El programa de residencias es como el ADN de Oolite Arts desde su fundación”, dice Scholl, su director. “Lo que ha cambiado es la cantidad de solicitudes que recibimos ahora. Este año teníamos ocho plazas disponibles y hubo cerca de 100 aspirantes. Lo que hacemos es convocar un jurado independiente formado por curadores de arte locales y de todo el país para que nos ayuden a hacer la selección”.

Que se involucren especialistas nacionales en el jurado termina cumpliendo una doble función para Oolite, observa.

Dennis Scholl es el director de Oolite Arts desde 2015.
Dennis Scholl es el director de Oolite Arts desde 2015.

“Esa mirada crítica de alguien que conoce lo que está pasando fuera de Miami nos libra del riesgo de encerrarnos y creer que lo sabemos todo y, a la vez, cuando esos jurados se van, invitan a los artistas de su preferencia a participar en exposiciones en otros lugares”, explica Scholl, que antes de dirigir Oolite fue vicepresidente de la Fundación Knight y como cineasta ha ganado 11 premios Emmy regionales con documentales sobre Frank Gehry y Wynton Marsalis, entre otros. Cita el caso del fotógrafo Thické, incluido en una muestra que ahora se presenta en Brooklyn porque uno de los jurados de hace dos años es el curador de aquella exposición. Sin contar que Oolite organiza visitas a los estudios de reconocidos curadores de todo el mundo “y eso es una de las cosas más importantes que hacemos”, enfatiza.

LAS PAREDES CUENTAN UNA HISTORIA

“Cada vez que iba a una casa, a una galería o a un museo, casi siempre me sorprendía prestando más atención a las paredes que a las personas”, confesó Ema Ri a propósito de la comparación de su nombre con el MRI clínico. Basta ver unas cuantas piezas suyas para entender por qué, aunque no se lo haya propuesto, su mirada penetra y desentraña formas y texturas inéditas en esas planchas de sheetrock que arman las paredes de cualquier inmueble.

“Las paredes conservan rastros de lo que ocurrió en esos espacios”, dice, “por eso me gusta la idea de que las paredes nos hablan, de que nos permiten asomarnos a las intimidades de la vida cotidiana y nos cuentan una historia”. Pone como ejemplo las siluetas de los muebles que quedan en una casa cuando alguien se muda. Le pregunto si está hablando entonces de readymades, la definición acuñada por Marcel Duchamp para referirse a cosas, huellas y espacios que no fueron concebidos como obras de arte, pero a la vista del artista lo son. “Exactamente’, contesta.

‘A Warm Illumination on the Horizon’, de Ema Ri.
‘A Warm Illumination on the Horizon’, de Ema Ri.

“Como me relaciono y me conecto con las paredes de esa manera, decidí usarlas para hablar de mi experiencia personal mediante un lenguaje abstracto”, explica Ema Ri; “todo esto parte del hecho de que yo dibujaba en fragmentos de sheetrock cuando iba a graduarme en New World School of the Arts”. Su tutor lo apoyaba ciento por ciento, recuerda, pero al resto de los profesores tuvo que convencerlos de que no solo estaba haciendo escultura, sino también dibujo y pintura.

Más que un esfuerzo por comunicar ideas coherentes, su trabajo cristaliza en códigos muy personales, muy subliminales, especialmente en las piezas más pequeñas, declara Ema Ri. Hijo de un padre homofóbico que tuvo que hacerse pasar por gay para que el régimen de La Habana le permitiera venir a Estados Unidos por el Mariel a muy temprana edad, según cuenta, creció en una familia “evangélica cristiana conservadora machista” y tuvo que aprender a ocultarse y a adaptarse para poder sobrevivir, porque desde temprano supo que era gay.

“Asumo todas mis complejidades y las vierto en mi trabajo con lenguajes que se me dan naturalmente, y creo que eso se hace más evidente en mis óleos, porque pinto con las manos”, añade. Le interesa más transmitir emociones que ideas, “porque la emoción es lo que realmente resuena en la mayoría de la gente y toca zonas del alma”, manifiesta. “Mi desafío como artista es cómo recrear esas emociones usando materiales en vez de audio, en vez de sonidos”.

Mientras redactaba este artículo llegó una buena noticia: su obra “Queer Hybridity” fue adquirida por el urbanizador Jorge M. Pérez para incorporarla a una muestra colectiva que va a presentar entre verano y otoño en su galería de arte contemporáneo El Espacio 23.

UN SEGUNDO AÑO EN RESIDENCIA

“Muchos de mis amigos me presentan más como ‘la que hace monstruos’ que como la artista”, dice Jen Clay cuando le pregunto cómo se presentaría ella misma. “Creo estas formas ambiguas con las que trato de darle a la gente una experiencia agradable sobre la incertidumbre”, responde. “Personalmente, para mí, una buena parte de mi trabajo son ‘avatares’, personajes de trastornos mentales que tienen un final abierto”.

Clay forma parte del grupo que ya había ganado residencias en Oolite Arts y ahora regresa a iniciar su segundo año. “Trabajo para ese público que probablemente nunca haya estado en un museo de arte; trato de mostrar las cosas que me intimidan corporeizando el miedo y la ansiedad como algo físico que no atemoriza”, añade. “Quiero que estos personajes sean juguetones y que la gente se relacione con ellos; que los toquen, pues despiertan la tentación de tocarlos”.

Otro ‘monstruo’ de la serie ‘Wearable’, de Jen Clay.
Otro ‘monstruo’ de la serie ‘Wearable’, de Jen Clay.

Hace disfraces y muñecos porque cuestan menos que esculturas y personajes animados por motores, “porque yo quería que se movieran”, subraya Clay. Luego vinieron las animaciones y empezó a combinarlos. A la pregunta de si conoce películas del cineasta mexicano Guillermo del Toro como “El Laberinto del Fauno” responde inmediatamente que sí, y que de hecho las ha visto casi todas.

Para ella, Oolite Arts es como el centro del panorama artístico en Miami. “He conocido tantos artistas, nos hemos hecho amigos y nos apoyamos mutuamente, hasta el punto de que eso sustenta mi arte incluso cuando estoy fuera de allí”, asegura. “He hecho todo un nuevo cuerpo de mi trabajo muy diferente a mis piezas anteriores, como si Oolite me animara a tener más coraje; es un lugar generoso e inclusivo, bueno para ir a experimentar, para ir más lejos en tu carrera”.

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