Sebastián Mocorrea: “En economía del conocimiento somos un mal alumno”

Sebastián Mocorrea
Sebastián Mocorrea

La Economía del Conocimiento es el tercer sector exportador de la Argentina; generó divisas por US$6.500 millones en el 2021 y prevé superar los US$7000 millones este año. Se trata de un área estratégica para el crecimiento del país que impulsa el desarrollo federal a través de la inversión en innovación y en tecnología.

Las empresas del sector están preocupadas porque, con una demanda internacional que se mantiene alta, en la Argentina hay una descapitalización de recursos humanos. Son muchos los más formados que emigran sea de manera física o virtual. Sebastián Mocorrea, presidente de Argencon, entidad que nuclea a prestadoras de servicios de todos los verticales de la Economía del conocimiento, admite que el de la escasez de talentos es una de las mayores preocupaciones.

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El faltante de profesionales en la industria rondaría las 20.000 personas y hay cargos para los que las ofertas de remuneración rondan los $400.000. Los perfiles senior y los más formados son los que se volcaron a trabajar para el exterior durante la pandemia para maximizar ingresos aprovechando la brecha cambiaria.

Todas las empresas admiten que la velocidad de rotación que se ha incrementado en el último año, hay un mercado “recalentado” y con mucha competencia por parte de las compañías del exterior.

Mocorrea plantea, además, otro aspecto clave. El share de las exportaciones argentinas en el total mundial cayó de 0,44% en 2010, a 0,22% en junio de 2021. En comparaciones mundiales, el crecimiento en ese período fue del 14%, menos -por ejemplo- que Uruguay. “La situación económica es compleja; este es un sector que no necesita de ayuda estatal para generar empleo, que no tiene problemas de demanda pero hay que ver lo que se está perdiendo la Argentina”.

“La Argentina, mirando el panorama internacional, no es ni siquiera un alumno mediocre, es un mal alumno y esa es la perspectiva que no hay que perder”, define.

El ejecutivo preside Argencon desde el 2020, hasta entonces y desde 2016 fue vicepresidente Ejecutivo de Asuntos Corporativos, Marketing y Comunicaciones de YPF y antes había estado 17 años en IBM donde completó su carrera como vicepresidente de Asuntos Públicos y Regulatorios para IBM Europa (Bruselas).

-¿Cuál es hoy la foto del sector de la Economía del Conocimiento en la Argentina?

-Diría que es una imagen agridulce. Por un lado, es un sector vigoroso; después de varios trimestres de exportaciones estancadas, se empezó a ver movimiento más por precio que por volumen. La Argentina no decreció. Pero respecto de lo que la Argentina podría ser, estamos muy abajo. La comparación la hacemos, por ejemplo, con Polonia, país similar por población y egresados universitarios, y está en U$S33.000 millones de exportaciones. Los costos son crecientes y la brecha cambiaria impulsa la fuga de talentos sea virtual o física y plantea un problema muy grave al sector. La brecha, como en todos los sectores de la economía, es un inconveniente, pero en este sector el desacople es fatal.

-¿Por qué?

-El sector debe estar acoplado al mundo, si lo desacoplas, las distorsiones son muy grandes. El efecto combinado entre costos crecientes y la brecha cambiaria es muy fuerte, tanto en tecnología como en servicios profesionales, que representan 70% de nuestras exportaciones. Son los dos principales problemas que hay en la actualidad y que embarran la cancha.

-¿Demanda existe, cómo se comporta?

-En las reuniones con empresarios del sector es habitual escuchar que la demanda es infinita. El país, si tuviera las condiciones y los profesionales, podría crecer fuertemente en su participación en el mercado mundial. El margen de crecimiento es grande y más enorme todavía en servicios profesionales. Si estuviéramos en un país que hubiera resuelto sus problemas macroeconómicos, el cuello de botella serían los recursos humanos disponibles y el inglés que debe ser absolutamente masivo. Después estaríamos peleando para nivelar la cancha con países que tienen políticas agresivas, proactivas, como Colombia. Hacia el futuro, siendo un país normal, esos serían los inconvenientes.

-¿Con quiénes competimos en la región, con todos?

-No, con todos no. Brasil, por ejemplo, consume en su propia economía; Chile tiene menos recursos humanos y el inglés no está tan desarrollado como en la Argentina, que tiene el mejor nivel de la región aunque eso no significa que no debamos seguir masificándolo. Uruguay es muy competitivo, tiene incentivos tributarios y políticas específicas. Está creciendo y el problema es que nos vaya drenando recursos humanos a nosotros. Colombia es, en la región, el más competitivo.

-Las empresas Pymes del sector plantean que el “monotributo tech” que impulsa el Gobierno implica más complicaciones para retener a los profesionales…

-A veces hay quienes tratan de ver una grieta entre empresas grandes y Pymes o entre freelancers y empleados y este es un ecosistema integrado. El mundo de hoy permite eso. Dicho esto, lo que está sucediendo en la Argentina con los profesionales de la Economía del Conocimiento implica que pierden todos. Pierde la Argentina porque ese recurso que se va no suma valor; pierde el Banco Central porque las divisas no entran; pierde la AFIP porque no recauda y pierden las empresas porque sin esa gente será muy difícil competir. Para no tener un freelance blue hay que tener una macroeconómica sana y ordenada.

-Los que más emigran son los seniors, es un problema extra.

-No solo las empresas formaron gente que se va, sino que quienes salen son formadores de gente. Se pierde la inversión formativa y se altera la manera de trabajo que en la actualidad es en células; se rompe la cadena y se pierde una capacidad de autogeneración. Es una situación compleja en un mundo híper competitivo. El Gobierno ha sido proactivo, busca encontrar soluciones, hay una comunicación fuerte con las empresas y analiza cómo ir poniendo puentes. Es en ese contexto en el que surge la idea del monotributo pero lo que planteamos es que la decisión debe contemplar que todas las empresas puedan ofrecer a sus empleados mejores condiciones, sino habrá un desbalance.

-La Argentina perdió share en las exportaciones, ¿cuánto preocupa?

-El share de nuestras exportaciones en el total mundial cayó de 0,44% en 2010, a 0,22% en junio de 2021. En comparaciones mundiales, nuestro crecimiento en ese período fue del 14%, lo cual es malo si lo comparamos con Uruguay, que creció 230% en ese lapso. Hay una situación económica compleja; este sector no necesita ayuda estatal para generar empleo; no tiene problemas de demanda pero hay que tener en cuenta que se está perdiendo la Argentina. Si uno analiza lo que pasó en esos diez años en todos los países, la Argentina no es ni siquiera un alumno mediocre, es un mal alumno y esa es la perspectiva que no hay que perder. La Argentina está desacoplada.

-¿Tiene el sector una dinámica diferente a otros, particularidades que atender?

-Es una industria que tiene una geopolítica distinta, con una dinámica distinta. En el universo de las exportaciones argentinas, si se saca el complejo agropecuario-oleaginoso y la industria automotriz, venimos nosotros. Adentro de la Economía del Conocimiento está todo lo audiovisual, el área de biofarma y también hay que contemplar las industria en donde la tecnología es clave. Podríamos generar un boom de ingreso de dólares pero la brecha en el dólar, la inestabilidad jurídica y las discontinuidades macroeconómicas hacen que el país se haya desacoplado del mundo.

-¿Mercado externo y, a la vez, federalizar?

-Así como se hacen en Argentina trabajos que antes se hacían en Estados Unidos, también desde el interior se pueden hacer tareas que antes eran exclusivas de Buenos Aires. Con la pandemia, la gente se fue a trabajar a sus casas y las grandes compañías globales que no conocían el interior vieron que sus trabajadores operaban en forma remota incluso en pueblos pequeños.